miércoles, 29 de febrero de 2012
Lamento simple del que espera...
Quiero hacerte el amor,
Es así de simple;
Quiero que me toques,
Que me prestes tibio albergue.
Necesito verte, rostro.
No tortures al tiempo,
Que ya suficiente a vivido
Para vernos juntos...
A tu recóndito aprecio por mis ojos,
Le escribo;
A tu soberana decisión,
Me entrego...
No quiero ser una pieza más de la historia a la que perteneces,
Que te inunda,
Que te atesta en sufrimiento.
Quiero ser un cambio,
Quiero ser...
La golondrina que hace tu verano,
El fogón mustio que despeja tu lamento...
Quiero ser ese eterno compañero...
El Iusnaturalismo Racionalista de Kant: Dios y Libertad
VISITAR LA SEGUNDA EDICIÓN (2014), TAMBIÉN PRESENTE EN ESTE BLOG.
“La
razón humana tiene el destino singular, en uno de sus campos de conocimiento,
de hallarse acosada por cuestiones que no puede rechazar por ser planteadas por
la misma naturaleza de la razón, pero a las que tampoco puede responder por
sobrepasar todas sus facultades”[1].
“Yo
no puedo, pues, admitir Dios, la libertad y la inmortalidad del alma para el
necesario uso práctico de mi razón…Me ha sido, pues, preciso suprimir el saber
para dar lugar a la creencia”[2].
“El
concepto de noúmeno, tomado sólo de manera problemática, sigue siendo a pesar
de ello no solamente admisible, sino también inevitable, en la medida en que
sirve de límite a la sensibilidad”[3].
“La
moral es en sí misma una práctica en sentido objetivo, como el conjunto de
leyes incondicionalmente imperativas, según las cuales nosotros debemos actuar,
y, una vez el absurdo propio de este concepto de deber, es un evidente absurdo
querer sostener, sin embargo, que no se puede actuar…Por tanto, no puede
existir ningún conflicto entre la política, como doctrina práctica del derecho
y la moral, en cuanto también ella es doctrina del derecho, pero teórica(por
consiguiente no puede existir ningún conflicto entre la práctica y a teoría)”[4].
“Obra
de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de
cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un
medio”[5].
Mucho ya se ha comentado, y por
diversos autores, sobre la cuestión epistemológica en Immanuel Kant; muchos
también lo han desarrollado desde el punto de vista ético-moral, pero el
problema de hoy no es sino la combinación de estos dos temas de él filósofo, y
trasladarlo a la filosofía del derecho, bien también al fenómeno jurídico hoy,
y en su esencia; Cuestión anterior que Kant nos negaría absolutamente,
diciéndonos majaderamente que jamás será posible conocer la esencia de las
cosas a partir de lo sensible, vale decir, jamás será posible des-cubrir las
cosas en sí mismas. Muy bien, ya planteado el primer problema a desarrollar
para erguir un desarrollo y conclusiones, en lo posible, sobre la cuestión mocionada
anteriormente, pasaremos a urdir algún análisis sobre lo ya prematuramente expuesto
sobre el pensamiento de este autor. Pero antes, mencionar que los párrafos de
arriba no son sino los ejes y lineamientos que desarrollaremos en este trabajo
y que cimentarán las reflexiones aquí vertidas sobre el extenso y no poco
considerado pensamiento de Immanuel Kant.
