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sábado, 15 de febrero de 2014

El olvido y la catástrofe.

(Columna publicada en "El Quinto Poder"

http://www.elquintopoder.cl/politica/la-estrategia-perfecta-de-desestabilizacion-en-venezuela/)

Me dueles, Venezuela.
No ha de sorprendernos el actuar de la burguesía internacional en relación a la situación venezolana pues aquí en Chile también conocimos tal modus operandi hace algunos años, que por lo demás fue comprobado por los mismos dichos desclasificados de Nixon y compañía. Lo que hoy atraviesa el pueblo venezolano no es sino la natural reacción desesperada de una clase social que ha ido perdiendo cada vez más su poderío en aquel país, gracias a la acción colectiva de un pueblo consciente de su soberanía, y de un gobierno popular y defensor de la autodeterminación que se desprende de la misma.
Venezuela transita con paso firme hacia la emancipación del hombre con su trabajo, y del hombre con sus propios pares, como efecto; y no debemos perder de vista nunca que nuestra igual-libertad es la ruina de sus negocios, y de su modelo, al fin y al cabo. Hoy su modelo de explotación, de exclusión y de hambre teme porque ha sido desplazado poco a poco por el proceso bolivariano, y la única forma de detener su estrepitoso fracaso es la adjudicación del hambre y la inflación al gobierno de Maduro. Es de notar que esta estrategia ya la están materializando, al punto que la institucionalidad, a saber, el Estado de Derecho venezolano – concepto que la derecha a menudo utiliza como eje orientador de su accionar político –  ha sido deslegitimado internacionalmente por los autoproclamados “demócratas”.
Así pues la estrategia es eficiente: Una vez concluida la primera fase de difusión y propaganda internacional de la crisis alimentaria urdida por los interesados en el desmantelamiento del proceso socialista, comenzó la segunda etapa: dado el sentido común que se ha generado en nuestro continente por las masivas movilizaciones estudiantiles durante los últimos 4 años, los estudiantes ante la opinión pública ciudadana nos hemos ganado un revestimiento de legitimación transformadora y refrescante frente a los anquilosados aparatos institucionales y administrativos del Estado.
Legitimación que, por lo demás, la hemos ganado gracias a nuestro esfuerzo como movimientos heterogéneos de estudiantes (y con las particularidades propias de cada uno de ellos en sus respectivos países); y a pesar de los cotidianos embates que las mismas oligarquías nacionales nos han ido arrojando para destruirnos organizativamente y difuminarnos de la palestra pública.
De tal manera que iniciar una pavimentación a un futuro y próximo golpe de estado a partir del posicionamiento primario de movilizaciones estudiantiles es un efectivo cálculo para desinflar la masividad y adhesión al gobierno y al proceso revolucionario, pues el intento de golpe y desestabilización pasará a segundo plano, priorizando la represión estudiantil (cuestión que no es nueva, pues son imágenes que las muestran intencionadamente casi todos los medios masivos de comunicación de nuestro país – ¡qué sorpresa! -).
Ante esto no creo, y dada la instalación salomónica e incuestionable del “democraticismo formalista” como ideología del quehacer político, en un purismo deontológico de que un movimiento estudiantil por el simple hecho de ser tal, está siempre en lo correcto. Pues lo anterior nos llevaría a creer en un valor neutro – y por ende descontextualizado – de los movimientos estudiantiles, lo cual me parece equívoco, pues éstos mismos deben medirse en todo momento por la sustantividad que presentan, representan y demandan.
En Chile defiendo y participo del Movimiento Estudiantil y el Movimiento Social por la Educación porque estoy de acuerdo con sus reivindicaciones y con la lucha estructural y aguda que presenta contra pilares nucleares del modelo neoliberal (como el fin al lucro; la gratuidad; el aumento de lo público y la reducción de la esfera privada; y el cuestionamiento al modelo mercantil exitista de calidad).
En Venezuela considero, por cómo se han desenvuelto los hechos, que el movimiento estudiantil no es sino el grupo “al choque” previamente puesto allí como pieza de ajedrez por la reacción de la burguesía nacional con cooperación internacional, lo cual es lamentable y no reprochable a los mismos estudiantes, sino que a los poderosos que los están utilizando.
Dicho lo anterior lo primero que salta a la cabeza del lector es que quien escribe trata de lacayos o ingenuos a los propios estudiantes, lo anterior no es así pues simplemente es creer, en primer lugar, en la operante ideología del capitalismo en su fase neoliberal, que funciona como mecanismo super-estructural (en el plano de las ideas y la cultura) destinado a la creación de “certezas ilusorias” simbólicas cuyo objetivo no es sino la reproducción de la lógica productiva capitalista y sus relaciones de producción cristalizadas, a saber, la actual composición social de clases, y condiciones de desigualdad.
Y en segundo lugar es creer en la poderosa influencia e inteligencia de los que por siglos nos han sojuzgado y que han sabido cómo derribar cualquier alternativa a sus intereses (no nos olvidemos que en Chile durante la Unidad Popular fueron los camioneros e inquilinos los que fueron secuestrados de su autoconsciencia – es  decir de su consciencia de clase para sí, que es darse cuenta de la posición objetiva que ocupan en las relaciones productivas [Trabajador-Empleador] y desde allí tomar partido subjetivamente de su posición en la lucha de clases para defender sus intereses – y  utilizados por la burguesía nacional y el imperialismo para posibilitar la crisis del gobierno que lideraba Salvador Allende).
Los estudiantes de Venezuela que están en movilización deben entender que no se trata de una manifestación contra el gobierno, sino que de una pavimentación a un golpe de estado contra la soberanía popular y la autodeterminación de su propio pueblo y de sus propias familias, pues los intereses detrás de tal subversión son foráneos y propiedad del capital trasnacional. Lo anterior no significa justificar las muertes, muy por el contrario, siempre es lamentable tal resultado producto de las situaciones de violencia, sólo es un análisis político acerca de la situación del hermano pueblo petrolífero.
Finalmente creo que el rol de nuestra izquierda latinoamericana ante esta situación debe ser el de defender el proceso de avanzada socialista, lo que no significa desconocer posible errores de la gestión gubernamental de los últimos años, sino que muy por el contrario poner énfasis en la necesidad de una táctica política inmediata, la cual es la defensa comunicacional acérrima de lo construido en el país latinoamericano (por el simple hecho de ser una alternativa popular y ciudadana al modelo neoliberal), y después de su estabilización ejercer todos los análisis pertinentes con motivación prescriptiva para que el proceso adquiera más masividad y adhesión popular, pues es clara la efectividad de la táctica opositora, como lo hemos señalado.
De nada sirve se autoflagelantes ahora con la revolución bolivariana pues está en estricto riesgo de ser desmantelada. De hecho, desde incluso la perspectiva de la izquierda crítica al proceso, de todas maneras es correcto accionar de esta manera para darle incluso la posibilidad a la revolución popular de re-direccionarse, revisarse o analizar su futuro. Hoy es perentorio combatir el sentido común que el aparato ideológico comunicacional ha difundido por el concierto internacional desprestigiando al gobierno y al pueblo venezolano que está comprometido con su emancipación, y la izquierda debe salir ordenada a combatir esta falsa conciencia, lo demás es posterior.

