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lunes, 14 de mayo de 2012

¿POR QUÉ LA EDUCACIÓN DEBE SER GRATUITA DESDE LA PERSPECTIVA DE LOS DERECHOS SOCIALES?



La movilización social por la educación del año 2011 y la inminente continuación de éstas durante el transcurso del presente año nos han hecho reflexionar sobre la demanda de la consecución de una“Educación Pública, Gratuita y de Calidad”. En esta oportunidad analizaremos breve pero claramente la necesidad de la gratuidad en el sistema educacional, en tanto la educación es consagrada como un derecho social de los pueblos.

En primer lugar debemos entender que la Educación, así como otras necesidades humanas, es prioridad hoy por hoy para las familias, pues dice relación con el futuro bienestar del sujeto partícipe del sistema educacional, por tanto ésta debe ser preocupación fundamental del Estado, en su misión de urdir el bien común, y por ende la satisfacción y desarrollo personal del estudiante, y su construcción colectiva con su entorno social y medioambiental. Es por lo anterior que el Derecho a la Educación ha sido consagrado en las Constituciones del mundo y en los tratados internacionales que versan sobre Derechos Fundamentales.

No obstante lo anterior, ¿Puede la Educación ser considerada un asunto político y socialmente relevante si es relegado al mercado y por ende a lo que cada uno pueda comprar en él de acuerdo a su condición socio-económica?, ¡efectivamente no! Cuando es el Estado quien se hace cargo de garantizar el financiamiento educacional"se rompe el vínculo entre lo que cada uno puede pagar y lo que cada uno puede recibir"[1], y de éste modo es que se consagra como Derecho Social, y al mismo tiempo deber del Estado.


Este incumplimiento dice relación con un principio llamado Principio de Subsidiariedad, que a lo largo de los Derechos Fundamentales que se señalan en la constitución -principalmente en el Capítulo III- está presente. El origen de este principio está en algunos documentos pontificios, principalmente en la encíclicaQuadragesimo Anno de Pío XI, que señala que la “autoridad pública suprema” deje a las “asociaciones inferiores” aquellos temas en los cuales se perdería mucho tiempo o impediría cumplir con mayor firmeza y eficacia las tareas de dirigir, vigilar, reprimir, etc. Ésta encíclica señala claramente que las “asociaciones inferiores”, es decir los grupos intermedios y los privados, desarrollen los temas ajenos a la tradicional concepción de la función de gobierno, como por ejemplo, la Educación.[2]

Más allá de este principio, debemos recordar lo dispuesto por el Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos, Sociales y culturales, “Protocolo de San Salvador” en el artículo 13 sobre el Derecho a la Educación, el cual señala que los estados presentes a ese Protocolo (entre ellos Chile) deben hacer un sistema gratuito para su pueblo, y en relación a la Educación Superior señala que debe existir una “implantación progresiva de la enseñanza gratuita”[3]. Finalmente agrega el artículo 13 número 5: "Nada de lo dispuesto en este Protocolo se interpretará como una restricción de la libertad de los particulares y entidades para establecer y dirigir instituciones de enseñanza, de acuerdo con la legislación interna de los Estados partes"[4].

Lo anterior debemos vincularlo con el art. 5 inc. 2 de nuestra Constitución Política, que señala que el Estado no sólo debe respetar estos tratados, sino que además debe promoverlos.

Si atendemos lo expuesto, vale decir la importancia de la Educación como Derecho Social y por tanto Gratuita y financiada por el Estado, y en adición a esto lo que nos llama a hacer el Protocolo de San Salvador, concluiremos que el Estado está obligado a destinar el máximo de sus recursos para la satisfacción gratuita del Derecho a la Educación, y que –por el contrario- sus recursos no vayan a parar a universidades privadas ilegales (pues poseen fines del lucro), y que además tienen dudosa calidad.

El problema aquí no es si un particular puede proveer o no bienes públicos, sino que si el Estado y el Gobierno están o no cumpliendo su deber jurídico y político de satisfacer gratuitamente el Derecho a la Educación.

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[1] ATRIA, Fernando. Financiamiento de la Educación Superior, Entre Créditos e Impuestos. Chile. 2012. p. 5.

[2] RUIZ-TAGLE, Pablo, y CRISTI, Renato. La República en Chile. Editorial LOM. Chile. 2008. p. 329.

[3] Protocolo de San Salvador, art. 13, número 3 letra c.

[4] Protocolo de San Salvador, art. 13, número 5.

lunes, 2 de abril de 2012

La Necesidad del Aire


Pido al cielo por los que no están
Rezo al suelo por los que se van...
Lamento todo lo que he causado
Lamento lo bueno,
Lamento lo malo...

Sembraré mi letanía en otro rumbo,
Uno más cómodo para los cautivos,
Quién más que el hombre se cree capaz,
Quién sino el hombre revive en mordaza, 
Es un cuchillo de acero 
Que destruye hasta lo que más ama... 


