El que mi rostro se zozobre con el movimiento
de tus pupilas
No te da derecho a desplegar la hiel de tus
dedos en otros tejidos,
Que no son los míos.
En otras hiervas,
Que no son mis tierras.
¿Eres acaso lugar común,
Trinchera
de cualquiera?
¿Eres entonces la espalda de mundo?
Ven a ensordecer el amanecer de la miseria;
Piedra, realidad abismal,
Obstrucción del vino,
Estado infértil de mi lengua,
Témpano subjetivo.
Ensordécela con tu presencia,
Dilúyela en tus latidos,
Que son los míos,
¡Que son los míos!.
Maldigo la existencia implacable,
La historia lacerante,
El orden de los brazos.
Te maldigo a ti,
Te maldigo en tanto
Te me presentabas
Como todo eso y más,
Como dócil anti-competencia
Que representaba el ideal futuro que en mi
pecho palpitaba.
Ya no eres la brasa infraestructural de mi
vida,
Ya no eres la faz que calmaba la flagelante
crónica
Que la materia en mi alma curtía.
Ya no duermes en mi pecho,
Pues ahora eres del resto.
Eres, entonces, la espalda de mundo.