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“La
razón humana tiene el destino singular, en uno de sus campos de conocimiento,
de hallarse acosada por cuestiones que no puede rechazar por ser planteadas por
la misma naturaleza de la razón, pero a las que tampoco puede responder por
sobrepasar todas sus facultades”.
“Yo
no puedo, pues, admitir Dios, la libertad y la inmortalidad del alma para el
necesario uso práctico de mi razón…Me ha sido, pues, preciso suprimir el saber
para dar lugar a la creencia”.
“El
concepto de noúmeno, tomado sólo de manera problemática, sigue siendo a pesar
de ello no solamente admisible, sino también inevitable, en la medida en que
sirve de límite a la sensibilidad”.
“La
moral es en sí misma una práctica en sentido objetivo, como el conjunto de
leyes incondicionalmente imperativas, según las cuales nosotros debemos actuar,
y, una vez el absurdo propio de este concepto de deber, es un evidente absurdo
querer sostener, sin embargo, que no se puede actuar…Por tanto, no puede
existir ningún conflicto entre la política, como doctrina práctica del derecho
y la moral, en cuanto también ella es doctrina del derecho, pero teórica(por
consiguiente no puede existir ningún conflicto entre la práctica y a teoría)”.
“Obra
de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de
cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un
medio”.
Mucho ya se ha comentado, y por
diversos autores, sobre la cuestión epistemológica en Immanuel Kant; muchos
también lo han desarrollado desde el punto de vista ético-moral, pero el
problema de hoy no es sino la combinación de estos dos temas de él filósofo, y
trasladarlo a la filosofía del derecho, bien también al fenómeno jurídico hoy,
y en su esencia; Cuestión anterior que Kant nos negaría absolutamente,
diciéndonos majaderamente que jamás será posible conocer la esencia de las
cosas a partir de lo sensible, vale decir, jamás será posible des-cubrir las
cosas en sí mismas. Muy bien, ya planteado el primer problema a desarrollar
para erguir un desarrollo y conclusiones, en lo posible, sobre la cuestión mocionada
anteriormente, pasaremos a urdir algún análisis sobre lo ya prematuramente expuesto
sobre el pensamiento de este autor. Pero antes, mencionar que los párrafos de
arriba no son sino los ejes y lineamientos que desarrollaremos en este trabajo
y que cimentarán las reflexiones aquí vertidas sobre el extenso y no poco
considerado pensamiento de Immanuel Kant.
Introducción epistemológica de Kant
Lo primero, sobre el conocimiento de
las cosas en sí mismas; Kant se propone distinguir la diferencia entre el conocimiento sensible y el conocimiento
inteligible. El contexto en el que se desenvuelve estos cuestionamientos y
pensamientos es la ilustración, y precisamente la por el autor denominada “Revolución Copernicana”,
cuyo objetivo índice será la superación del racionalismo y el empirismo, es
decir, el dogmatismo y el escepticismo. La primera diferencia que nuestro
filósofo plantea es que el conocimiento sensible se constituye por la receptividad de sujeto, que de cierta
manera se ve afectado por la presencia del objeto, y de esta manera, solo se
conoce al objeto como se le aparece al sujeto (uti apparent) y jamás como es el objeto en sí (sicuti sunt) y por lo tanto,
concluye Kant, solo se conocen como fenómenos,
es decir solo como se manifiestan o aparecen los objetos a los sujetos. Por
otra parte, el conocimiento intelectivo es una facultad o capacidad de
representar a aquellos aspectos de las
cosas u objetos que, por su misma naturaleza, no se pueden captar mediante los
sentidos. Estas cosas captadas por el intelecto Kant las llama noúmenos, palabra que viene del griego noein, que significa pensar, al ser captadas
por el intelecto por tanto son supra sensoriales. Esta distinción está dada en
el capítulo de la crítica de la razón pura, llamado La estética trascendental, se llama de esta manera porque el autor