Introducción epistemológica de Kant
Lo primero, sobre el conocimiento de
las cosas en sí mismas; Kant se propone distinguir la diferencia entre el conocimiento sensible y el conocimiento
inteligible. El contexto en el que se desenvuelve estos cuestionamientos y
pensamientos es la ilustración, y precisamente la por el autor denominada “Revolución Copernicana”[6],
cuyo objetivo índice será la superación del racionalismo y el empirismo, es
decir, el dogmatismo y el escepticismo. La primera diferencia que nuestro
filósofo plantea es que el conocimiento sensible se constituye por la receptividad de sujeto, que de cierta
manera se ve afectado por la presencia del objeto, y de esta manera, solo se
conoce al objeto como se le aparece al sujeto (uti apparent) y jamás como es el objeto en sí (sicuti sunt) y por lo tanto,
concluye Kant, solo se conocen como fenómenos,
es decir solo como se manifiestan o aparecen los objetos a los sujetos. Por
otra parte, el conocimiento intelectivo es una facultad o capacidad de
representar a aquellos aspectos de las
cosas u objetos que, por su misma naturaleza, no se pueden captar mediante los
sentidos. Estas cosas captadas por el intelecto Kant las llama noúmenos, palabra que viene del griego noein, que significa pensar, al ser captadas
por el intelecto por tanto son supra sensoriales. Esta distinción está dada en
el capítulo de la crítica de la razón pura, llamado La estética trascendental, se llama de esta manera porque el autor
considera el sentido antiguo de la palabra estética, vale decir, del griego,
donde etimológicamente significaba sensación. Entonces Kant plantea que
mediante el conocimiento sensible no captamos el objeto en sí, sino tal como se
nos aparece; lo anterior es porque la sensación es una modificación que el
objeto produce sobre el sujeto. Al primer conocimiento, o sea al inmediato,
Kant le llama intuición, y distingue entre dos de estas: La intuición empírica y la intuición pura. La primera donde es en
la que están presentes de forma concreta las sensaciones, mientras que la
segunda es aquella en la que la forma de la sensibilidad se da sin la
materia. Kant le concede a los
empiristas que el ser humano conoce solo a través de los sentidos pero hace la
siguiente distinción: dice Kant que la forma del conocimiento sensible depende
de nosotros, ya que son ordenados por
nosotros, y la forma es el modo de funcionar de nuestra sensibilidad, por ende
es a priori para nosotros. Mientras
que el contenido no depende de nosotros, sino que nos es dado. Ahora bien, ya
sabemos que las intuiciones, de los dos tipos, empíricas y puras, son
conocimientos sensibles, empero, ¿Cómo podemos captar las cosas en sí?, para
esto Kant elabora una respuesta, respuesta que tomaremos más adelante; la
respuesta que nos plantea el filósofo es que los objetos en sí sólo pueden ser
captados por una intuición originaria, que no es propia de nuestro intelecto,
Kant le pone nombre a esta: tal intuición es Dios. Es aquí donde surge el
primer cuestionamiento: ¿Por qué Dios puede conocer las cosas en sí? . Kant
manifiesta que sólo Dios puede conocer las cosas en su esencia producto de que
para conocer la esencia de las cosas se deben conocer desde sus orígenes, por
ende, solo hay uno que conoce el principio vernáculo de las cosas, ya que ha
sido quien creó las mismas cosas, y ese es Dios. Veamos ahora lo siguiente,
esta intuición intelectual conocedora de las cosas en sí mismas, según Kant, se
halla Absolutamente fuera de nuestra
facultad cognoscitiva. Y es a través
de este juicio que Kant rechaza una concepción positiva del concepto de
noúmeno. Kant distingue entre noúmeno en sentido positivo y noúmeno en sentido
negativo. El sentido negativo se refiere a la cosa como puede ser pensada sin
relación alguna con nuestra manera de intuir. Por otra parte el noúmeno en
sentido positivo sería el objeto de una intuición intelectiva. Pero como Kant
descarta que el ser humano pueda tener aquella facultad, él se queda con el sentido
negativo del concepto de noúmeno.
Desarrollo del problema
Hagamos ahora un análisis. En el
párrafo tres de los extractos primeros de los libros del autor, el mismo versa
que el concepto de noúmeno, no solo es problemático, como aquí lo vimos, sino
también es inevitable. Esta última palabra quiero meditar más, inevitable
quiere decir perentorio, inminente, improrrogable, es decir: necesario. Por lo
anterior el noúmeno, que es lo que no está al alcance de nuestros sentidos y
con lo que, en palabras de Kant, “no se
transa”, es un elemento necesario en la filosofía kantiana, pero además,
según el autor, en nuestro conocer. Hagamos una relación ahora con el párrafo
dos de la primera pagina, este que dice que ni Dios, ni la libertad, ni la
inmortalidad del alma están sujetas a la razón práctica, es obvio por qué,
debido a que no están sometidas ni al alcance de la intuición sensible, por
ende pertenecen a los elementos del noúmeno. Pero ¿por qué serán tan
inevitables o necesarios?, lo son primero porque deben ser principios in
enajenables ni inapelables en una discusión o convencimiento personal, ya que
