Este soy yo,
El que no recuerdas,
El que no miras todas
las noches en el techo
Cuando te acurrucas
en la resolana
De tus sabanas
borrachas de mi ausencia.
Este soy yo,
La muerte misma,
Frágil como la
palabra deseo,
Tibio e hirviendo de
pena
En el vaivén de tu
figura,
En la sazón de tu
no-estar,
Tibio e hirviendo.
Este soy yo:
El que no toma tu
mano
Cuando caminas solo
por la noche.
El que no conoces, el
que no nombras,
El que
indubitablemente no habita la intimidad de tu boca.
Este soy yo,
El martirizado
clemente,
El capataz de las
sombras,
El que vigila su
ausencia
Para administrar su
privada censura.
Soy un pequeño dios.
Soy el que adolesce,
Soy el que soporta,
Soy la suit
polífónica
De lo que no existe.
Este soy yo,
Soy el que no moja tu
frente
Cuando sumiso
reposas,
Soy el que nunca ha
sudado de amor en tu alcoba.
Este soy yo:
Ávido de ti,
Intangible a tu
aroma,
Un puñado de cólera.
Soy el gorrión
acometido
Por la penumbra de la
omisión propia.
Soy, en efecto, el
perfecto mortal,
El quejido banal,
La tiniebla del
hombre.
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