considera el sentido antiguo de la palabra estética, vale decir, del griego,
donde etimológicamente significaba sensación. Entonces Kant plantea que
mediante el conocimiento sensible no captamos el objeto en sí, sino tal como se
nos aparece; lo anterior es porque la sensación es una modificación que el
objeto produce sobre el sujeto. Al primer conocimiento, o sea al inmediato,
Kant le llama intuición, y distingue entre dos de estas: La intuición empírica y la intuición pura. La primera donde es en
la que están presentes de forma concreta las sensaciones, mientras que la
segunda es aquella en la que la forma de la sensibilidad se da sin la
materia. Kant le concede a los
empiristas que el ser humano conoce solo a través de los sentidos pero hace la
siguiente distinción: dice Kant que la forma del conocimiento sensible depende
de nosotros, ya que son ordenados por
nosotros, y la forma es el modo de funcionar de nuestra sensibilidad, por ende
es a priori para nosotros. Mientras
que el contenido no depende de nosotros, sino que nos es dado. Ahora bien, ya
sabemos que las intuiciones, de los dos tipos, empíricas y puras, son
conocimientos sensibles, empero, ¿Cómo podemos captar las cosas en sí?, para
esto Kant elabora una respuesta, respuesta que tomaremos más adelante; la
respuesta que nos plantea el filósofo es que los objetos en sí sólo pueden ser
captados por una intuición originaria, que no es propia de nuestro intelecto,
Kant le pone nombre a esta: tal intuición es Dios. Es aquí donde surge el
primer cuestionamiento: ¿Por qué Dios puede conocer las cosas en sí? . Kant
manifiesta que sólo Dios puede conocer las cosas en su esencia producto de que
para conocer la esencia de las cosas se deben conocer desde sus orígenes, por
ende, solo hay uno que conoce el principio vernáculo de las cosas, ya que ha
sido quien creó las mismas cosas, y ese es Dios. Veamos ahora lo siguiente,
esta intuición intelectual conocedora de las cosas en sí mismas, según Kant, se
halla Absolutamente fuera de nuestra
facultad cognoscitiva. Y es a través
de este juicio que Kant rechaza una concepción positiva del concepto de
noúmeno. Kant distingue entre noúmeno en sentido positivo y noúmeno en sentido
negativo. El sentido negativo se refiere a la cosa como puede ser pensada sin
relación alguna con nuestra manera de intuir. Por otra parte el noúmeno en
sentido positivo sería el objeto de una intuición intelectiva. Pero como Kant
descarta que el ser humano pueda tener aquella facultad, él se queda con el sentido
negativo del concepto de noúmeno.
Desarrollo del problema
Hagamos ahora un análisis. En el
párrafo tres de los extractos primeros de los libros del autor, el mismo versa
que el concepto de noúmeno, no solo es problemático, como aquí lo vimos, sino
también es inevitable. Esta última palabra quiero meditar más, inevitable
quiere decir perentorio, inminente, improrrogable, es decir: necesario. Por lo
anterior el noúmeno, que es lo que no está al alcance de nuestros sentidos y
con lo que, en palabras de Kant, “no se
transa”, es un elemento necesario en la filosofía kantiana, pero además,
según el autor, en nuestro conocer. Hagamos una relación ahora con el párrafo
dos de la primera pagina, este que dice que ni Dios, ni la libertad, ni la
inmortalidad del alma están sujetas a la razón práctica, es obvio por qué,
debido a que no están sometidas ni al alcance de la intuición sensible, por
ende pertenecen a los elementos del noúmeno. Pero ¿por qué serán tan
inevitables o necesarios?, lo son primero porque deben ser principios in
enajenables ni inapelables en una discusión o convencimiento personal, ya que
son constitutivos del género humano y dan trascendencia a este. No obstante lo
anterior, este no es el único argumento por el que son necesarios, sobre todo
Dios, que es el que nos interesa en este primer momento. Dios es absolutamente