son constitutivos del género humano y dan trascendencia a este. No obstante lo
anterior, este no es el único argumento por el que son necesarios, sobre todo
Dios, que es el que nos interesa en este primer momento. Dios es absolutamente
necesario ya que representa un eje ordenador dentro del mundo y la naturaleza y
allí donde no existen fundamentos colaterales que justifiquen nuestro actuar
moral, existe Dios. Me explico, el imperativo hipotético es una ley que está
sujeta a una clausula consecuencial, vale decir, a un hecho, situación o
consideración futura que justifique y mueva mi actuar, y es por eso que Kant la
rechaza tajantemente, diciendo que nos es una ley que actúe por el deber, sino que solo puede actuar con el deber, o sea, en conformidad con este, pero no desde este
como fundamento y fuente motivadora. Entonces nos queda que el imperativo
categórico no posee argumentos ni justificaciones colaterales, más allá de el
cumplimiento del deber como principio máximo, pero uno puede entrar a
cuestionar, por qué existe ese afán de cumplir el deber, allí Kant nos
contestaría posiblemente que es porque la razón práctica en la reflexión insto
a la voluntad para que ejecute determinado acto que va en pos del bien. Sin
embargo aquí nos cabe otro cuestionamiento, y es que, cómo sabemos nosotros,
quién nos dice que es el bien y que no; entonces ahí nos cabe precisamente
Dios, quién mejor que él que ha sido quien ha creado y por tanto quien conoce;
quién mejor que él, irreprochable; quién mejor que él, que su existencia es
incuestionable porque es ajeno a nuestra intuición sensible y hay de aquel que
se atreva cuestionar su existencia, porque si lo hace no ha comprendido nada de
nuestro conocer, y nuestros mecanismos para esto. De esta manera nuestro
filósofo deja una estructura redonda y con sus piezas bien encajadas, antes que
sigan los cuestionamientos al imperativo categórico, le puso un paragón
incuestionable y que por lo demás es absolutamente coherente con la parte
epistemológica de su filosofía. En consecuencia es Dios quien en último (o
primer) término nos guía en el camino del discernimiento entre lo bueno y lo
malo, lo moral y lo falto de esta. Así ya hemos desnudado una parte de la
filosofía kantiana, filosofía que pretendía derivar de la naturaleza humana, de
esa capacidad de racionalidad, los principios morales y jurídicos; y que no
hace más que en última instancia sujetarse y sostenerse en la figura de Dios,
dejando como aparentes estas intenciones científicas y engorrosas, pero
subyaciendo en ellas el buen Dios, que nos viene a salvar cuando son muchas las
preguntas.
Kant en la crítica de la razón práctica
distingue entre dos juicios y postula un tercero. El primero es el juicio
analítico. Éste lo formulamos a priori, sin necesidad de apelar a la
experiencia, por lo tanto es universal y es necesaria. No obstante, no amplia
el conocimiento. Por el otro lado existe el juicio sintético, el cual, a
diferencia del anterior, siempre amplia el conocer, ya que siempre le manifiesta
al sujeto algo nuevo, o sea, algo que no era implícito a él. Sin embargo se
basan en la experiencia y en consecuencia no son universales. Nuestro filósofo
propone un tercer juicio, como lo decíamos anteriormente, este es el juicio sintético a priori, este tiene la
particularidad de ser sintético, vale decir, que proporciona nuevo
conocimiento, y a la vez a priori o puro, o sea que no está sujeto a
experimentación, sino que es universal y necesario. Kant dice que en este se
basa la ciencia. El análisis siguiente es conseguir distinguir en cuál de estas
esferas está presente el juicio moral y el del derecho. Primero analicemos las
características de lo que debe ser un juicio moral. Éste debe tener como
característica, según Kant, la universalidad, o sea, no debe estar sujeto a las
particularidades ni a las acciones o consecuencias hipotéticas que se susciten,
sino que debe preexistir a la acción o ejecución misma del acto moral, es por
esto que se dice que debe ser universal. Ya podemos dejar de lado el juicio
sintético a posteriori, llamémoslo, quiere decir, el sujeto a la experiencia.
Entre las opciones restantes quedan el juicio analítico y el juicio sintético a
priori; recordemos que la diferencia sustancial entre ambos es que mientras el
primero no produce nuevo conocimiento ya que su sujeto y predicado son
equivalentes, el segundo si produce nuevo conocimiento. Ahora bien, la ley
(moral o jurídica) ontológicamente nos remite a un deber en sí misma, es decir,
como los manifiesta el articulo número uno del código civil chileno: “La ley es una declaración de la voluntad
soberana que, manifestada en la forma prescrita por la Constitución, manda,
prohíbe o permite”[7].
Es decir se remite a una obligación en sí misma, por ende, ontológicamente
la ley pertenecería a los juicios de carácter analítico, ya que su sujeto y
predicado son, como decíamos, equivalentes, ya que decir que la ley obliga, o
que la ley manda, es casi innecesario, porque en sí misma se contempla esa
acción imperativa. Hasta aquí este análisis.