jueves, 13 de febrero de 2014

Me dueles, Venezuela



Me dueles, Venezuela,
Huelo infierno en tu futuro.
Tu semblante es deterioro
Felonía, metal, ruido.

Tienes tanto de justicia
Que calcina sus modelos,
Ese es tu pecado, ¡velo!,
Motivo por el que te acribillan.
Sus hambrientas billeteras
Asqueadas de plusvalía
Hinchan e hinchan su seno
Mientras tú te vuelves muda
Soportando cruel tortura
De libertarios embusteros.

¿Qué mañana incierto amanecerá?
¿Cómo tus pálpitos populosos pretenden desmantelar?.

El crepúsculo de tu marea roja llora
Y la sedición ávida de desdén lo devora,
Lo devora a pedazos…
Pupitre: peón de balazos;
Altanera táctica del poderoso,
Que de masividad te desarma,
Te vuelves cornisa, vieja y desecha esperanza,
Sola, aterida, desesperada,
Enfrentada contra el mundo.

Hoy maldicen tu monopolio
De emancipación y soberanía
Los que en esta aldea baldía
Nos quitaron de comer,
Padres del hambre esclavizante
Que nuevamente adjudican su fechoría,
Hoy a tu libertador quehacer.

Que Martí te sepa viva,
Que Bolivar te libere
De falaz realidad que hiere
A un pueblo que lo utilizan
Para que no beba más brisa
Para que no muerda el látigo,
-Lengua que calcina lenguas -
Y sigan siendo ellos
Los que imperecederamente tengan
La libertad en su vientre,
A costa de nuestro sudor:
Brebaje latinoamericano
Con el que nos limpiamos las manos
Después de su explotación.

¡Grito al cielo mi desazón!
¡Que al rico le den castigo!
Por entorpecer tu senda,
Que airosa proseguirá,
Reuniendo manos frescas,
Sin tapujos ni cadenas,
Que tejan de tecnicolor
Tu inexorable socialismo. 

Me dueles, Venezuela,
Y tu noche,
Yo también hoy la vivo.


lunes, 10 de febrero de 2014

¿Por qué hablar lo vivido?. Lo que hacemos cuando Con-versamos[1]

(Segunda Edición. 2014)


Por Juan Pablo Ciudad P. [2]


Creo son pocas las oportunidades que tenemos para conversar estos temas. Es más, creo que no nos parecen importantes, casi indignos de ser tratados en una plática. Sin embargo, son estos los momentos que hacen la diferencia y nos instan a la reflexión profunda, abstracta e inasible. Pero, ¿de qué hablaremos hoy?; ¿qué temáticas es posible abordar en nuestra reflexión?; quiero extenderles la invitación: la de abrirnos a conversar de la palabra, su significado, importancia y extensión. 

Cada vez que podemos o queremos versamos. Pero ésta, la cuestión de hoy, nos sugiere algo más profundo, y es el hablar en inter-relación. El co-hablar, vale decir, la manifestación más allá de la individualidad. Conectarse y comunicarse, por cierto, con otro. Y en esta situación ser legítimos con nuestras diferencias, respetuosos y tolerantes (entendiendo la tolerancia positivamente, como mas que una mera aceptación, sino una colaboración más allá de las cuestiones ideológicas – creencias – y  propiamente racionales; o sea, establecer una relación en confianza, por el solo hecho de considerar al otro como un legítimo otro y valorar su dimensión de experiencias e interpretaciones). Esto quiere decir con-versar. 

Para desarrollar este proceso – puesto  que conversar es más que un hecho o evento aislado – porque  en él yace un andar en que vamos desarrollando esta habilidad, y por tanto nos vamos desarrollando como humanos también- es necesario, antes, erguir una seria de cosas y obviar una serie de trabas que nos condicionan para no tener una con-versación sensata y clara. Así pues, podemos encontrar que en la medida que conjugamos, vamos creando. Esta sentencia ya nos sugiere detenernos. Si aceptamos la consideración de que el ser humano es intrínsecamente un ser que crea, produce y reproduce, entenderemos y confiaremos también en la palabra como expresión artística y correlativamente nos podemos hacer cargo de una expresión hecha por el biólogo chileno Humberto Maturana, quien dice que lo que nos identifica como hombres es la capacidad innata de lenguajear y sensibilizar[3], y diremos, entonces, que la palabra cumple en su esencia estas dos capacidades innatas, pues comunica a través del lenguaje y manifiesta un estado de sensibilidad en su forma, al mismo tiempo que puede comunicar también la emocionalidad interior. 


