Pido al cielo por los que no están
Rezo al suelo por los que se van...
Lamento todo lo que he causado
Lamento lo bueno,
Lamento lo malo...
Sembraré mi letanía en otro rumbo,
Uno más cómodo para los cautivos,
Quién más que el hombre se cree capaz,
Quién sino el hombre revive en mordaza,
Es un cuchillo de acero
Que destruye hasta lo que más ama...
¿Qué sabe dios de mis pecados?
¿Quién es el diablo cuando
me duermo?
Puedo sentirme a gusto y
desolado al mismo tiempo,
Pues es el descanso: la
muerte,
Como un alivio a mis
tormentos.
Sin embargo es ambivalente
su sentido,
Pues mi cuerpo queda solo,
Perdido y estrecho
En el álgido vibrar del
viento.
No entiendo en que me he
convertido,
Como no existe refugio en mi
mente,
Como mis seres cálidos no me
han sentido,
Y más me duele la nostalgia
y el recuerdo.
Será la inalienable
necesidad de verte;
Será el agitar de mis
sentidos;
Será la lucha perenne de mi
silencio,
O tal vez algún canario
herido
Que no encuentra más sigilo
que la muerte.
Este canario es como mi
pecho:
Inasible en su tozudo
desconsuelo.
Pero que se reinventa al
tenerte,
Y se vuelve ávido de sueños.
Y para, porque cree que es
mejor no seguir,
Porque las manos de los
tibios lo sostienen.
Y así se derrama como un
lago,
Sobre lo vacía y distante
que es la muerte
Para quien no ha
experimentado la vida.
Empero, de pronto nota que
alguien lo divisa.
Es extraño, pero lo siente
cerca,
Se da cuenta que no es más
que el viento
Que llora a mares por la
impertérrita partida.
Es así como reacciona y
vuelve a repensar sus metas,
Vuelve a re-considerar a los
tibios,
Que esta vez lo acompañan en
su muerte.
Y se da cuenta de la verdad,
De la necesidad del aire
para con su espíritu,
Porque él es un ser igual
que aquel
Que entregó la vida por los
desposeídos;
Pero más lento, y más tonto,
Más limitado y corrompido.
No obstante un ser-humano
Que el viento necesita en
este dinámico nido.