Para Kant, la moral y el derecho,
tienen un fundamento común, que es la razón práctica, que surge del sentimiento
y de la voluntad. Esta razón es autónoma,
esto quiere decir, que el hombre encuentra la ley de sus acciones en su propia
razón práctica. Razón práctica que posee como principio fundamental la
libertad. Kant plantea que él no puede admitir ni a Dios, ni a la libertad, ni
a la inmortalidad del alma, para el uso de la razón práctica. Lo anterior
porque no puede alcanzar el conocimiento pleno (en esencia) de los elementos
anteriores a través de una razón práctica. No obstante, esta misma razón posee
como lineamiento principal para su autonomía el concepto de libertad. Entonces
entendamos bien esto, la libertad es necesaria y fundamental para la autonomía
de la acción, y más precisamente de la acción moral, empero, no podemos
conocerla, ya que nuestra facultades no están en condiciones, por así decirlo,
de alcanzarla. Eh aquí el segundo
concepto problemático, ya que recordemos que Dios era fundamental para nuestros
juicios morales, sin embargo es incognoscible para nosotros. Aquí pasa lo
mismo, ya no con el juicio moral, sino que con el acto moral, es necesaria la
libertad para que se consagre la autonomía de la acción, sin embargo no podemos
alcanzar a comprenderla ni conocerla en sí misma. Y nuevamente nos encontramos
con que ésta cumple la misma función que Dios: nos sirve para responder a
preguntas capciosas, y ponerle freno a los cuestionamientos que vociferan: ¿Por
qué se hace determinada acción moral?, y ¿por qué no hacemos otra? Entonces
aparece la libertad, nuevamente incuestionable y llega a salvaguardar y a sellar
este armazón filosófico, escudada en su “necesidad”.
Abordaremos aquí la conclusión central
del trabajo. Para esta volveremos a citar una frase del párrafo cuarto de la
primera página: “Por tanto, no puede
existir ningún conflicto entre la política, como doctrina práctica del derecho
y la moral, en cuanto también ella es doctrina del derecho, pero teórica”[8].
Si no bastó con consagrar a Dios como el inapelable e incognoscible fundador
(en último término) de los juicios morales, si no fue suficiente con que la
libertad fuera un elemento también in alcanzable al conocimiento humano, ya que
no poseíamos la facultad para conocer la esencia, ya que para conocer esta
misma se debe conocer el origen de ella, y aquel único de conocerla es por
tanto Dios. Si todo lo expuesto no es sobrado para la conclusión venidera, les
manifiesto la frase anterior, que está plasmada en “La Paz Perpetua”, y que a grito desnudo nos comunica que para
nuestro filósofo derecho y moral deben ir de la mano, y es más, entre
ellas “no puede existir ningún conflicto”[9].
Así pues Kant ,ahora si expreso y directo, nos dice que deben existir una serie
de principios a priori, vale decir, antes que las acciones morales puedan
concretarse, que ya estén establecidos y que jamás los separemos de la
práctica, porque estos provienen de nuestra voluntad autónomos, de nuestra
razón práctica y de nuestros sentidos (ámbito cognoscible) y de la libertad,
Dios y –para- la inmortalidad del alma (ámbito incognoscible), que pertenecen
al “orden del cielo estrellado”[10]
y que precisamente son noúmenos, o sea, inalcanzables a nuestros sentidos y
conocimientos, para que se haga imposible su negociación, sino que se
mantengan universales y necesarios. Y,
como lo manifiesta Carlos Pérez: “debe
ser, a la vez, completamente real para que haya una garantía efectiva de que
esa salvación es posible, y de que buscar la manera de obrar moralmente tiene
sentido”[11].
Vemos aquí un objetivo de la filosofía de Kant; veamos ahora el otro. En el
párrafo número cinco del comienzo de este trabajo dice: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la
persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca
solamente como un medio”[12].
Esta frase posee un sentido, quizá menos sacro-santo, pero a mi parecer, mucho más
importante, que es el de la “des-cosificación” del hombre, es decir, que no sea
tratado mas como un instrumento, ya sea mercantil, de producción, o de
cualquier otro tipo. Este último punto pudo haberlo dicho cualquier filósofo
y/o político marxista si ningún problema, y es Kant quien no solo se preocupa
de que el actuar moral y la ley solo sirva para cumplir fines extraterrenales,
sino que también se constituyan en proezas en este suelo, para dignificar a los
seres humanos y para hacer de la convivencia un encuentro más verdadero, más
sano y más equitativo, por cierto. Ya que el contemplar que todos debemos ser
considerados siempre como fines y nunca como medios, es un canto a la
emancipación del la explotación del hombre por el hombre, en palabras de Karl
Marx.
Conclusión
Finalmente podemos concluir y con
propiedad y fundamento ahora si decir, que Immanuel Kant es un iusnaturalista.
Esto porque cumple perfectamente con el criterio de identificación, ocuparemos
el criterio de identificación del profesor Carlos Santiago Nino, que nos
permite distinguir un iusnaturalista cuando cumple con las siguientes tesis:
1)
“Una
tesis de filosofía ética que sostiene que hay principios morales y de justicia
universalmente válidos y asequibles a la razón humana”[13]
.