Creo que el ser humano realiza dos actividades exteriores globales durante su existencia: la primera es trabajar y la segunda es con-versar (lo que no es sino la manifestación explícita de nuestra naturaleza colectiva). El problema aparece cuando no con-versamos, y en nuestras palabras no participan ni sensibilidades ni visiones de mundo, en consecuencia no se conforma un ámbito de intimidad, sinceridad y reciproca confianza. A veces, de hecho, nuestro co-hablar no viene, sino, a cumplir un rol estratégico en la acción comunicativa[4] (entendida esta como la situación libre en la que participan dos o más sujetos y que inter-personalmente asumen normas de lenguaje para poder respetar y expresar su subjetividad) , donde la verdad  queda absolutamente privada de ver a luz su concepto. En este mero hablar, la con-versación que pervive se vuelve un trámite más para desarrollar una actividad de necesidad, o una fútil; o urdir algún asunto que forma parte de la administración o el ajetreo laboral; o se convierte en un trámite y costumbre de "cortesía" pero que no trasciende en ninguno de los participantes de dicha con-versación. Ejemplo claro de lo anterior es la rutinaria frase "cómo estás", frase que ha perdido tanto valor que hoy, como decíamos anteriormente, es un mero trámite para introducir a una con-versación que no sabemos qué futuro tendrá, es decir si habrá reciproca manifestación de mundos personales y sensibles, o solo continuará su devenir de trámite. Lo cierto es que no existe atención ni en la pregunta ni mucho menos en la respuesta, es decir, el que pregunta no piensa si quiera si desea saber cómo está la persona a la que se dirige, y por otro lado quien es interrogado o bien no reflexiona qué tal está su estado anímico y vida personal, o bien solo prefiere finalizar luego el tramite balbuceando un simple "bien" o "bien y tú", pues alguna respuesta que no exprese dicha o conformidad abre paso a alguna conversación más íntima que se considera no deseable. Así, la con-versación se enajena de uno de sus pilares esenciales: la sensibilidad y colaboración afectiva. 


Sin embargo, existe otro ámbito de nuestra existencia, es la con-versación pura, legítima y plena, vale decir, el quehacer de la palabra. En ésta el devenir de los interlocutores, o el Dasein, como lo llamaba Martín Heidegger, se vuelve identidad entre entidades, y por ende donde “se ha alcanzado el fenómeno más originario de la verdad” [5]. Por tanto prevalece lo subjetivo, ya que cada hablar nos identifica, y cada conversación posee identidad y existencia propia en la búsqueda de una verdad. Pero esta verdad que se busca no es el fin de la conversación, sino que también es un medio para mantener el estado de con-versar; ergo compartir, des-cubrir y crear. Así pues,  esta verdad que se busca es un medio para incentivar y continuar la con-vivencia de la palabra y los discursos. Cada cual con su identidad y creación, pero en inter-relación con el otro, de tal manera que se produce un movimiento autopoietico como lo señala Maturana, o dialéctico desde la perspectiva de Hegel y Marx, que intercambia experiencias, pensamientos e ideologías; y por tanto no es sino un flujo efectivo de identidades. 

Para el desarrollo de la con-versación en necesaria una primera disposición: escuchar. Esto es hacer silencio. El silencio que nos invita a oír, el silencio que nos invita, también, a abrirnos al mundo, a nuestro alrededor; a experimentar y des-cubrir. Por ende en este quehacer llamado con-versar estamos llamados a compartir y ser receptores del experienciar del otro y de la realidad del mundo y de lo humano. Vicente Huidobro escribe en "Altazor":



"Silencio. En este lado del mundo

Está naciendo un árbol".[6]


Oír es oír, a través de los versos. Se trata de alcanzar lo que resplandece y que, a la luz de nuestro cotidiano, se nos escapa o permanecía oculto... oír, que es des-cubrir. Des-cubrir como la actividad de educarnos, vale decir, aprender, comprender, comprehender y sensibilizar en función de lo que nos rodea. 

Hasta aquí ya tenemos dos actitudes instadas por la con-versación. Primero crear y segundo descubrir.

Si atendemos un poco una parte de la historia de la filosofía veremos que en la filosofía Presocrática ya la palabra era relevante, no sólo como actividad humana, sino también como actividad política. Es no obstante durante el apogeo sofista que la palabra asume un rol más importante, aunque bastante deleznable, ya que dentro del concepto de virtud sofista o areté, la palabra era una virtud sólo en la medida en que se utilizaba con aptitudes y capacidades persuasivas. Empero, es la filosofía Ática la que entendía que la palabra poseía irrenunciablemente una condición o valor moralizante (entendiendo lo moralizante como aquella actividad de mostrar lo bueno y lo malo, la verdad y lo falso, del mundo y de lo humano, vale decir el profundo pensar de como se constituye y estructura la vida). Por ejemplo quisiera citar un extracto de u poema del autor chileno Alberto Carrizo en su obra "Los Andenes de la Memoria". Obra que está dirigida a preservar la memoria y mantener viva la reflexión sobre la matanza de obreros de la salitrera en la escuela Santa María, a inicios del siglo pasado. El autor escribe: 



"Por eso, asómbrate
Criatura de la presente hora,
Para que nunca olvides
Cuando descubras un nuevo planeta
Que la dignidad ya está habitada".[7]