¿Qué  sabe dios de mis pecados?
¿Quién es el diablo cuando me duermo?
Puedo sentirme a gusto y desolado al mismo tiempo,
Pues es el descanso: la muerte,
Como un alivio a mis tormentos.
Sin embargo es ambivalente su sentido,
Pues mi cuerpo queda solo,
Perdido y estrecho
En el álgido vibrar del viento.

No entiendo en que me he convertido,
Como no existe refugio en mi mente,
Como mis seres cálidos no me han sentido,
Y más me duele la nostalgia y el recuerdo.
Será la inalienable necesidad de verte;
Será el agitar de mis sentidos;
Será la lucha perenne de mi silencio,
O tal vez algún canario herido
Que no encuentra más sigilo que la muerte.

Este canario es como mi pecho:
Inasible en su tozudo desconsuelo.
Pero que se reinventa al tenerte,
Y se vuelve ávido de sueños.
Y para, porque cree que es mejor no seguir,
Porque las manos de los tibios lo sostienen.
Y así se derrama como un lago,
Sobre lo vacía y distante que es la muerte
Para quien no ha experimentado la vida.

Empero, de pronto nota que alguien lo divisa.
Es extraño, pero lo siente cerca,
Se da cuenta que no es más que el viento
Que llora a mares por la impertérrita partida.
Es así como reacciona y vuelve a repensar sus metas,
Vuelve a re-considerar a los tibios,
Que esta vez lo acompañan en su muerte.

Y se da cuenta de la verdad,
De la necesidad del aire para con su espíritu,
Porque él es un ser igual que aquel
Que entregó la vida por los desposeídos;
Pero más lento, y más tonto,
Más limitado y corrompido.
No obstante un ser-humano
Que el viento necesita en este dinámico nido.

domingo, 1 de abril de 2012

No pierdas tu tiempo...

No pierdas tu tiempo...
Sigue el recorrido
Que alguna vez en la infancia
Te trazaron tus juguetes.
No pierdas el tiempo
El aire te asfixia...
Y yo te ahogo sin miramiento,
En los anales de la vida, 
Sin miramiento...

miércoles, 29 de febrero de 2012

Lamento simple del que espera...


Quiero hacerte el amor,
Es así de simple;
Quiero que me toques,
Que me prestes tibio albergue.


Necesito verte, rostro.
No tortures al tiempo,
Que ya suficiente a vivido
Para vernos juntos...


A tu recóndito aprecio por mis ojos,
Le escribo;
A tu soberana decisión,
Me entrego...


No quiero ser una pieza más de la historia a la que perteneces,
Que te inunda,
Que te atesta en sufrimiento.
Quiero ser un cambio,
Quiero ser...
La golondrina que hace tu verano,
El fogón mustio que despeja tu lamento...
Quiero ser ese eterno compañero...




El Iusnaturalismo Racionalista de Kant: Dios y Libertad


VISITAR LA SEGUNDA EDICIÓN (2014), TAMBIÉN PRESENTE EN ESTE BLOG. 

“La razón humana tiene el destino singular, en uno de sus campos de conocimiento, de hallarse acosada por cuestiones que no puede rechazar por ser planteadas por la misma naturaleza de la razón, pero a las que tampoco puede responder por sobrepasar todas sus facultades”[1].


“Yo no puedo, pues, admitir Dios, la libertad y la inmortalidad del alma para el necesario uso práctico de mi razón…Me ha sido, pues, preciso suprimir el saber para dar lugar a la creencia”[2].


“El concepto de noúmeno, tomado sólo de manera problemática, sigue siendo a pesar de ello no solamente admisible, sino también inevitable, en la medida en que sirve de límite a la sensibilidad”[3].


“La moral es en sí misma una práctica en sentido objetivo, como el conjunto de leyes incondicionalmente imperativas, según las cuales nosotros debemos actuar, y, una vez el absurdo propio de este concepto de deber, es un evidente absurdo querer sostener, sin embargo, que no se puede actuar…Por tanto, no puede existir ningún conflicto entre la política, como doctrina práctica del derecho y la moral, en cuanto también ella es doctrina del derecho, pero teórica(por consiguiente no puede existir ningún conflicto entre la práctica y a teoría)”[4].


“Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”[5].  



Mucho ya se ha comentado, y por diversos autores, sobre la cuestión epistemológica en Immanuel Kant; muchos también lo han desarrollado desde el punto de vista ético-moral, pero el problema de hoy no es sino la combinación de estos dos temas de él filósofo, y trasladarlo a la filosofía del derecho, bien también al fenómeno jurídico hoy, y en su esencia; Cuestión anterior que Kant nos negaría absolutamente, diciéndonos majaderamente que jamás será posible conocer la esencia de las cosas a partir de lo sensible, vale decir, jamás será posible des-cubrir las cosas en sí mismas. Muy bien, ya planteado el primer problema a desarrollar para erguir un desarrollo y conclusiones, en lo posible, sobre la cuestión mocionada anteriormente, pasaremos a urdir algún análisis sobre lo ya prematuramente expuesto sobre el pensamiento de este autor. Pero antes, mencionar que los párrafos de arriba no son sino los ejes y lineamientos que desarrollaremos en este trabajo y que cimentarán las reflexiones aquí vertidas sobre el extenso y no poco considerado pensamiento de Immanuel Kant.