necesario ya que representa un eje ordenador dentro del mundo y la naturaleza y
allí donde no existen fundamentos colaterales que justifiquen nuestro actuar
moral, existe Dios. Me explico, el imperativo hipotético es una ley que está
sujeta a una clausula consecuencial, vale decir, a un hecho, situación o
consideración futura que justifique y mueva mi actuar, y es por eso que Kant la
rechaza tajantemente, diciendo que nos es una ley que actúe por el deber, sino que solo puede actuar con el deber, o sea, en conformidad con este, pero no desde este
como fundamento y fuente motivadora. Entonces nos queda que el imperativo
categórico no posee argumentos ni justificaciones colaterales, más allá de el
cumplimiento del deber como principio máximo, pero uno puede entrar a
cuestionar, por qué existe ese afán de cumplir el deber, allí Kant nos
contestaría posiblemente que es porque la razón práctica en la reflexión insto
a la voluntad para que ejecute determinado acto que va en pos del bien. Sin
embargo aquí nos cabe otro cuestionamiento, y es que, cómo sabemos nosotros,
quién nos dice que es el bien y que no; entonces ahí nos cabe precisamente
Dios, quién mejor que él que ha sido quien ha creado y por tanto quien conoce;
quién mejor que él, irreprochable; quién mejor que él, que su existencia es
incuestionable porque es ajeno a nuestra intuición sensible y hay de aquel que
se atreva cuestionar su existencia, porque si lo hace no ha comprendido nada de
nuestro conocer, y nuestros mecanismos para esto. De esta manera nuestro
filósofo deja una estructura redonda y con sus piezas bien encajadas, antes que
sigan los cuestionamientos al imperativo categórico, le puso un paragón
incuestionable y que por lo demás es absolutamente coherente con la parte
epistemológica de su filosofía. En consecuencia es Dios quien en último (o
primer) término nos guía en el camino del discernimiento entre lo bueno y lo
malo, lo moral y lo falto de esta. Así ya hemos desnudado una parte de la
filosofía kantiana, filosofía que pretendía derivar de la naturaleza humana, de
esa capacidad de racionalidad, los principios morales y jurídicos; y que no
hace más que en última instancia sujetarse y sostenerse en la figura de Dios,
dejando como aparentes estas intenciones científicas y engorrosas, pero
subyaciendo en ellas el buen Dios, que nos viene a salvar cuando son muchas las
preguntas.
Kant en la crítica de la razón práctica
distingue entre dos juicios y postula un tercero. El primero es el juicio
analítico. Éste lo formulamos a priori, sin necesidad de apelar a la
experiencia, por lo tanto es universal y es necesaria. No obstante, no amplia
el conocimiento. Por el otro lado existe el juicio sintético, el cual, a
diferencia del anterior, siempre amplia el conocer, ya que siempre le manifiesta
al sujeto algo nuevo, o sea, algo que no era implícito a él. Sin embargo se
basan en la experiencia y en consecuencia no son universales. Nuestro filósofo
propone un tercer juicio, como lo decíamos anteriormente, este es el juicio sintético a priori, este tiene la
particularidad de ser sintético, vale decir, que proporciona nuevo
conocimiento, y a la vez a priori o puro, o sea que no está sujeto a
experimentación, sino que es universal y necesario. Kant dice que en este se
basa la ciencia. El análisis siguiente es conseguir distinguir en cuál de estas
esferas está presente el juicio moral y el del derecho. Primero analicemos las
características de lo que debe ser un juicio moral. Éste debe tener como
característica, según Kant, la universalidad, o sea, no debe estar sujeto a las
particularidades ni a las acciones o consecuencias hipotéticas que se susciten,
sino que debe preexistir a la acción o ejecución misma del acto moral, es por
esto que se dice que debe ser universal. Ya podemos dejar de lado el juicio
sintético a posteriori, llamémoslo, quiere decir, el sujeto a la experiencia.