Aquí hallamos la dimensión moralizadora de la palabra. Aquí hallamos, en las palabras que el autor nos comparte, el cómo podemos, en la medida que conversamos y transmitimos, pronunciarnos frente a la vida, o bien frente a la muerte. "Por eso, asómbrate / criatura de la presente hora...". En los versos citeriores, el autor hace un llamado a que atendamos lo que nos rodea, "por eso". Aquí nos invita a que meditemos sobre las situaciones humanas, o más bien inhumanas que acontecen. Pero también ese "por eso" nos insta a la acción, a que después de observar y deliberar nos manifestemos de alguna forma y que no nos desentendamos en el presente y en el futuro de lo que pueda ocurrir. Nos llama a asombrarnos. A que con esta actitud condenemos los hechos inhumanos. También nos extiende ese llamado a todos, a cualquiera y no sólo a quienes alguna cercanía en el tiempo los ata a este hecho, sino que además a los que vivimos en "la presente hora", porque asimismo en nuestra sociedad ocurren estas barbaries. Y finalmente sentencia el autor que en cualquier acto humano y cualquier nuevo planeta que descubramos, por ende, cualquier cosa que aprendamos y conozcamos debemos considerar aquello que a veces s nos olvida y es "Que la dignidad ya está habitada". Esto se refiere a que la existencia humana y todo nuestro actuar contiene improrrogablemente, antes que todo, este principio. Entonces divisamos, gracias a las palabras del poeta, la función moralizadora de la palabra, su contenido y declaración.


Finalmente podemos concluir, en suma de la exposición anterior, que en la medida que con-versamos vamos desarrollando paralelamente una seria de actos de habla: socializar, crear, des-cubrir y moralizar. Todo esto ocurre cuando con-versamos de lo humano, de su esencia, cuidado y construcción. Todo esto, por supuesto, sobre el cimiento de la hermenéutica particular de cada convivencia discursiva.





Bibliografía

1.     CARRIZO, Alberto. Los Andenes de la Memoria. Iquique. Autoedición. 2008.

2.     MATURANA, Humberto. Emociones y Lenguaje en Educación y Política. (Material del curso “Teoría de Sistemas”). Centro de Estudios del Desarrollo (CED) 1988.

3.   HABERMAS, Jurgen. Teoría de la acción comunicativa (Tomo II). Madrid: Taurus, 1990.

4.  HEIDEGGER, Martin. Ser y Tiempo. Traducción de Jorge Rivera. Santiago: Ed. Universitaria. 2002.

5.     HUIDOBRO, Vicente. Altazor. Madrid: Cátedra. 2000.

6.     MARX, Karl. La Ideología Alemana. Mexico, Fondo de Cultura Económica. 1996.

7.     MATURANA, Humberto. Emociones y Lenguaje en Educación y Política. (Material del curso “Teoría de Sistemas”). Centro de Estudios del Desarrollo (CED) 1988.

8.     MATURANA, Humberto. Sentido de Lo Humano. Paperback. 2009.

9.     MATURANA, Humberto. La realidad: ¿objetiva o construida? I: Fundamentos biológicos de la realidad. Barcelona: Editorial Anthropos. 1996.

10.  RODRIGUEZ A., Nelson. Oir la Verdad.  Hermenéutica Intercultural. Revista de Filosofía Universidad Católica Silva Henríquez. N° 17. 2008.





[1]  Ensayo confeccionado para el VII Encuentro de Filosofía de Estudiantes Secundarios (EFES) de la Universidad Católica Silva Henríquez. Santiago de Chile. 2009. Edición del 2014.
[2]  Es estudiante de Derecho de la Universidad de Chile. Ayudante de las cátedras: Filosofía (de la) Moral, donde dirigió el seminario “Teoría del Poder y la Ideología: Hobbes, Marx, Foucault” (2012); Derecho Constitucional; Elementos para una Idea Social del Derecho; e Introducción al Pensamiento de Georg W. F. Hegel.
[3]  MATURANA, Humberto. “Emociones y Lenguaje en Educación y Política”. (Material del curso “Teoría de Sistemas”). Centro de Estudios del Desarrollo (CED) 1988.
[4]  HABERMAS, Jurgen. “Teoría de la acción comunicativa” (Tomo II). Madrid: Taurus, 1990, pp. 170-179.  
[5]  HEIDEGGER, Martin. “Ser y Tiempo”. Traducción de Jorge Rivera. Ed. Universitaria. Santiago de Chile, 2002. P. 241.
[6]  HUIDOBRO, Vicente. “Altazor”. Madrid: Cátedra. 2000. Extracto y versificación de Nelson Rodriguez Arratia, En Oir la Verdad. Revista Hermenéutica Intercultural. Revista de Filosofía Universidad Católica Silva Henríquez. N° 17. 2008.
[7]  CARRIZO, Alberto. “Los Andenes de la Memoria”. Autoedición. 2008. P. 6. 

domingo, 2 de febrero de 2014

EL IUSNATURALISMO RACIONALISTA DE KANT: DIOS Y LIBERTAD


(Segunda Edición - Enero 2014) 

Por Juan Pablo Ciudad Pérez[1].


  
“La razón humana tiene el destino singular, en uno de sus campos de conocimiento, de hallarse acosada por cuestiones que no puede rechazar por ser planteadas por la misma naturaleza de la razón, pero a las que tampoco puede responder por sobrepasar todas sus facultades”[2].

“Yo no puedo, pues, admitir Dios, la libertad y la inmortalidad del alma para el necesario uso práctico de mi razón…Me ha sido, pues, preciso suprimir el saber para dar lugar a la creencia”[3].

“El concepto de noúmeno, tomado sólo de manera problemática, sigue siendo a pesar de ello no solamente admisible, sino también inevitable, en la medida en que sirve de límite a la sensibilidad”[4].