  

Introducción epistemológica de Kant

Lo primero, sobre el conocimiento de las cosas en sí mismas; Kant se propone distinguir la diferencia entre el conocimiento sensible y el conocimiento inteligible. El contexto en el que se desenvuelve estos cuestionamientos y pensamientos es la ilustración, y precisamente la por el autor denominada “Revolución Copernicana”[6], cuyo objetivo índice será la superación del racionalismo y el empirismo, es decir, el dogmatismo y el escepticismo. La primera diferencia que nuestro filósofo plantea es que el conocimiento sensible se constituye por la receptividad de sujeto, que de cierta manera se ve afectado por la presencia del objeto, y de esta manera, solo se conoce al objeto como se le aparece al sujeto (uti apparent) y jamás como es el objeto en sí (sicuti sunt)  y por lo tanto, concluye Kant, solo se conocen como fenómenos, es decir solo como se manifiestan o aparecen los objetos a los sujetos. Por otra parte, el conocimiento intelectivo es una facultad o capacidad de representar  a aquellos aspectos de las cosas u objetos que, por su misma naturaleza, no se pueden captar mediante los sentidos. Estas cosas captadas por el intelecto Kant las llama noúmenos,  palabra que viene del griego noein, que significa pensar, al ser captadas por el intelecto por tanto son supra sensoriales. Esta distinción está dada en el capítulo de la crítica de la razón pura, llamado La estética trascendental, se llama de esta manera porque el autor considera el sentido antiguo de la palabra estética, vale decir, del griego, donde etimológicamente significaba sensación. Entonces Kant plantea que mediante el conocimiento sensible no captamos el objeto en sí, sino tal como se nos aparece; lo anterior es porque la sensación es una modificación que el objeto produce sobre el sujeto. Al primer conocimiento, o sea al inmediato, Kant le llama intuición, y distingue entre dos de estas: La intuición empírica y la intuición pura. La primera donde es en la que están presentes de forma concreta las sensaciones, mientras que la segunda es aquella en la que la forma de la sensibilidad se da sin la materia.  Kant le concede a los empiristas que el ser humano conoce solo a través de los sentidos pero hace la siguiente distinción: dice Kant que la forma del conocimiento sensible depende de nosotros, ya que son ordenados por nosotros, y la forma es el modo de funcionar de nuestra sensibilidad, por ende es a priori para nosotros. Mientras que el contenido no depende de nosotros, sino que nos es dado. Ahora bien, ya sabemos que las intuiciones, de los dos tipos, empíricas y puras, son conocimientos sensibles, empero, ¿Cómo podemos captar las cosas en sí?, para esto Kant elabora una respuesta, respuesta que tomaremos más adelante; la respuesta que nos plantea el filósofo es que los objetos en sí sólo pueden ser captados por una intuición originaria, que no es propia de nuestro intelecto, Kant le pone nombre a esta: tal intuición es Dios. Es aquí donde surge el primer cuestionamiento: ¿Por qué Dios puede conocer las cosas en sí? . Kant manifiesta que sólo Dios puede conocer las cosas en su esencia producto de que para conocer la esencia de las cosas se deben conocer desde sus orígenes, por ende, solo hay uno que conoce el principio vernáculo de las cosas, ya que ha sido quien creó las mismas cosas, y ese es Dios. Veamos ahora lo siguiente, esta intuición intelectual conocedora de las cosas en sí mismas, según Kant, se halla  Absolutamente fuera de nuestra facultad cognoscitiva. Y es a través de este juicio que Kant rechaza una concepción positiva del concepto de noúmeno. Kant distingue entre noúmeno en sentido positivo y noúmeno en sentido negativo. El sentido negativo se refiere a la cosa como puede ser pensada sin relación alguna con nuestra manera de intuir. Por otra parte el noúmeno en sentido positivo sería el objeto de una intuición intelectiva. Pero como Kant descarta que el ser humano pueda tener aquella facultad, él se queda con el sentido negativo del concepto de noúmeno.



