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martes, 16 de agosto de 2016

POSTMORTEM


Y me vi sobre mis pies
Tranco al frente
Paso a paso.
Sentí que era más angosto
El mundo
Sentí que la oscura anti-resolana de este entorno
Sería eterna
Y que la muerte se definía
En caminar.


Tuve tanto miedo que quise caerme
Por último, para que los restos de otro
vinieran a levantarme
pero no podía
el insobornable agitar de mis talones
era más fuerte,
y seguía tranco en frente
por aquella antipática vereda de ultratumba.


¿Cuál sería mi destino?
¿Habría cabida allí
Para algo así como el destino?
Me di cuenta que aún conservaba
De la otra vida el amuleto
De la fe en la nada.
Sentí que todas las respuestas
Estaban allí,
Que el insomnio,
padre vigía del llanto desesperado de juicio,
perdió su tiempo con nosotros,
o por lo menos conmigo.
Quise gritarle en la cara a alguien
Ver sus pupilas empeq0ueñecerse
por la humillación sonora de mi ira,
quise morir en la muerte.


Me sentí un mentiroso,
Y no solo eso,
Me sentí un hijo de la mentira
Intentando sobrevivir en aquel
Ventisquero de sin sentidos,
En aquel callejón que era más real y mas
Desmesuradamente vivo que toda la miseria del mundo.


Me daba tanto miedo pensar en las noches
Que un día la conciencia se desactivaría 
Porque cesarían las colisiones electroquímicas
De Eva y Adán,
Y la petulante finitud del pensamiento
Decidiría de una buena vez jubilarse.
Era tal el terror que todas las demás cosas
Me parecían poderosamente
Más trascendentes.
Era tal el terror en pensar que ya no pensaría
Que ahora me veo solo
Solo
Y encarcelado
En la habitación tenebrosa
De mi más grande anhelo.

Hoy, no siendo dueño
Ni de mis hinchados pasos,
No me quedará más que resignarme
A inventar una larga historia
Para que la dictadura de mis ideas
Me haga parecer, por último
Que habito un paisaje.   

lunes, 13 de junio de 2016

DETONACIÓN


Como un silbato quejumbroso
La marcha de mis dedos
Se desolló, estruendosa.
Vi desparramarse por el piso
Uñas, golondrinas,
Vi confundirse con el polvo
El incontrolable remolino de tendones.
Solo un momento se vive,
Solo un presente se incrusta
En la multicolección
Neopolifónica de histerias;
Solo la agudeza del acontecimiento
Consume el hemiciclo difuminado
De emociones.
Fiero como el origen del mundo
Y carnívoro como sus postrimerías
El acontecimiento se convierte en el pulso
De la agonía, arrítmica por esencia,
Demencial por naturaleza
Y accidentalmente uterina
De minúsculas criaturas de fe
Que aún me hacen conservar el lápiz en la lengua
Y el cerrojo en la otra mano.
Solo el puño del poeta,
Celularmente arrítmico,
Sobrevive a la erupción
Del gemido silencioso
De la rabia capital,
Consecuencia de la vida,
Con incontinentes círculos de arcoíris
En las esquinas de los ojos.
Solo el despaginar de su aliento
Se engarza en la mitad del mundo,
De pie sobre la existencia,
Ahogado de gritos
Sin manos ni planetas,
Ahogado de gritos,
Sin atmosfera ni violines;
Solo, sobre sus pies,
Solo, bajo sus ojos,
Sordo, sin clivajes ni mareas,
Aglutinado sobre sí mismo,
Estremeciendo su miseria propia
Mientras la noche acontece,
Mientras el tiempo
Aún allá lejos,
En un maldito vientre
Espera nacer.

sábado, 9 de enero de 2016

ESTE SOY YO



Este soy yo,
El que no recuerdas,
El que no miras todas las noches en el techo
Cuando te acurrucas en la resolana
De tus sabanas borrachas de mi ausencia.
Este soy yo,
La muerte misma,
Frágil como la palabra deseo,
Tibio e hirviendo de pena
En el vaivén de tu figura,
En la sazón de tu no-estar,
Tibio e hirviendo.


Este soy yo:
El que no toma tu mano
Cuando caminas solo por la noche.
El que no conoces, el que no nombras,
El que indubitablemente no habita la intimidad de tu boca.
Este soy yo,
El martirizado clemente,
El capataz de las sombras,
El que vigila su ausencia
Para administrar su privada censura.
Soy un pequeño dios.


Soy el que adolesce,
Soy el que soporta,
Soy la suit polífónica
De lo que no existe.
Este soy yo,
Soy el que no moja tu frente
Cuando sumiso reposas,
Soy el que nunca ha sudado de amor en tu alcoba.


Este soy yo:
Ávido de ti,
Intangible a tu aroma,
Un puñado de cólera.
Soy el gorrión acometido
Por la penumbra de la omisión propia.
Soy, en efecto, el perfecto mortal,
El quejido banal,
La tiniebla del hombre.