“La moral es en sí misma una práctica en sentido objetivo, como el conjunto de leyes incondicionalmente imperativas, según las cuales nosotros debemos actuar, y, una vez el absurdo propio de este concepto de deber, es un evidente absurdo querer sostener, sin embargo, que no se puede actuar…Por tanto, no puede existir ningún conflicto entre la política, como doctrina práctica del derecho y la moral, en cuanto también ella es doctrina del derecho, pero teórica(por consiguiente no puede existir ningún conflicto entre la práctica y a teoría)”[5].

“Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”[6]




Mucho ya se ha comentado, y por diversos autores, sobre la cuestión epistemológica en Immanuel Kant; muchos también lo han desarrollado desde el punto de vista ético-moral, pero el problema de hoy no es sino la combinación de estos dos temas del filósofo, y trasladar su problematización a la filosofía del derecho, bien también al fenómeno jurídico hoy, y en su esencia; Cuestión anterior que Kant nos negaría absolutamente, diciéndonos majaderamente que jamás será posible conocer la esencia de las cosas a partir de lo sensible, vale decir, jamás será posible des-cubrir las cosas en sí mismas. Muy bien, ya planteado el primer problema a desarrollar para erguir un desarrollo y conclusiones, en lo posible, sobre la cuestión mocionada anteriormente, pasaremos a urdir algún análisis sobre lo ya prematuramente expuesto sobre el pensamiento de este autor. Pero antes, mencionar que los párrafos de arriba no son sino los ejes y lineamientos que desarrollaremos en este trabajo y que cimentarán las reflexiones aquí vertidas sobre el extenso y no poco considerado pensamiento de Immanuel Kant.


Introducción epistemológica de Kant

Lo primero, sobre el conocimiento de las cosas en sí mismas; Kant se propone distinguir la diferencia entre el conocimiento sensible y el conocimiento inteligible. El contexto en el que se desenvuelve estos cuestionamientos y pensamientos es la ilustración, y precisamente la por el autor denominada “Revolución Copernicana”[7], cuyo objetivo índice será la superación del racionalismo y el empirismo, es decir, el dogmatismo y el escepticismo. La primera diferencia que nuestro filósofo plantea es que el conocimiento sensible se constituye por la receptividad del sujeto, que de cierta manera se ve afectado por la presencia del objeto, y de esta manera, solo se conoce al objeto como se le aparece al sujeto (uti apparent) y jamás como es el objeto en sí (sicuti sunt)  y por lo tanto, concluye Kant, solo se conocen como fenómenos, es decir solo como se manifiestan o aparecen los objetos a los sujetos. Por otra parte, el conocimiento intelectivo es una facultad o capacidad de representar  a aquellos aspectos de las cosas u objetos que, por su misma naturaleza, no se pueden captar mediante los sentidos. Estas cosas captadas por el intelecto Kant las llama noúmenos,  palabra que viene del griego noein, que significa pensar, al ser captadas por el intelecto por tanto son supra sensoriales. Esta distinción está dada en el capítulo de la crítica de la razón pura, llamado La estética trascendental, se llama de esta manera porque el autor considera el sentido antiguo de la palabra estética, vale decir, del griego, donde etimológicamente significaba sensación. Entonces Kant plantea que mediante el conocimiento sensible no captamos el objeto en sí, sino tal como se nos aparece; lo anterior es porque la sensación es una modificación que el objeto produce sobre el sujeto. Al primer conocimiento – o sea, al conocimiento inmediato – Kant le llama intuición, y distingue entre dos de éstas: La intuición empírica y la intuición pura. La primera es en la que están presentes de forma concreta las sensaciones, mientras que la segunda es aquella en la que la forma de la sensibilidad se da sin la materia.  Kant le concede a los empiristas que el ser humano conoce solo a través de los sentidos pero hace la siguiente distinción: dice Kant que la forma del conocimiento sensible depende de nosotros, pues son ordenados por nosotros, y la forma es el modo de funcionar de nuestra sensibilidad, por ende es a priori para nosotros, mientras que el contenido no depende de nosotros, sino que más bien nos es dado. Ahora bien, ya sabemos que las intuiciones, de los dos tipos, empíricas y puras, son conocimientos sensibles, empero, ¿Cómo podemos captar las cosas en sí?, para esto Kant elabora una respuesta, respuesta que tomaremos más adelante. La respuesta que nos plantea el filósofo es que los objetos en sí sólo pueden ser captados por una intuición originaria, que no es propia de nuestro intelecto, Kant le pone nombre a ésta: tal intuición es Dios. Es aquí donde surge el primer cuestionamiento: ¿Por qué Dios puede conocer las cosas en sí?. Kant manifiesta que sólo Dios puede conocer las cosas en su esencia producto de que para conocer la esencia de las cosas se deben conocer desde sus orígenes, por ende, solo hay uno que conoce el principio vernáculo de las cosas, ya que fue quien creó las mismas, y ese es Dios. Veamos ahora lo siguiente, esta intuición intelectual conocedora de las cosas en sí mismas, según Kant, se halla  Absolutamente fuera de nuestra facultad cognoscitiva. Y es a través de este juicio que Kant rechaza una concepción positiva del concepto de noúmeno. Kant distingue entre noúmeno en sentido positivo y noúmeno en sentido negativo. El sentido negativo se refiere a la cosa pensada sin relación alguna con nuestra manera de intuir. Por otra parte el noúmeno en sentido positivo sería el objeto de una intuición intelectiva. Pero como Kant descarta que el ser humano pueda tener aquella facultad, él se queda con el sentido negativo del concepto de noúmeno.