Desarrollo del problema

Hagamos ahora un análisis. En el párrafo tres de los extractos primeros de los libros del autor, el mismo versa que el concepto de noúmeno, no solo es problemático, como aquí lo vimos, sino también es inevitable. Esta última palabra quiero meditar más, inevitable quiere decir perentorio, inminente, improrrogable, es decir: necesario. Por lo anterior el noúmeno, que es lo que no está al alcance de nuestros sentidos y con lo que, en palabras de Kant, “no se transa”, es un elemento necesario en la filosofía kantiana, pero además, según el autor, en nuestro conocer. Hagamos una relación ahora con el párrafo dos de la primera pagina, este que dice que ni Dios, ni la libertad, ni la inmortalidad del alma están sujetas a la razón práctica, es obvio por qué, debido a que no están sometidas ni al alcance de la intuición sensible, por ende pertenecen a los elementos del noúmeno. Pero ¿por qué serán tan inevitables o necesarios?, lo son primero porque deben ser principios in enajenables ni inapelables en una discusión o convencimiento personal, ya que son constitutivos del género humano y dan trascendencia a este. No obstante lo anterior, este no es el único argumento por el que son necesarios, sobre todo Dios, que es el que nos interesa en este primer momento. Dios es absolutamente necesario ya que representa un eje ordenador dentro del mundo y la naturaleza y allí donde no existen fundamentos colaterales que justifiquen nuestro actuar moral, existe Dios. Me explico, el imperativo hipotético es una ley que está sujeta a una clausula consecuencial, vale decir, a un hecho, situación o consideración futura que justifique y mueva mi actuar, y es por eso que Kant la rechaza tajantemente, diciendo que nos es una ley que actúe por el deber, sino que solo  puede actuar con el deber, o sea, en conformidad con este, pero no desde este como fundamento y fuente motivadora. Entonces nos queda que el imperativo categórico no posee argumentos ni justificaciones colaterales, más allá de el cumplimiento del deber como principio máximo, pero uno puede entrar a cuestionar, por qué existe ese afán de cumplir el deber, allí Kant nos contestaría posiblemente que es porque la razón práctica en la reflexión insto a la voluntad para que ejecute determinado acto que va en pos del bien. Sin embargo aquí nos cabe otro cuestionamiento, y es que, cómo sabemos nosotros, quién nos dice que es el bien y que no; entonces ahí nos cabe precisamente Dios, quién mejor que él que ha sido quien ha creado y por tanto quien conoce; quién mejor que él, irreprochable; quién mejor que él, que su existencia es incuestionable porque es ajeno a nuestra intuición sensible y hay de aquel que se atreva cuestionar su existencia, porque si lo hace no ha comprendido nada de nuestro conocer, y nuestros mecanismos para esto. De esta manera nuestro filósofo deja una estructura redonda y con sus piezas bien encajadas, antes que sigan los cuestionamientos al imperativo categórico, le puso un paragón incuestionable y que por lo demás es absolutamente coherente con la parte epistemológica de su filosofía. En consecuencia es Dios quien en último (o primer) término nos guía en el camino del discernimiento entre lo bueno y lo malo, lo moral y lo falto de esta. Así ya hemos desnudado una parte de la filosofía kantiana, filosofía que pretendía derivar de la naturaleza humana, de esa capacidad de racionalidad, los principios morales y jurídicos; y que no hace más que en última instancia sujetarse y sostenerse en la figura de Dios, dejando como aparentes estas intenciones científicas y engorrosas, pero subyaciendo en ellas el buen Dios, que nos viene a salvar cuando son muchas las preguntas.


Kant en la crítica de la razón práctica distingue entre dos juicios y postula un tercero. El primero es el juicio analítico. Éste lo formulamos a priori, sin necesidad de apelar a la experiencia, por lo tanto es universal y es necesaria. No obstante, no amplia el conocimiento. Por el otro lado existe el juicio sintético, el cual, a diferencia del anterior, siempre amplia el conocer, ya que siempre le manifiesta al sujeto algo nuevo, o sea, algo que no era implícito a él. Sin embargo se basan en la experiencia y en consecuencia no son universales. Nuestro filósofo propone un tercer juicio, como lo decíamos anteriormente, este es el juicio sintético a priori, este tiene la particularidad de ser sintético, vale decir, que proporciona nuevo conocimiento, y a la vez a priori o puro, o sea que no está sujeto a experimentación, sino que es universal y necesario. Kant dice que en este se basa la ciencia. El análisis siguiente es conseguir distinguir en cuál de estas esferas está presente el juicio moral y el del derecho. Primero analicemos las características de lo que debe ser un juicio moral. Éste debe tener como característica, según Kant, la universalidad, o sea, no debe estar sujeto a las particularidades ni a las acciones o consecuencias hipotéticas que se susciten, sino que debe preexistir a la acción o ejecución misma del acto moral, es por esto que se dice que debe ser universal. Ya podemos dejar de lado el juicio sintético a posteriori, llamémoslo, quiere decir, el sujeto a la experiencia. Entre las opciones restantes quedan el juicio analítico y el juicio sintético a priori; recordemos que la diferencia sustancial entre ambos es que mientras el primero no produce nuevo conocimiento ya que su sujeto y predicado son equivalentes, el segundo si produce nuevo conocimiento. Ahora bien, la ley (moral o jurídica) ontológicamente nos remite a un deber en sí misma, es decir, como los manifiesta el articulo número uno del código civil chileno: “La ley es una declaración de la voluntad soberana que, manifestada en la forma prescrita por la Constitución, manda, prohíbe o permite”[7]. Es decir se remite a una obligación en sí misma, por ende, ontológicamente la ley pertenecería a los juicios de carácter analítico, ya que su sujeto y predicado son, como decíamos, equivalentes, ya que decir que la ley obliga, o que la ley manda, es casi innecesario, porque en sí misma se contempla esa acción imperativa. Hasta aquí este análisis.