2) “Una tesis acerca de la definición
del concepto de Derecho, según la cual un sistema normativo o una norma no
pueden ser calificados de jurídicos si contradicen aquellos principios morales
o de Justicia”[14].
Sabemos por lo anteriormente expuesto y
argumentado que efectivamente Kant, a lo largo de su vasta filosofía ha
sostenido que existen tales principios de carácter universal y que solo podemos
acceder a ellos a través de nuestra razón práctica. Y también sabemos, por el
análisis último, que nuestro filósofo manifiesta y expresamente nos dice que
siempre debe haber una correlación entre tales principios morales universales y
necesarios, y la legislación y práctica de las leyes.
Ahora bien, también, junto con
verificar su corriente iusnaturalista hemos de ponerle apellido a esta, ya que
no existe solo una vertiente del iusnaturalismo sino que por lo menos cuatro:
·
Iusnaturalismo
teológico.
·
Iusnaturalismo
Racionalista.
·
Iusnaturalismo
Histórico.
·
La
naturaleza de las cosas.
Por lo estudiado y aquí expuesto y
desarrollado, podemos distinguir a el filósofo Immanuel Kant como un
Iusnaturalista Racionalista. Esto significa, que creen que estos principios
universales y necesarios, que no se deben separar jamás de la legislación y de
la práctica jurídica, poseen su origen en la razón humana, en el caso de Kant,
lo manifiesta explícitamente, a través de la razón práctica. Para terminar, comprobaremos
todo esto a través de la respuesta que el filósofo hace a la pregunta ¿Qué es
el derecho en sí?, Kant dice: “La cuestión de saber si lo que prescriben las
leyes en un determinado tiempo y lugar es justo, la de dar por sí el criterio
general por cuyo medio puedan reconocerse los justo o lo injusto, nunca podrá
resolverlo (el jurisconsulto) a menos de dejar aparte estos principios
empíricos y buscar su origen en la sola razón, para establecer los fundamentos
de una legislación positiva posible”[15].
Bibliografía
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Kant,
Immanuel (1961). Crítica de la razón
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Kant,
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Kant,
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Reale,
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Pérez,
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-
Bello,
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Editorial Jurídica de Chile. P. 19
-
Santiago
Nino, Carlos (1995). Introducción al
Análisis del Derecho. Segunda edición. Buenos Aires: Editorial Astrea. P.
28.
[1]
Kant (2006), p. 7.
[2]
Kant (1961), p. 199.
[3] Reale (1995), p. 750.
[4] Kant (2001), p. 63
[5] Kant, Mare Nostrum Comunicación.
[6]
Kant (2006), p. 17.
[7]
Bello (2010), p. 19.
[8] Kant (2001), p. 63.
[9] Ídem.
[10]
Pérez (2005), p. 45.
[11] Ídem,
P. 52.
[12]
Kant, Mare Nostrum Comunicación.
[13]
Santiago Nino (1995), p. 28.
[14]
Ídem.
[15]
Kant (1968), p. 31.
martes, 28 de febrero de 2012
¿Por qué hablar lo vivido?. Lo que hacemos cuando Con-versamos [1]
Creo son pocas las oportunidades que tenemos para conversar estos temas. Es más, creo que no nos parecen importantes, casi indignos de ser tratados en una plática. Sin embargo, son estos lo momentos que hacen la diferencia y nos instan a la reflexión profunda, abstracta e inasible. Pero, ¿de qué hablaremos hoy?; ¿qué temáticas es posible abordar en nuestra reflexión?; quiero extenderles la invitación: la de abrirnos a conversar de la palabra, su significado, importancia y extensión.
Cada vez que podemos o queremos versamos. Pero ésta, la cuestión de hoy, nos sugiere algo mas profundo, y es el hablar en inter-relación. El co-hablar, vale decir, la manifestación mas allá de la individualidad. Conectarse y comunicarse, por cierto, con otro. Y en esta situación ser legítimos con nuestras diferencias, respetuosos y tolerantes (entendiendo la tolerancia positivamente, como mas que una mera aceptación, sino una colaboración mas allá de las cuestiones ideológicas y propiamente racionales; o sea, establecer una relación en confianza, por el solo hecho de considerar al otro como un legítimo otro y valorar su dimensión de experiencias e interpretaciones). Esto quiere decir con-versar.
