(Segunda Edición. 2014)
Creo
son pocas las oportunidades que tenemos para conversar estos temas. Es más,
creo que no nos parecen importantes, casi indignos de ser tratados en una
plática. Sin embargo, son estos los momentos que hacen la diferencia y nos
instan a la reflexión profunda, abstracta e inasible. Pero, ¿de qué hablaremos
hoy?; ¿qué temáticas es posible abordar en nuestra reflexión?; quiero
extenderles la invitación: la de abrirnos a conversar de la palabra, su
significado, importancia y extensión.
Cada
vez que podemos o queremos versamos. Pero ésta, la cuestión de hoy, nos sugiere
algo más profundo, y es el hablar en inter-relación. El co-hablar, vale decir, la manifestación más allá de la
individualidad. Conectarse y comunicarse, por cierto, con otro. Y en esta
situación ser legítimos con nuestras diferencias, respetuosos y tolerantes
(entendiendo la tolerancia positivamente, como mas que una mera aceptación,
sino una colaboración más allá de las cuestiones ideológicas – creencias – y propiamente racionales; o sea, establecer una
relación en confianza, por el solo hecho de considerar al otro como un legítimo
otro y valorar su dimensión de experiencias e interpretaciones). Esto quiere
decir con-versar.
Para
desarrollar este proceso – puesto que
conversar es más que un hecho o evento aislado – porque en él yace un andar en que vamos desarrollando
esta habilidad, y por tanto nos vamos desarrollando como humanos también- es
necesario, antes, erguir una seria de cosas y obviar una serie de trabas que
nos condicionan para no tener una con-versación sensata y clara. Así pues,
podemos encontrar que en la medida que conjugamos, vamos creando. Esta
sentencia ya nos sugiere detenernos. Si aceptamos la consideración de
que el ser humano es intrínsecamente un ser que crea, produce y
reproduce, entenderemos y confiaremos también en la palabra como expresión
artística y correlativamente nos podemos hacer cargo de una expresión hecha por
el biólogo chileno Humberto Maturana, quien dice que lo que nos identifica como
hombres es la capacidad innata de lenguajear
y sensibilizar[3],
y diremos, entonces, que la palabra cumple en su esencia estas dos capacidades
innatas, pues comunica a través del lenguaje y manifiesta un estado de
sensibilidad en su forma, al mismo tiempo que puede comunicar también la
emocionalidad interior.
Creo
que el ser humano realiza dos actividades exteriores globales durante su
existencia: la primera es trabajar y la segunda es con-versar (lo que no es
sino la manifestación explícita de nuestra naturaleza colectiva). El problema
aparece cuando no con-versamos, y en nuestras palabras no participan ni
sensibilidades ni visiones de mundo, en consecuencia no se conforma un ámbito
de intimidad, sinceridad y reciproca confianza. A veces, de hecho, nuestro
co-hablar no viene, sino, a cumplir un rol estratégico
en la acción comunicativa[4] (entendida
esta como la situación libre en la que participan dos o más sujetos y que inter-personalmente
asumen normas de lenguaje para poder respetar y expresar su subjetividad) ,
donde la verdad queda absolutamente privada de ver a luz su
concepto. En este mero hablar, la
con-versación que pervive se vuelve un trámite más para desarrollar una
actividad de necesidad, o una fútil; o urdir algún asunto que forma parte de la
administración o el ajetreo laboral; o se convierte en un trámite y costumbre
de "cortesía" pero que no trasciende en ninguno de los
participantes de dicha con-versación. Ejemplo claro de lo anterior es la
rutinaria frase "cómo estás", frase que ha perdido tanto valor que
hoy, como decíamos anteriormente, es un mero trámite para introducir a una
con-versación que no sabemos qué futuro tendrá, es decir si habrá reciproca
manifestación de mundos personales y sensibles, o solo continuará
su devenir de trámite. Lo cierto es que no existe atención ni en la
pregunta ni mucho menos en la respuesta, es decir, el que pregunta no piensa si
quiera si desea saber cómo está la persona a la que se dirige, y por otro lado
quien es interrogado o bien no reflexiona qué tal está su estado anímico y vida
personal, o bien solo prefiere finalizar luego el
tramite balbuceando un simple "bien" o "bien y
tú", pues alguna respuesta que no exprese dicha o conformidad abre paso a
alguna conversación más íntima que se considera no deseable. Así, la
con-versación se enajena de uno de sus pilares esenciales: la sensibilidad y
colaboración afectiva.