Para Kant, la moral y el derecho, tienen un fundamento común, que es la razón práctica, que surge del sentimiento y de la voluntad. Esta razón es autónoma, esto quiere decir, que el hombre encuentra la ley de sus acciones en su propia razón práctica. Razón práctica que posee como principio fundamental la libertad. Kant plantea que él no puede admitir ni a Dios, ni a la libertad, ni a la inmortalidad del alma, para el uso de la razón práctica. Lo anterior porque no puede alcanzar el conocimiento pleno (en esencia) de los elementos anteriores a través de una razón práctica. No obstante, esta misma razón posee como lineamiento principal para su autonomía el concepto de libertad. Entonces entendamos bien esto, la libertad es necesaria y fundamental para la autonomía de la acción, y más precisamente de la acción moral, empero, no podemos conocerla, ya que nuestra facultades no están en condiciones, por así decirlo, de alcanzarla.  Eh aquí el segundo concepto problemático, ya que recordemos que Dios era fundamental para nuestros juicios morales, sin embargo es incognoscible para nosotros. Aquí pasa lo mismo, ya no con el juicio moral, sino que con el acto moral, es necesaria la libertad para que se consagre la autonomía de la acción, sin embargo no podemos alcanzar a comprenderla ni conocerla en sí misma. Y nuevamente nos encontramos con que ésta cumple la misma función que Dios: nos sirve para responder a preguntas capciosas, y ponerle freno a los cuestionamientos que vociferan: ¿Por qué se hace determinada acción moral?, y ¿por qué no hacemos otra? Entonces aparece la libertad, nuevamente incuestionable y llega a salvaguardar y a sellar este armazón filosófico, escudada en su “necesidad”.


Abordaremos aquí la conclusión central del trabajo. Para esta volveremos a citar una frase del párrafo cuarto de la primera página: “Por tanto, no puede existir ningún conflicto entre la política, como doctrina práctica del derecho y la moral, en cuanto también ella es doctrina del derecho, pero teórica”[8]. Si no bastó con consagrar a Dios como el inapelable e incognoscible fundador (en último término) de los juicios morales, si no fue suficiente con que la libertad fuera un elemento también in alcanzable al conocimiento humano, ya que no poseíamos la facultad para conocer la esencia, ya que para conocer esta misma se debe conocer el origen de ella, y aquel único de conocerla es por tanto Dios. Si todo lo expuesto no es sobrado para la conclusión venidera, les manifiesto la frase anterior, que está plasmada en “La Paz Perpetua”, y que a grito desnudo nos comunica que para nuestro filósofo derecho y moral deben ir de la mano, y es más, entre ellas “no puede existir ningún conflicto”[9]. Así pues Kant ,ahora si expreso y directo, nos dice que deben existir una serie de principios a priori, vale decir, antes que las acciones morales puedan concretarse, que ya estén establecidos y que jamás los separemos de la práctica, porque estos provienen de nuestra voluntad autónomos, de nuestra razón práctica y de nuestros sentidos (ámbito cognoscible) y de la libertad, Dios y –para- la inmortalidad del alma (ámbito incognoscible), que pertenecen al “orden del cielo estrellado”[10] y que precisamente son noúmenos, o sea, inalcanzables a nuestros sentidos y conocimientos, para que se haga imposible su negociación, sino que se mantengan  universales y necesarios. Y, como lo manifiesta Carlos Pérez: “debe ser, a la vez, completamente real para que haya una garantía efectiva de que esa salvación es posible, y de que buscar la manera de obrar moralmente tiene sentido”[11]. Vemos aquí un objetivo de la filosofía de Kant; veamos ahora el otro. En el párrafo número cinco del comienzo de este trabajo dice: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”[12]. Esta frase posee un sentido, quizá menos sacro-santo, pero a mi parecer, mucho más importante, que es el de la “des-cosificación” del hombre, es decir, que no sea tratado mas como un instrumento, ya sea mercantil, de producción, o de cualquier otro tipo. Este último punto pudo haberlo dicho cualquier filósofo y/o político marxista si ningún problema, y es Kant quien no solo se preocupa de que el actuar moral y la ley solo sirva para cumplir fines extraterrenales, sino que también se constituyan en proezas en este suelo, para dignificar a los seres humanos y para hacer de la convivencia un encuentro más verdadero, más sano y más equitativo, por cierto. Ya que el contemplar que todos debemos ser considerados siempre como fines y nunca como medios, es un canto a la emancipación del la explotación del hombre por el hombre, en palabras de Karl Marx.


Conclusión

Finalmente podemos concluir y con propiedad y fundamento ahora si decir, que Immanuel Kant es un iusnaturalista. Esto porque cumple perfectamente con el criterio de identificación, ocuparemos el criterio de identificación del profesor Carlos Santiago Nino, que nos permite distinguir un iusnaturalista cuando cumple con las siguientes tesis:

   1)      “Una tesis de filosofía ética que sostiene que hay principios morales y de justicia universalmente válidos y asequibles a la razón humana”[13] .