Desarrollo del problema

Hagamos ahora un análisis. En el párrafo tres de los extractos primeros de los libros del autor, el mismo versa que el concepto de noúmeno, no solo es problemático, como aquí lo vimos, sino también es inevitable. Esta última palabra quiero meditar más, inevitable quiere decir perentorio, inminente, improrrogable, es decir: necesario. Por lo anterior el noúmeno, que es lo que no está al alcance de nuestros sentidos, por lo que, en palabras de Kant, éste “no se transa”, es un elemento necesario en la filosofía kantiana, pero además, según el autor, en nuestro conocer. Hagamos una relación ahora con el párrafo dos de la primera pagina, este que dice que ni Dios, ni la libertad, ni la inmortalidad del alma están sujetas a la razón práctica, es obvio por qué, debido a que no están sometidas ni al alcance de la intuición sensible, pertenecen a los elementos del noúmeno. Pero ¿por qué serán tan inevitables o necesarios?, lo son, en primer lugar, porque deben ser principios in-enajenables ni in-apelables en una discusión o convencimiento personal, ya que son constitutivos del género humano y dan trascendencia a éste. No obstante lo anterior, este no es el único argumento por el que son necesarios, sobre todo Dios, que es el que nos interesa en este primer momento. Dios es absolutamente necesario ya que representa un eje ordenador dentro del mundo y la naturaleza y allí donde no existen fundamentos colaterales que justifiquen nuestro actuar moral, existe Dios. Me explico, el imperativo hipotético es una ley que está sujeta a una clausula consecuencial, vale decir, a un hecho, situación o consideración futura que justifique y mueva mi actuar, y es por eso que Kant la rechaza tajantemente diciendo que no es una ley que actúe por el deber, sino que sólo  puede actuar con el deber, o sea, en conformidad con éste, pero no desde éste como fundamento y fuente motivadora. Entonces nos queda que el imperativo categórico no posee argumentos ni justificaciones colaterales, más allá de el cumplimiento del deber como principio máximo, pero uno puede entrar a cuestionar, por qué existe ese afán de cumplir el deber, allí Kant nos contestaría posiblemente que es porque la razón práctica en la reflexión insto a la voluntad para que ejecute determinado acto que va en pos del bien, y que por ende posibilita la libertad propia. Sin embargo aquí nos cabe otro cuestionamiento, y es que, cómo sabemos nosotros, quién nos dice qué es el bien y qué no; entonces allí cabe precisamente la existencia y justificación de Dios, quién mejor que él que ha sido quien ha creado, y por tanto quien conoce; quién mejor que él, irreprochable; quién mejor que él, que su existencia es incuestionable porque es ajeno a nuestra intuición sensible, y ay de aquel que se atreva cuestionar su existencia, porque si lo hace no ha comprendido nada de nuestro conocer y nuestros mecanismos para esta tarea humana.


De esta manera nuestro filósofo deja una estructura redonda y con sus piezas bien encajadas, antes que sigan los cuestionamientos al imperativo categórico, le puso un paragón incuestionable y que por lo demás es absolutamente coherente con la parte epistemológica de su filosofía. En consecuencia es Dios quien en último (o primer) término nos guía en el camino bienaventurado del discernimiento entre lo bueno y lo malo, lo moral y lo falto de aquella. Así ya hemos desnudado una parte de la filosofía kantiana; filosofía que pretendía derivar de la naturaleza humana –de esa capacidad e inherencia racional tan moderna – los  principios morales y jurídico-sociales; y que no hace más que en última instancia sujetarse y sostenerse en la figura de Dios, dejando como aparentes estas intenciones científicas y engorrosas, pero subyaciendo en ellas el buen Dios, que nos viene a salvar cuando son muchas las preguntas, y cuando Newton no responde.


Kant en la crítica de la razón práctica distingue entre dos juicios, y postula un tercero. El primero es el juicio analítico. Éste lo formulamos a priori, sin necesidad de apelar a la experiencia, por lo tanto es universal y es necesaria. No obstante, no amplia el conocimiento. Por el otro lado existe el juicio sintético, el cual, a diferencia del anterior, siempre amplia el conocer, ya que siempre le manifiesta al sujeto algo nuevo, o sea, algo que no era implícito a él. Sin embargo se basan en la experiencia y en consecuencia no son universales. Nuestro filósofo propone un tercer juicio, como lo decíamos anteriormente, este es el juicio sintético a priori, este tiene la particularidad de ser sintético, vale decir, que proporciona nuevo conocimiento, y a la vez a priori o puro, o sea que no está sujeto a experimentación, sino que es universal y necesario. Kant dice que en éste debe basarse la ciencia.