Entre las opciones restantes quedan el juicio analítico y el juicio sintético a
priori; recordemos que la diferencia sustancial entre ambos es que mientras el
primero no produce nuevo conocimiento ya que su sujeto y predicado son
equivalentes, el segundo si produce nuevo conocimiento. Ahora bien, la ley
(moral o jurídica) ontológicamente nos remite a un deber en sí misma, es decir,
como los manifiesta el articulo número uno del código civil chileno: “La ley es una declaración de la voluntad
soberana que, manifestada en la forma prescrita por la Constitución, manda,
prohíbe o permite”.
Es decir se remite a una obligación en sí misma, por ende, ontológicamente
la ley pertenecería a los juicios de carácter analítico, ya que su sujeto y
predicado son, como decíamos, equivalentes, ya que decir que la ley obliga, o
que la ley manda, es casi innecesario, porque en sí misma se contempla esa
acción imperativa. Hasta aquí este análisis.
Para Kant, la moral y el derecho,
tienen un fundamento común, que es la razón práctica, que surge del sentimiento
y de la voluntad. Esta razón es autónoma,
esto quiere decir, que el hombre encuentra la ley de sus acciones en su propia
razón práctica. Razón práctica que posee como principio fundamental la
libertad. Kant plantea que él no puede admitir ni a Dios, ni a la libertad, ni
a la inmortalidad del alma, para el uso de la razón práctica. Lo anterior
porque no puede alcanzar el conocimiento pleno (en esencia) de los elementos
anteriores a través de una razón práctica. No obstante, esta misma razón posee
como lineamiento principal para su autonomía el concepto de libertad. Entonces
entendamos bien esto, la libertad es necesaria y fundamental para la autonomía
de la acción, y más precisamente de la acción moral, empero, no podemos
conocerla, ya que nuestra facultades no están en condiciones, por así decirlo,
de alcanzarla. Eh aquí el segundo
concepto problemático, ya que recordemos que Dios era fundamental para nuestros
juicios morales, sin embargo es incognoscible para nosotros. Aquí pasa lo
mismo, ya no con el juicio moral, sino que con el acto moral, es necesaria la
libertad para que se consagre la autonomía de la acción, sin embargo no podemos
alcanzar a comprenderla ni conocerla en sí misma. Y nuevamente nos encontramos
con que ésta cumple la misma función que Dios: nos sirve para responder a
preguntas capciosas, y ponerle freno a los cuestionamientos que vociferan: ¿Por
qué se hace determinada acción moral?, y ¿por qué no hacemos otra? Entonces
aparece la libertad, nuevamente incuestionable y llega a salvaguardar y a sellar
este armazón filosófico, escudada en su “necesidad”.
Abordaremos aquí la conclusión central
del trabajo. Para esta volveremos a citar una frase del párrafo cuarto de la
primera página: “Por tanto, no puede
existir ningún conflicto entre la política, como doctrina práctica del derecho
y la moral, en cuanto también ella es doctrina del derecho, pero teórica”.
Si no bastó con consagrar a Dios como el inapelable e incognoscible fundador
(en último término) de los juicios morales, si no fue suficiente con que la
libertad fuera un elemento también in alcanzable al conocimiento humano, ya que
no poseíamos la facultad para conocer la esencia, ya que para conocer esta
misma se debe conocer el origen de ella, y aquel único de conocerla es por
tanto Dios. Si todo lo expuesto no es sobrado para la conclusión venidera, les
manifiesto la frase anterior, que está plasmada en “La Paz Perpetua”, y que a grito desnudo nos comunica que para
nuestro filósofo derecho y moral deben ir de la mano, y es más, entre
ellas “no puede existir ningún conflicto”.
Así pues Kant ,ahora si expreso y directo, nos dice que deben existir una serie
de principios a priori, vale decir, antes que las acciones morales puedan
concretarse, que ya estén establecidos y que jamás los separemos de la
práctica, porque estos provienen de nuestra voluntad autónomos, de nuestra
razón práctica y de nuestros sentidos (ámbito cognoscible) y de la libertad,
Dios y –para- la inmortalidad del alma (ámbito incognoscible), que pertenecen
al “orden del cielo estrellado”
y que precisamente son noúmenos, o sea, inalcanzables a nuestros sentidos y
conocimientos, para que se haga imposible su negociación, sino que se
mantengan universales y necesarios. Y,
como lo manifiesta Carlos Pérez: “debe
ser, a la vez, completamente real para que haya una garantía efectiva de que
esa salvación es posible, y de que buscar la manera de obrar moralmente tiene
sentido”.