Sin
embargo, existe otro ámbito de nuestra existencia, es la con-versación pura,
legítima y plena, vale decir, el quehacer de la palabra. En ésta el devenir de
los interlocutores, o el Dasein,
como lo llamaba Martín Heidegger, se vuelve identidad entre entidades, y por
ende donde “se ha alcanzado el fenómeno
más originario de la verdad”
[5]. Por
tanto prevalece lo subjetivo, ya que cada hablar nos identifica, y cada
conversación posee identidad y existencia propia en la búsqueda de una verdad.
Pero esta verdad que se busca no es el fin de la conversación, sino que también
es un medio para mantener el estado de con-versar; ergo compartir, des-cubrir y
crear. Así pues, esta verdad que se busca es un medio para incentivar y
continuar la con-vivencia de la palabra y los discursos. Cada cual con su
identidad y creación, pero en inter-relación con el otro, de tal manera que se
produce un movimiento autopoietico como
lo señala Maturana, o dialéctico desde
la perspectiva de Hegel y Marx, que intercambia experiencias, pensamientos e
ideologías; y por tanto no es sino un flujo efectivo de identidades.
Para
el desarrollo de la con-versación en necesaria una primera disposición:
escuchar. Esto es hacer silencio. El silencio que nos invita a oír, el silencio
que nos invita, también, a abrirnos al mundo, a nuestro alrededor; a
experimentar y des-cubrir. Por ende en este quehacer llamado con-versar estamos
llamados a compartir y ser receptores del experienciar del otro y de la
realidad del mundo y de lo humano. Vicente Huidobro escribe en "Altazor":
"Silencio.
En este lado del mundo
Oír es
oír, a través de los versos. Se trata de alcanzar lo que resplandece y que, a
la luz de nuestro cotidiano, se nos escapa o permanecía oculto... oír, que es
des-cubrir. Des-cubrir como la actividad de educarnos, vale decir,
aprender, comprender, comprehender y sensibilizar en función de lo que nos
rodea.
Hasta
aquí ya tenemos dos actitudes instadas por la con-versación. Primero crear y
segundo descubrir.
Si
atendemos un poco una parte de la historia de la filosofía veremos que en la
filosofía Presocrática ya la palabra era relevante, no sólo como actividad
humana, sino también como actividad política. Es no obstante durante el apogeo
sofista que la palabra asume un rol más importante, aunque bastante deleznable,
ya que dentro del concepto de virtud sofista o areté, la palabra era una
virtud sólo en la medida en que se utilizaba con aptitudes y capacidades
persuasivas. Empero, es la filosofía Ática
la que entendía que la palabra poseía irrenunciablemente una condición o valor
moralizante (entendiendo lo moralizante como aquella actividad de mostrar lo
bueno y lo malo, la verdad y lo falso, del mundo y de lo humano, vale decir el
profundo pensar de como se constituye y estructura la vida). Por ejemplo
quisiera citar un extracto de u poema del autor chileno Alberto Carrizo en su
obra "Los Andenes de la
Memoria". Obra que está dirigida a preservar la memoria y
mantener viva la reflexión sobre la matanza de obreros de la salitrera en la
escuela Santa María, a inicios del siglo pasado. El autor escribe:
"Por
eso, asómbrate
Criatura
de la presente hora,
Para
que nunca olvides
Cuando
descubras un nuevo planeta
Aquí
hallamos la dimensión moralizadora de la palabra. Aquí hallamos, en las
palabras que el autor nos comparte, el cómo podemos, en la medida que
conversamos y transmitimos, pronunciarnos frente a la vida, o bien frente a la
muerte. "Por eso, asómbrate / criatura de la presente hora...". En
los versos citeriores, el autor hace un llamado a que atendamos lo que nos
rodea, "por eso". Aquí nos invita a que meditemos sobre las
situaciones humanas, o más bien inhumanas que acontecen. Pero también ese
"por eso" nos insta a la acción, a que después de observar y
deliberar nos manifestemos de alguna forma y que no nos desentendamos en el
presente y en el futuro de lo que pueda ocurrir. Nos llama a asombrarnos. A que
con esta actitud condenemos los hechos inhumanos. También nos extiende ese
llamado a todos, a cualquiera y no sólo a quienes alguna cercanía en el tiempo
los ata a este hecho, sino que además a los que vivimos en "la presente
hora", porque asimismo en nuestra sociedad ocurren estas barbaries. Y
finalmente sentencia el autor que en cualquier acto humano y cualquier nuevo
planeta que descubramos, por ende, cualquier cosa que aprendamos y conozcamos
debemos considerar aquello que a veces s nos olvida y es "Que la dignidad
ya está habitada". Esto se refiere a que la existencia humana y todo
nuestro actuar contiene improrrogablemente, antes que todo, este principio.