Para desarrollar este proceso -puesto que conversar es más que un hecho o evento aislado, porque en él yace un andar en que vamos desarrollando esta habilidad, y por tanto nos vamos desarrollando como humanos también- es necesario, antes, erguir una seria de cosas y obviar una serie de trabas que nos condicionan para no tener una con-versación sensata y clara. Así pues, podemos encontrar que en la medida que conjugamos, vamos creando. Esta sentencia ya nos sugiere detenernos. Si aceptamos la consideración de que el ser humano es intrínsecamente un ser que crea, produce y reproduce, entenderemos y confiaremos también en la palabra como expresión artística y correlativamente nos podemos hacer cargo de una expresión hecha por el biólogo chileno Humberto Maturana, quien dice que lo que nos identifica como hombres es la capacidad innata de lenguajear y sensibilizar, y diremos, entonces, que la palabra cumple en su esencia estas dos capacidades innatas, pues comunica a través del lenguaje y manifiesta un estado de sensibilidad en su forma, al mismo tiempo que puede comunicar también la emocionalidad interior.
Creo que el ser humano realiza dos actividades exteriores globales durante su existencia: la primera es trabajar y la segunda es con-versar (lo que no es sino la manifestación explícita de nuestra naturaleza colectiva). El problema aparece cuando no con-versamos, y en nuestras palabras no participan ni sensibilidades ni visiones de mundo, en consecuencia no se conforma un ámbito de intimidad, sinceridad y reciproca confianza. En este mero hablar, la con-versación que pervive se vuelve un trámite más para desarrollar una actividad de necesidad, o una fútil; o urdir algún asunto que forma parte de la administración o el ajetreo laboral; o se convierte en un tramite y costumbre de "cortesía" pero que no trasciende en ninguno de los participantes de dicha con-versación. Ejemplo claro de lo anterior es la rutinaria frase "cómo estás", frase que ha perdido tanto valor que hoy, como decíamos anteriormente, es un mero tramite para introducir a una con-versación que no sabemos que futuro tendrá, es decir si habrá reciproca manifestación de mundos personales y sencibles, o solo continuará su devenir de tramite. Lo cierto es que no existe atención ni en la pregunta ni mucho menos en la respuesta, es decir, el que pregunta no piensa si quiera si desea saber cómo está la persona a la que se dirige, y por otro lado quien es interrogado o bien no reflexiona qué tal está su estado anímico y vida personal, o bien solo prefiere finalizar luego el tramite balbuceando un simple "bien" o "bien y tú", pues alguna respuesta que no exprese dicha o conformidad abre paso a alguna conversación más íntima que se considera no deseable. Así, la con-versación se enajena de uno de sus pilares esenciales: la sensibilidad y colaboración afectiva.
Sin embargo, existe otro ámbito de nuestra existencia, es la con-versación pura, legítima y plena, vale decir, el quehacer de la palabra. En ésta el devenir de los interlocutores, o el Dasein, como lo llamaba Martín Heidegger, se vuelve identidad entre entidades. Por tanto prevalece lo subjetivo, ya que cada hablar nos identifica, y cada conversación posee identidad y existencia propia en la búsqueda de una verdad. Pero esta verdad que se busca no es el fin de la conversación, sino que también es un medio para mantener el estado de con-versar; ergo compartir, des-cubrir y crear. así pues, esta verdad que se busca es un medio para incentivar y continuar la con-vivencia de la palabra y los discursos. Cada cual con su identidad y creación, pero en inter-relación con el otro, de tal manera que se produce un movimiento autopoietico y dialéctico que intercambia experiencias, pensamientos e ideologías; y por tanto no es sino un flujo efectivo de identidades.
Para el desarrollo de la con-versación en necesaria una primera disposición: escuchar. Ésto es hacer silencio. El silencio que nos invita a oír, el silencio que nos invita, también, a abrirnos al mundo, a nuestro alrededor; a experimentar y des-cubrir. Por ende en este quehacer llamado con-versar estamos llamados a compartir y ser receptores del experenciar del otro y de la realidad del mundo y de lo humano. Vicente Huidobro escribe en "Altazor":
Oír es oír, a través de los versos. Se trata de alcanzar lo que resplandece y que, a la luz de nuestro cotidiano, se nos escapa o permanecía oculto... oír, que es des-cubrir. Des-cubrir como la actividad de educarnos, vale decir, aprender, comprender, comprehender y sensibilizar en función de lo que nos rodea.
"Silencio. En este lado del mundo
Está naciendo un árbol".
Oír es oír, a través de los versos. Se trata de alcanzar lo que resplandece y que, a la luz de nuestro cotidiano, se nos escapa o permanecía oculto... oír, que es des-cubrir. Des-cubrir como la actividad de educarnos, vale decir, aprender, comprender, comprehender y sensibilizar en función de lo que nos rodea.
Hasta aquí ya tenemos dos actitudes instadas por la con-versación. Primero crear y segundo descubrir.