2) “Una tesis acerca de la definición del concepto de Derecho, según la cual un sistema normativo o una norma no pueden ser calificados de jurídicos si contradicen aquellos principios morales o de Justicia”[14].

Sabemos por lo anteriormente expuesto y argumentado que efectivamente Kant, a lo largo de su vasta filosofía ha sostenido que existen tales principios de carácter universal y que solo podemos acceder a ellos a través de nuestra razón práctica. Y también sabemos, por el análisis último, que nuestro filósofo manifiesta y expresamente nos dice que siempre debe haber una correlación entre tales principios morales universales y necesarios, y la legislación y práctica de las leyes.

Ahora bien, también, junto con verificar su corriente iusnaturalista hemos de ponerle apellido a esta, ya que no existe solo una vertiente del iusnaturalismo sino que por lo menos  cuatro:

·         Iusnaturalismo teológico.
·         Iusnaturalismo Racionalista.
·         Iusnaturalismo Histórico.
·         La naturaleza de las cosas.



Por lo estudiado y aquí expuesto y desarrollado, podemos distinguir a el filósofo Immanuel Kant como un Iusnaturalista Racionalista. Esto significa, que creen que estos principios universales y necesarios, que no se deben separar jamás de la legislación y de la práctica jurídica, poseen su origen en la razón humana, en el caso de Kant, lo manifiesta explícitamente, a través de la razón práctica. Para terminar, comprobaremos todo esto a través de la respuesta que el filósofo hace a la pregunta ¿Qué es el derecho en sí?, Kant dice: “La cuestión de saber si lo que prescriben las leyes en un determinado tiempo y lugar es justo, la de dar por sí el criterio general por cuyo medio puedan reconocerse los justo o lo injusto, nunca podrá resolverlo (el jurisconsulto) a menos de dejar aparte estos principios empíricos y buscar su origen en la sola razón, para establecer los fundamentos de una legislación positiva posible”[15].


Bibliografía

-          Kant, Immanuel (2006). Crítica de la razón pura (traducción Pedro Ribas). España: Taurus. Prólogo a la primera edición Pp. 7-8. Capítulo III Pp. 7. 259-275.
-          Kant, Immanuel (1961). Crítica de la razón pura (traducción J. Perojo y J. Rovira). Buenos Aires: Losada. V.1, Pp. 127-146, 188-197. V.2, Pp. 9-26. 47-58, 163-169, 242-290.
-          Kant, Immanuel (1961). Crítica de la razón práctica (traducción J. Rovira). Buenos Aires: Losada. Pp. 7-18, 115-159, 171-173.
-          Kant, Immanuel (2001). La paz perpetua (traducción José Loya Mateos). Madrid: Mestas. Pp. 63-70.
-          Kant, Immanuel. Fundamentación de la metafísica de las costumbres (traducción Manuel García Morente), Capítulo Segundo. Mare Nostrum Comunicación.
-          Kant, Immanuel (1968). Principios metafísicos de la doctrina del derecho. México: Dirección general de publicaciones. Pp. 31-56.
-          Reale, G (1995). Historia del pensamiento filosófico y científico, Tomo II. Barcelona: Editorial Herder.  Pp. 728-773.
-          Pérez, Carlos (2005). Sobre Hegel. Santiago: Palinodia. Pp. 43-58.
-          Bello, Andrés (2010). Código Civil. Santiago: Editorial Jurídica de Chile. P. 19
-          Santiago Nino, Carlos (1995). Introducción al Análisis del Derecho. Segunda edición. Buenos Aires: Editorial Astrea. P. 28.

















[1]  Kant (2006), p. 7.
[2]  Kant (1961), p. 199.
[3] Reale (1995), p. 750.
[4]  Kant (2001), p. 63
[5]  Kant, Mare Nostrum Comunicación.
[6]  Kant (2006), p. 17.
[7]  Bello (2010), p. 19.
[8] Kant (2001), p. 63.
[9]  Ídem.
[10] Pérez (2005), p. 45.
[11] Ídem, P. 52.
[12] Kant, Mare Nostrum Comunicación.
[13] Santiago Nino (1995), p. 28.
[14] Ídem.
[15] Kant (1968), p. 31.

martes, 28 de febrero de 2012

¿Por qué hablar lo vivido?. Lo que hacemos cuando Con-versamos [1]




Creo son pocas las oportunidades que tenemos para conversar estos temas. Es más, creo que no nos parecen importantes, casi indignos de ser tratados en una plática. Sin embargo, son estos lo momentos que hacen la diferencia y nos instan a la reflexión profunda, abstracta e inasible. Pero, ¿de qué hablaremos hoy?; ¿qué temáticas es posible abordar en nuestra reflexión?; quiero extenderles la invitación: la de abrirnos a conversar de la palabra, su significado, importancia y extensión. 

