Como un silbato
quejumbroso
La marcha de mis
dedos
Se desolló,
estruendosa.
Vi desparramarse por
el piso
Uñas, golondrinas,
Vi confundirse con el
polvo
El incontrolable
remolino de tendones.
Solo un momento se
vive,
Solo un presente se
incrusta
En la multicolección
Neopolifónica de
histerias;
Solo la agudeza del
acontecimiento
Consume el hemiciclo
difuminado
De emociones.
Fiero como el origen
del mundo
Y carnívoro como sus
postrimerías
El acontecimiento se
convierte en el pulso
De la agonía,
arrítmica por esencia,
Demencial por
naturaleza
Y accidentalmente
uterina
De minúsculas
criaturas de fe
Que aún me hacen
conservar el lápiz en la lengua
Y el cerrojo en la
otra mano.
Solo el puño del
poeta,
Celularmente
arrítmico,
Sobrevive a la
erupción
Del gemido silencioso
De la rabia capital,
Consecuencia de la
vida,
Con incontinentes
círculos de arcoíris
En las esquinas de
los ojos.
Solo el despaginar de
su aliento
Se engarza en la
mitad del mundo,
De pie sobre la
existencia,
Ahogado de gritos
Sin manos ni
planetas,
Ahogado de gritos,
Sin atmosfera ni
violines;
Solo, sobre sus pies,
Solo, bajo sus ojos,
Sordo, sin clivajes
ni mareas,
Aglutinado sobre sí
mismo,
Estremeciendo su
miseria propia
Mientras la noche
acontece,
Mientras el tiempo
Aún allá lejos,
En un maldito vientre
Espera nacer.
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