Si atendemos un poco una parte de la historia de la filosofía veremos que en la filosofía Presocrática ya la palabra era relevante, no sólo como actividad humana, sino también como actividad política. Es no obstante durante el apogeo sofista que la palabra asume un rol mas importante, aunque bastante deleznable, ya que dntro del concepto de virtud sofista o areté, la palabra era una virtud sólo en la medida en que se utilizaba con aptitudes y capacidades persuasivas. Empero, es la filosofía Ática la que entendía que la palabra poseía irrenunciablemente una condición o valor moralizante (entendiendo lo moralizante como aquella actividad de mostrar lo bueno y lo malo, la verdad y lo falso, del mundo y de lo humano, vale decir el profundo pensar de como se constituye y estructura la vida). Por ejemplo quisiera citar un extracto de u poema del autor chileno Alberto Carrizo en su obra "Los Andenes de la Memoria". Obra que esta dirigida a preservar la memoria y mantener viva la reflexión sobre la matanza de obreros de la salitrera en la escuela Santa María, a inicios del siglo pasado. El autor escribe:
"Por eso, asómbrate
Criatura de la presente hora,
Para que nunca olvides
Cuando descubras un nuevo planeta
Que la dignidad ya está habitada".
Aquí hallamos la dimensión moralizadora de la palabra. Aquí hallamos, en las palabras que el autor nos comparte, el como podemos, en la medida que conversamos y transmitimos, pronunciarnos frente a la vida, o bien frente a la muerte. "Por eso, asómbrate / criatura de la presente hora..." . En los versos citeriores, el autor hace un llamado a que atendamos lo que nos rodea, "por eso". Aquí nos invita a que meditemos sobre las situaciones humanas, o más bien inhumanas que acontecen. Pero también ese "por eso" nos insta a la acción, a que después de observar y deliberar nos manifestemos de alguna forma y que no nos desentendamos en el presente y en el futuro de lo que pueda ocurrir. Nos llama a asombrarnos. A que con esta actitud condenemos los hechos inhumanos. También nos extiende ese llamado a todos, a cualquiera y no sólo a quienes alguna cercanía en el tiempo los ata a este hecho, sino que además a los que vivimos en "la presente hora", porque asimismo en nuestra sociedad ocurren estas barbaries. Y finalmente sentencia el autor que en cualquier acto humano y cualquier nuevo planeta que descubramos, por ende, cualquier cosa que aprendamos y conozcamos debemos considerar aquello que a veces s nos olvida y es "Que la dignidad ya está habitada". Ésto se refiere a que la existencia humana y todo nuestro actuar contiene improrrogablemente, antes que todo, este principio. Entonces divisamos, gracias a las palabras del poeta, la función moralizadora de la palabra, su contenido y declaración.
Finalmente podemos concluir, en suma de la exposición anterior, que en la medida que con-versamos vamos desarrollando paralelamente una seria de actos de habla: socializar, crear, des-cubrir y moralizar. Todo esto ocurre cuando con-versamos de lo humano, de su esencia, cuidado y construcción. Todo esto, por supuesto, sobre el cimiento de la hermenéutica particular de cada convivencia discursiva.
sábado, 25 de febrero de 2012
Mientras pernocto en la desolación
El cariz de la cruenta condena
De esperar lo que tienes para mí,
Se queda en ascuas
cuando veo el verso
Y el anís de tu mirada
Imitando a la luna
En el cuarto de mi enloquecer.
Prendo mis ganas,
Apunto mis coplas
Y trenzo la aventura
Cada vez que las sombras
Se despejan por escuchar tu voz.
En ti vertí una vez
La historia de veinte cuatreros
Que empuñaron algunos recuerdos
Que con sabia alevosía
Aun persisten para mí…
Son cuatro noches en vilo,
Milenarios los silencios en nombre tuyo,
Y la substancia dulzona que me deja la espera
Hace que más te añore,
Y más te llame
Para contarte otra de aquellas historias
Que pienso mientras pernocto en la desolación.
miércoles, 22 de febrero de 2012
Compañero Cigarro
Trato de escabullirme en tus andanzas
Para preguntarle al sol por qué respiro;
Y tú, te arropas con las arterias de mi entibiecido
cuerpo,
Para hacerlas llegar a tu corazón.
Y afectar, de pasada, el mío.
Entre el cenicero y la tierra
No es mucha la diferencia,
Pues los dos van siendo lecho de lo que se calcina,
De pedazos de nuestra historia
Que se fracturan y desprenden,
Y los dos nos albergan como desecho de lo que quedó.