Cada vez que podemos o queremos versamos. Pero ésta, la cuestión de hoy, nos sugiere algo mas profundo, y es el hablar en inter-relación. El co-hablar, vale decir, la manifestación mas allá de la individualidad. Conectarse y comunicarse, por cierto, con otro. Y en esta situación ser legítimos con nuestras diferencias, respetuosos y tolerantes (entendiendo la tolerancia positivamente, como mas que una mera aceptación, sino una colaboración mas allá de las cuestiones ideológicas y propiamente racionales; o sea, establecer una relación en confianza, por el solo hecho de considerar al otro como un legítimo otro y valorar su dimensión de experiencias e interpretaciones). Esto quiere decir con-versar. 

Para desarrollar este proceso -puesto que conversar es más que un hecho o evento aislado, porque en él yace un andar en que vamos desarrollando esta habilidad, y por tanto nos vamos desarrollando como humanos también- es necesario, antes, erguir una seria de cosas y obviar una serie de trabas que nos condicionan para no tener una con-versación sensata y clara. Así pues, podemos encontrar que en la medida que conjugamos, vamos creando. Esta sentencia ya nos sugiere detenernos. Si aceptamos la consideración de que el ser humano es intrínsecamente un ser que crea, produce y reproduce, entenderemos y confiaremos también en la palabra como expresión artística y correlativamente nos podemos hacer cargo de una expresión hecha por el biólogo chileno Humberto Maturana, quien dice que lo que nos identifica como hombres es la capacidad innata de lenguajear y sensibilizar, y diremos, entonces, que la palabra cumple en su esencia estas dos capacidades innatas, pues comunica a través del lenguaje y manifiesta un estado de sensibilidad en su forma, al mismo tiempo que puede comunicar también la emocionalidad interior. 


Creo que el ser humano realiza dos actividades exteriores globales durante su existencia: la primera es trabajar y la segunda es con-versar (lo que no es sino la manifestación explícita de nuestra naturaleza colectiva). El problema aparece cuando no con-versamos, y en nuestras palabras no participan ni sensibilidades ni visiones de mundo, en consecuencia no se conforma un ámbito de intimidad, sinceridad y reciproca confianza. En este mero hablar, la con-versación que pervive se vuelve un trámite más para desarrollar una actividad de necesidad, o una fútil; o urdir algún asunto que forma parte de la administración o el ajetreo laboral; o se convierte en un tramite y costumbre de "cortesía" pero que no trasciende en ninguno de los participantes de dicha con-versación. Ejemplo claro de lo anterior es la rutinaria frase "cómo estás", frase que ha perdido tanto valor que hoy, como decíamos anteriormente, es un mero tramite para introducir a una con-versación que no sabemos que futuro tendrá, es decir si habrá reciproca manifestación de mundos personales y sencibles, o solo continuará su devenir de tramite. Lo cierto es que no existe atención ni en la pregunta ni mucho menos en la respuesta, es decir, el que pregunta no piensa si quiera si desea saber cómo está la persona a la que se dirige, y por otro lado quien es interrogado o bien no reflexiona qué tal está su estado anímico y vida personal, o bien solo prefiere finalizar luego el tramite balbuceando un simple "bien" o "bien y tú", pues alguna respuesta que no exprese dicha o conformidad abre paso a alguna conversación más íntima que se considera no deseable. Así, la con-versación se enajena de uno de sus pilares esenciales: la sensibilidad y colaboración afectiva. 


Sin embargo, existe otro ámbito de nuestra existencia, es la con-versación pura, legítima y plena, vale decir, el quehacer de la palabra. En ésta el devenir de los interlocutores, o el Dasein, como lo llamaba Martín Heidegger, se vuelve identidad entre entidades. Por tanto prevalece lo subjetivo, ya que cada hablar nos identifica, y cada conversación posee identidad y existencia propia en la búsqueda de una verdad. Pero esta verdad que se busca no es el fin de la conversación, sino que también es un medio para mantener el estado de con-versar; ergo compartir, des-cubrir y crear. así pues,  esta verdad que se busca es un medio para incentivar y continuar la con-vivencia de la palabra y los discursos. Cada cual con su identidad y creación, pero en inter-relación con el otro, de tal manera que se produce un movimiento autopoietico y dialéctico que intercambia experiencias, pensamientos e ideologías; y por tanto no es sino un flujo efectivo de identidades. 

Para el desarrollo de la con-versación en necesaria una primera disposición: escuchar. Ésto es hacer silencio. El silencio que nos invita a oír, el silencio que nos invita, también, a abrirnos al mundo, a nuestro alrededor; a experimentar y des-cubrir. Por ende en este quehacer llamado con-versar estamos llamados a compartir y ser receptores del experenciar del otro y de la realidad del mundo y de lo humano. Vicente Huidobro escribe en "Altazor":





"Silencio. En este lado del mundo

Está naciendo un árbol".