Entonces divisamos, gracias a las palabras del poeta, la función moralizadora
de la palabra, su contenido y declaración.
Finalmente
podemos concluir, en suma de la exposición anterior, que en la medida que
con-versamos vamos desarrollando paralelamente una seria de actos de habla:
socializar, crear, des-cubrir y moralizar. Todo esto ocurre cuando con-versamos
de lo humano, de su esencia, cuidado y construcción. Todo esto, por supuesto,
sobre el cimiento de la hermenéutica particular de cada convivencia discursiva.
Bibliografía
1. CARRIZO, Alberto. Los Andenes de la Memoria. Iquique. Autoedición. 2008.
2. MATURANA, Humberto. Emociones y Lenguaje en Educación y Política. (Material del curso “Teoría de Sistemas”). Centro de Estudios del
Desarrollo (CED) 1988.
3. HABERMAS, Jurgen. Teoría
de la acción comunicativa (Tomo II). Madrid:
Taurus, 1990.
4. HEIDEGGER, Martin. Ser y Tiempo. Traducción de Jorge Rivera. Santiago: Ed.
Universitaria. 2002.
5. HUIDOBRO, Vicente. Altazor. Madrid: Cátedra. 2000.
6. MARX, Karl. La Ideología Alemana. Mexico, Fondo de
Cultura Económica. 1996.
7. MATURANA, Humberto. Emociones y Lenguaje en Educación y Política. (Material del curso “Teoría de Sistemas”). Centro de Estudios del
Desarrollo (CED) 1988.
8. MATURANA, Humberto. Sentido
de Lo Humano. Paperback. 2009.
9. MATURANA, Humberto.
La realidad: ¿objetiva o construida? I: Fundamentos biológicos de la realidad.
Barcelona: Editorial Anthropos. 1996.
10. RODRIGUEZ A., Nelson. Oir la Verdad. Hermenéutica Intercultural. Revista de
Filosofía Universidad Católica Silva Henríquez. N° 17. 2008.
[1] Ensayo confeccionado para el VII Encuentro de
Filosofía de Estudiantes Secundarios (EFES) de la Universidad Católica Silva
Henríquez. Santiago de Chile. 2009. Edición del 2014.
[2] Es estudiante de Derecho de la Universidad de
Chile. Ayudante de las cátedras: Filosofía (de la) Moral, donde dirigió el
seminario “Teoría del Poder y la Ideología: Hobbes, Marx, Foucault” (2012); Derecho
Constitucional; Elementos para una Idea Social del Derecho; e Introducción al
Pensamiento de Georg W. F. Hegel.
[3] MATURANA, Humberto. “Emociones y Lenguaje en Educación y Política”. (Material del curso
“Teoría de Sistemas”). Centro de Estudios del Desarrollo (CED) 1988.
[4] HABERMAS, Jurgen. “Teoría de la acción comunicativa” (Tomo II). Madrid: Taurus, 1990,
pp. 170-179.
[5] HEIDEGGER, Martin. “Ser y Tiempo”. Traducción de Jorge Rivera. Ed. Universitaria.
Santiago de Chile, 2002. P. 241.
[6] HUIDOBRO, Vicente. “Altazor”. Madrid: Cátedra. 2000. Extracto y versificación de
Nelson Rodriguez Arratia, En Oir la
Verdad. Revista Hermenéutica
Intercultural. Revista de Filosofía Universidad Católica Silva Henríquez.
N° 17. 2008.
[7] CARRIZO, Alberto. “Los Andenes de la Memoria”. Autoedición. 2008. P. 6.
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