Compañero cigarro,
Es tan inexorable tu destino,
Que a veces te siento espejo entre el paisaje,
Es tan delicado tu fulgor,
Que a veces te siento como el amor.
domingo, 19 de febrero de 2012
Haber sido letra
Es el poeta el egoísta más profundo,
Que cubre de tinieblas los cerros
Cuando no se siente personaje.
Es el poeta el caudillo que más ama,
Cuando se entrega de cuerpo entero al papel
Sólo para decirle a aquel que lo extraña.
Quiero asumir que me asumo asumiéndote,
Más es la letra la que hoy te guarda,
Toca tus dedos, ansia tu cama,
Es la que grita cuanto te ama…
Y ésta es la pregunta de todo poeta:
¿No será más fácil haber sido letra?...
domingo, 12 de febrero de 2012
No te lo he quitado...
Jamás te he quitado un te amo,
Nunca lo ocultaría ante tu presencia.
Puedes asirte de mi último aliento si quieres
Pero no evitarás que la oración te acompañe;
No evitarás que me desgarre
Clamando tu auxilio,
Tu pecho
Y tu llave.
El Desalojo
Los caminos de los desalojos
Son los tropiezos fugases
De las ventanas y amarguras
Que destierran lo ventajoso.
El camino de las horas torpederas,
Donde la pregunta con que me acosas
Me sigue enloqueciendo,
Es el susurro que me insta a
seguir,
A seguir en silencio,
A seguir alucinando que
tristes son ellos
Que todo les pasa a ellos,
Y que ellos no podrán
entrometerse
Sino hasta que acaricien
El vidrio límpido
De mi rostro blanquecino
En barniz de ultratumba,
bañado.
Remolino de episodios cálidos
La ventaja del infierno es que escupe lo que come,
La sordera de tambores que aquí adentro se alborotan,
Mis cercanos no lo notan pero tú sabes que existe.
Lo que algún día me diste, hoy no quiero que arrebates,
Me desnutro en mil embates me fatigo de la ruina
No necesito vitamina, necesito que me hables;
Necesito que camines y me enseñes a mirar
Pues después de tanto llanto mi sazón volvió a nublar.
Conociste la mentira, por mi boca ella brotó,
Cientos de desilusiones a pesar de este amor,
Hoy ya no cuestiono nada, solo quiero que camines.
Cantos de afinadas voces atiborran mi cabeza
Sé que no es hoy la cerveza, sino otro estupefacto
Fueron las canciones, fue el simple sentir y el tacto.
Ni calmados ni muy graves fueron los últimos instantes,
Pero tanta calma me ofrendaron
Tanto amor en un solo instante…
Todo el planeta te estuve buscando
Todas las lunas observe trasnochando
Todos los perros intimidé observando
Y todos los días me sentí agonizando…
Llegaste a revolucionar mis pupilas,
Caminaste conmigo para que el desierto no me hirviera
Me perdonaste la vida, la rutina, la histeria…
De pronto
Suben las olas hacia mis pupilas
Y cuencas microscópicas
Atiborran mi frente;
La ciudad me azota,
Sus balas grises congelan mis parpados
Impertérrito en las veredas de mis manos
Asomo todo el bien que
me has hecho
Tanto es mío tu pecho y no quiero asfixiarlo
Congelado en tu aroma vivo profetizando
Palomo rebelde azul
Remolino de episodios cálidos y llenos de esperanza
Tantos son los motivos para estarte amando.
Miseria y martirio
Blasfeman las estrellas
Que te he perdido,
Se enteran los silencios
Que no me cobijas.
El martirio de los sonidos
indelebles
Se acentúa en mi garganta.
Brindan los enemigos de mis
sueños.
Se escuchan carcajadas de
las polvorientas bocas inescrupulosas.
La canción vigilante de mi
pueblo me empuja en la miseria;
En la miseria de mi alma de
secreta sangre
Donde se bañan los dolores
iracundos del solaje;
Y el rio me ha visto ser él…
sábado, 4 de febrero de 2012
En una misma gota de lluvia
Compañeros de vida,
Díganme cómo es que somos tan distintos,
Y a la vez tan iguales en un mismo segundo.
Díganme por qué la forma de amar
Se aleja tanto del fondo
En una misma gota de lluvia,
Y es perfecta en variadas hojas de otoño.
Somos todos un camino,
Expelemos diversidad.
Díganme si se ha perdido el coral de los cuerpos,
Que brindaba embriagado en el tejido de la noche,
Cuando los dedos de aquel otro que los miraba
Sentía deseo de sus rincones.
Señálenme apenas un ruido que nos distinga de los ángeles,
Cuéntenme un solo versículo sin que sientan necesidad.
Aterrorícense!,
Los gemidos son los mismos
En Santiago y en Roma.
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