El análisis siguiente es conseguir distinguir en cuál de estas esferas está presente el juicio moral y el del derecho. Primero analicemos las características de lo que debe ser un juicio moral. Éste debe tener como característica, según Kant, la universalidad, o sea, no debe estar sujeto a las particularidades ni a las acciones o consecuencias hipotéticas que se susciten, sino que debe preexistir a la acción o ejecución misma del acto moral, es por ello que se dice que debe ser universal. Ya podemos dejar de lado el juicio sintético a posteriori, el cual sería aquel juicio sujeto a la experiencia, y que cuyo conocimiento no surge sino con ulterioridad a su ejecución. Entre las opciones restantes quedan el juicio analítico y el juicio sintético a priori; recordemos que la diferencia sustancial entre ambos es que mientras el primero no produce nuevo conocimiento ya que su sujeto y predicado son equivalentes, el segundo si produce nuevo conocimiento. Ahora bien, la ley (moral o jurídica) ontológicamente nos remite a un deber en sí misma, y así también lo acoge nuestro cuerpo normativo civil, como los manifiesta el articulo número uno del código civil chileno: “La ley es una declaración de la voluntad soberana que, manifestada en la forma prescrita por la Constitución, manda, prohíbe o permite”[8]. Es decir se remite a una obligación en sí misma, por ende, ontológicamente la ley pertenecería a los juicios de carácter analítico, ya que su sujeto y predicado son, como decíamos, equivalentes, ya que decir que la ley obliga, o que la ley manda, es casi innecesario, porque en sí misma se contempla esa acción imperativa. Distinto es el caso de la Ley permisiva, en cuyo caso la tautología analítico-ontológica Ley-Deber, o también Ley-Contenido de la Ley, no se aplicaría, pues si bien, en las dos opciones anteriores existe la posibilidad de contrariar el mandamiento o la prohibición –lo que trae como resultado la negación de la negación, como señala Hegel, a saber la sanción – en la tercera forma de Ley la no observancia de la permisión que la ley confiere al sujeto no violenta ni vulnera el orden jurídico consagrado, ergo no lo niega, solo el sujeto no hace uso de aquella norma. Por tanto esta tercera modalidad de Ley se constituye como excepción al juicio sintético por ser una norma que no trae aparejada su negatividad para el sujeto llamado a ejercerla, y que como efecto no constituye la relación Ley-Deber. Lo que en realidad hace este tipo de normas es trasladar el deber hacia el sujeto que según las circunstancias particulares le corresponde responder al sujeto primero cubierto por la ley permisiva que ha decidido ejercerla, erigiéndose para el segundo una Ley prohibitiva o una Ley de mandato, según el caso, con el propósito de responder positivamente al permiso jurídico optado, siempre y cuando se ejerza según las formas que describe la ley. Hasta aquí este análisis.


Para Kant, la moral y el derecho, tienen un fundamento común, que es la razón práctica, que surge del sentimiento y de la voluntad. Esta razón es autónoma, esto quiere decir, que el hombre encuentra la ley de sus acciones en su propia razón práctica. Razón práctica que posee como principio fundamental la libertad. Kant plantea que él no puede admitir ni a Dios, ni a la libertad, ni a la inmortalidad del alma, para el uso de la razón práctica. Lo anterior porque no puede alcanzar el conocimiento pleno (en esencia) de los elementos anteriores a través de una razón práctica. No obstante, esta misma razón posee como lineamiento principal para su autonomía el concepto de libertad. Entonces entendamos bien esto, la libertad es necesaria y fundamental para la autonomía de la acción, y más precisamente de la acción moral, empero, no podemos conocerla, ya que nuestra facultades no están en condiciones, por así decirlo, de alcanzarla.  Eh aquí el segundo concepto problemático, ya que recordemos que Dios era fundamental para nuestros juicios morales, sin embargo es incognoscible para nosotros. Aquí pasa lo mismo, ya no con el juicio moral, sino que con el acto moral, es necesaria la libertad para que se consagre la autonomía de la acción, sin embargo no podemos alcanzar a comprenderla ni conocerla en sí misma. Y nuevamente nos encontramos con que ésta cumple la misma función que Dios: nos sirve para responder a preguntas capciosas, y ponerle freno a los cuestionamientos que vociferan: ¿Por qué se hace determinada acción moral?, y ¿por qué no hacemos otra? Entonces aparece la libertad, nuevamente incuestionable y llega a salvaguardar y a sellar este armazón filosófico, escudada en su “necesidad”.

Abordaremos aquí la conclusión central del trabajo. Para esta volveremos a citar una frase del párrafo cuarto de la primera página: Por tanto, no puede existir ningún conflicto entre la política, como doctrina práctica del derecho, y la moral, en cuanto también ella es doctrina del derecho, pero teórica”[9].  Si no bastó con consagrar a Dios como el inapelable e incognoscible fundador (en último término) de los juicios morales, si no fue suficiente con que la libertad fuera un elemento también in alcanzable al conocimiento humano, ya que no poseíamos la facultad para conocer la esencia, ya que para conocer esta misma se debe conocer el origen de ella, y aquel único de conocerla es por tanto Dios. Si todo lo expuesto no es sobrado para la conclusión venidera, les manifiesto la frase anterior, que está plasmada en “La Paz Perpetua”, y que a grito desnudo nos comunica que para nuestro filósofo derecho y moral deben ir de la mano, y es más, entre ellas no puede existir ningún conflicto”[10]. Así pues Kant ,ahora si expreso y directo, nos dice que deben existir una serie de principios a priori, vale decir, antes que las acciones morales puedan concretarse, que ya estén establecidos y que jamás los separemos de la práctica, porque estos provienen de nuestra voluntad autónomos, de nuestra razón práctica y de nuestros sentidos (ámbito cognoscible) y de la libertad, Dios y –para- la inmortalidad del alma (ámbito incognoscible), que pertenecen al “orden del cielo estrellado”[11] y que precisamente son noúmenos, o sea, inalcanzables a nuestros sentidos y conocimientos, para que se haga imposible su negociación, sino que se mantengan  universales y necesarios. Y, como lo manifiesta Carlos Pérez: “debe ser, a la vez, completamente real para que haya una garantía efectiva de que esa salvación es posible, y de que buscar la manera de obrar moralmente tiene sentido”[12] Vemos aquí un objetivo de la filosofía de Kant; veamos ahora el otro. En el párrafo número cinco del comienzo de este trabajo dice: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”[13]. Esta frase posee un sentido, quizá menos sacro-santo, pero a mi parecer, mucho más importante, que es el de la “des-cosificación” del hombre, es decir, que no sea tratado mas como un instrumento, ya sea mercantil, de producción, o de cualquier otro tipo. Este último punto pudo haberlo dicho cualquier filósofo y/o político marxista si ningún problema, y es Kant quien no solo se preocupa de que el actuar moral y la ley solo sirva para cumplir fines extraterrenales, sino que también se constituyan en proezas en este suelo, para dignificar a los seres humanos y para hacer de la convivencia un encuentro más verdadero, más sano y más equitativo, por cierto. Ya que el contemplar que todos debemos ser considerados siempre como fines y nunca como medios, es un canto a la emancipación del la explotación del hombre por el hombre, en palabras de Karl Marx.