Oír es oír, a través de los versos. Se trata de alcanzar lo que resplandece y que, a la luz de nuestro cotidiano, se nos escapa o permanecía oculto... oír, que es des-cubrir. Des-cubrir como la actividad de educarnos, vale decir, aprender, comprender, comprehender y sensibilizar en función de lo que nos rodea. 

Hasta aquí ya tenemos dos actitudes instadas por la con-versación. Primero crear y segundo descubrir.

Si atendemos un poco una parte de la historia de la filosofía veremos que en la filosofía Presocrática ya la palabra era relevante, no sólo como actividad humana, sino también como actividad política. Es no obstante durante el apogeo sofista que la palabra asume un rol mas importante, aunque bastante deleznable, ya que dntro del concepto de virtud sofista o areté, la palabra era una virtud sólo en la medida en que se utilizaba con aptitudes y capacidades persuasivas. Empero, es la filosofía Ática la que entendía que la palabra poseía irrenunciablemente una condición o valor moralizante (entendiendo lo moralizante como aquella actividad de mostrar lo bueno y lo malo, la verdad y lo falso, del mundo y de lo humano, vale decir el profundo pensar de como se constituye y estructura la vida). Por ejemplo quisiera citar un extracto de u poema del autor chileno Alberto Carrizo en su obra "Los Andenes de la Memoria". Obra que esta dirigida a preservar la memoria y mantener viva la reflexión sobre la matanza de obreros de la salitrera en la escuela Santa María, a inicios del siglo pasado. El autor escribe: 



"Por eso, asómbrate
Criatura de la presente hora, 
Para que nunca olvides
Cuando descubras un nuevo planeta
Que la dignidad ya está habitada".



Aquí hallamos la dimensión moralizadora de la palabra. Aquí hallamos, en las palabras que el autor nos comparte, el como podemos, en la medida que conversamos y transmitimos, pronunciarnos frente a la vida, o bien frente a la muerte. "Por eso, asómbrate / criatura de la presente hora..." . En los versos citeriores, el autor hace un llamado a que atendamos lo que nos rodea, "por eso". Aquí nos invita a que meditemos sobre las situaciones humanas, o más bien inhumanas que acontecen. Pero también ese "por eso" nos insta a la acción, a que después de observar y deliberar nos manifestemos de alguna forma y que no nos desentendamos en el presente y en el futuro de lo que pueda ocurrir. Nos llama a asombrarnos. A que con esta actitud condenemos los hechos inhumanos. También nos extiende ese llamado a todos, a cualquiera y no sólo a quienes alguna cercanía en el tiempo los ata a este hecho, sino que además a los que vivimos en "la presente hora", porque asimismo en nuestra sociedad ocurren estas barbaries. Y finalmente sentencia el autor que en cualquier acto humano y cualquier nuevo planeta que descubramos, por ende, cualquier cosa que aprendamos y conozcamos debemos considerar aquello que a veces s nos olvida y es "Que la dignidad ya está habitada". Ésto se refiere a que la existencia humana y todo nuestro actuar contiene improrrogablemente, antes que todo, este principio. Entonces divisamos, gracias a las palabras del poeta, la función moralizadora de la palabra, su contenido y declaración.


Finalmente podemos concluir, en suma de la exposición anterior, que en la medida que con-versamos vamos desarrollando paralelamente una seria de actos de habla: socializar, crear, des-cubrir y moralizar. Todo esto ocurre cuando con-versamos de lo humano, de su esencia, cuidado y construcción. Todo esto, por supuesto, sobre el cimiento de la hermenéutica particular de cada convivencia discursiva.

sábado, 25 de febrero de 2012

Mientras pernocto en la desolación


El cariz de la cruenta condena
De esperar lo que tienes para mí,
 Se queda en ascuas cuando veo el verso
Y el anís de tu mirada
Imitando a la luna
En el cuarto de mi enloquecer.

Prendo mis ganas,
Apunto mis coplas
Y trenzo la aventura
Cada vez que las sombras
Se despejan por escuchar tu voz.

En ti vertí una vez
La historia de veinte cuatreros
Que empuñaron algunos recuerdos
Que con sabia alevosía
Aun persisten para mí…

Son cuatro noches en vilo,
Milenarios los silencios en nombre tuyo,
Y la substancia dulzona que me deja la espera
Hace que más te añore,
Y más te llame
Para contarte otra de aquellas historias
Que pienso mientras pernocto en la desolación.




miércoles, 22 de febrero de 2012

Compañero Cigarro



Trato de escabullirme en tus andanzas
Para preguntarle al sol por qué respiro;
Y tú, te arropas con las arterias de mi entibiecido cuerpo,
Para hacerlas llegar a tu corazón.
Y afectar, de pasada, el mío.

Entre el cenicero y la tierra
No es mucha la diferencia,
Pues los dos van siendo lecho de lo que se calcina,
De pedazos de nuestra historia
Que se fracturan y desprenden,
Y los dos nos albergan como desecho de lo que quedó.

Compañero cigarro,
Es tan inexorable tu destino,
Que a veces te siento espejo entre el paisaje,
Es tan delicado tu fulgor,
Que a veces te siento como el amor.