Vemos aquí un objetivo de la filosofía de Kant; veamos ahora el otro. En el
párrafo número cinco del comienzo de este trabajo dice: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la
persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca
solamente como un medio”.
Esta frase posee un sentido, quizá menos sacro-santo, pero a mi parecer, mucho más
importante, que es el de la “des-cosificación” del hombre, es decir, que no sea
tratado mas como un instrumento, ya sea mercantil, de producción, o de
cualquier otro tipo. Este último punto pudo haberlo dicho cualquier filósofo
y/o político marxista si ningún problema, y es Kant quien no solo se preocupa
de que el actuar moral y la ley solo sirva para cumplir fines extraterrenales,
sino que también se constituyan en proezas en este suelo, para dignificar a los
seres humanos y para hacer de la convivencia un encuentro más verdadero, más
sano y más equitativo, por cierto. Ya que el contemplar que todos debemos ser
considerados siempre como fines y nunca como medios, es un canto a la
emancipación del la explotación del hombre por el hombre, en palabras de Karl
Marx.
Conclusión
Finalmente podemos concluir y con
propiedad y fundamento ahora si decir, que Immanuel Kant es un iusnaturalista.
Esto porque cumple perfectamente con el criterio de identificación, ocuparemos
el criterio de identificación del profesor Carlos Santiago Nino, que nos
permite distinguir un iusnaturalista cuando cumple con las siguientes tesis:
1)
“Una
tesis de filosofía ética que sostiene que hay principios morales y de justicia
universalmente válidos y asequibles a la razón humana”
.
2) “Una tesis acerca de la definición
del concepto de Derecho, según la cual un sistema normativo o una norma no
pueden ser calificados de jurídicos si contradicen aquellos principios morales
o de Justicia”.
Sabemos por lo anteriormente expuesto y
argumentado que efectivamente Kant, a lo largo de su vasta filosofía ha
sostenido que existen tales principios de carácter universal y que solo podemos
acceder a ellos a través de nuestra razón práctica. Y también sabemos, por el
análisis último, que nuestro filósofo manifiesta y expresamente nos dice que
siempre debe haber una correlación entre tales principios morales universales y
necesarios, y la legislación y práctica de las leyes.
Ahora bien, también, junto con
verificar su corriente iusnaturalista hemos de ponerle apellido a esta, ya que
no existe solo una vertiente del iusnaturalismo sino que por lo menos cuatro:
·
Iusnaturalismo
teológico.
·
Iusnaturalismo
Racionalista.
·
Iusnaturalismo
Histórico.
·
La
naturaleza de las cosas.
Por lo estudiado y aquí expuesto y
desarrollado, podemos distinguir a el filósofo Immanuel Kant como un
Iusnaturalista Racionalista. Esto significa, que creen que estos principios
universales y necesarios, que no se deben separar jamás de la legislación y de
la práctica jurídica, poseen su origen en la razón humana, en el caso de Kant,
lo manifiesta explícitamente, a través de la razón práctica. Para terminar, comprobaremos
todo esto a través de la respuesta que el filósofo hace a la pregunta ¿Qué es
el derecho en sí?, Kant dice: “La cuestión de saber si lo que prescriben las
leyes en un determinado tiempo y lugar es justo, la de dar por sí el criterio
general por cuyo medio puedan reconocerse los justo o lo injusto, nunca podrá
resolverlo (el jurisconsulto) a menos de dejar aparte estos principios
empíricos y buscar su origen en la sola razón, para establecer los fundamentos
de una legislación positiva posible”.
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