Conclusión

Finalmente podemos concluir y con propiedad y fundamento ahora si decir, que Immanuel Kant es un iusnaturalista. Esto porque cumple perfectamente con el criterio de identificación, ocuparemos el criterio de identificación del profesor Carlos Santiago Nino, que nos permite distinguir un iusnaturalista cuando cumple con las siguientes tesis:

             
       1)    “Una tesis de filosofía ética que sostiene que hay principios morales y de justicia                 universalmente válidos y asequibles a la razón humana”[14] .


 2) “Una tesis acerca de la definición del concepto de Derecho, según la cual un sistema normativo o una norma no pueden ser calificados de jurídicos si contradicen aquellos principios morales o de Justicia”[15].

Sabemos por lo anteriormente expuesto y argumentado que efectivamente Kant, a lo largo de su vasta filosofía ha sostenido que existen tales principios de carácter universal y que solo podemos acceder a ellos a través de nuestra razón práctica. Y también sabemos, por el análisis último, que nuestro filósofo manifiesta y expresamente nos dice que siempre debe haber una correlación entre tales principios morales universales y necesarios, y la legislación y práctica de las leyes.

Ahora bien, también, junto con verificar su corriente iusnaturalista hemos de ponerle apellido a esta, ya que no existe solo una vertiente del iusnaturalismo sino que por lo menos  cuatro:
·         Iusnaturalismo teológico.
·         Iusnaturalismo Racionalista.
·         Iusnaturalismo Histórico.
·         La naturaleza de las cosas.


Por lo estudiado y aquí expuesto y desarrollado, podemos distinguir a el filósofo Immanuel Kant como un Iusnaturalista Racionalista. Esto significa, que creen que estos principios universales y necesarios, que no se deben separar jamás de la legislación y de la práctica jurídica, poseen su origen en la razón humana, en el caso de Kant, lo manifiesta explícitamente, a través de la razón práctica. Para terminar, comprobaremos todo esto a través de la respuesta que el filósofo hace a la pregunta ¿Qué es el derecho en sí?, Kant dice“La cuestión de saber si lo que prescriben las leyes en un determinado tiempo y lugar es justo, la de dar por sí el criterio general por cuyo medio puedan reconocerse los justo o lo injusto, nunca podrá resolverlo (el jurisconsulto) a menos de dejar aparte estos principios empíricos y buscar su origen en la sola razón, para establecer los fundamentos de una legislación positiva posible”[16].
  


Bibliografía

·         Kant, Immanuel (2006). Crítica de la razón pura (traducción Pedro Ribas). España: Taurus. Prólogo a la primera edición Pp. 7-8. Capítulo III Pp. 7. 259-275.
·         Kant, Immanuel (1961). Crítica de la razón pura (traducción J. Perojo y J. Rovira). Buenos Aires: Losada. V.1, Pp. 127-146, 188-197. V.2, Pp. 9-26. 47-58, 163-169, 242-290.
·         Kant, Immanuel (1961). Crítica de la razón práctica (traducción J. Rovira). Buenos Aires: Losada. Pp. 7-18, 115-159, 171-173.
·         Hegel, Georg W. F. (2000). Rasgos Fundamentales de la Filosofía del Derecho (traducción Eduardo Vásquez). Madrid: Biblioteca Nueva. Pp. 41-47
·         Kant, Immanuel (2001). La paz perpetua (traducción José Loya Mateos). Madrid: Mestas. Pp. 63-70.
·         Kant, Immanuel. Fundamentación de la metafísica de las costumbres (traducción Manuel García Morente), Capítulo Segundo. Mare Nostrum Comunicación.
·         Kant, Immanuel (1968). Principios metafísicos de la doctrina del derecho. México: Dirección general de publicaciones. Pp. 31-56.
·         Reale, G (1995). Historia del pensamiento filosófico y científico, Tomo II. Barcelona: Editorial Herder.  Pp. 728-773.
·         Pérez, Carlos (2005). Sobre Hegel. Santiago: Palinodia. Pp. 43-58.
·         Bello, Andrés (2010). Código Civil. Santiago: Editorial Jurídica de Chile. P. 19
·         Santiago Nino, Carlos (1995). Introducción al Análisis del Derecho. Segunda edición. Buenos Aires: Editorial Astrea. P. 2






[1]  Es estudiante de Derecho de la Universidad de Chile. Ayudante de las cátedras: Filosofía (de la) Moral, donde dirigió el seminario “Teoría del Poder y la Ideología: Hobbes, Marx, Foucault” (2012); Derecho Constitucional; Elementos para una Idea Social del Derecho; e Introducción al Pensamiento de Georg W. F. Hegel.
[2]  Kant (2006), p. 7.
[3]  Kant (1961), p. 199.
[4] Reale (1995), p. 750.
[5]  Kant (2001), p. 63
[6]  Kant, Mare Nostrum Comunicación.
[7]  Kant (2006), p. 17.
[8]  Bello (2010), p. 19.
[9] Kant (2001), p. 63.
[10]  Ídem.
[11] Pérez (2005), p. 45.
[12] Ídem, P. 52.
[13] Kant, Mare Nostrum Comunicación.
[14] Santiago Nino (1995), p. 28.
[15] Ídem.
[16] Kant (1968), p. 31.