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martes, 28 de febrero de 2012

¿Por qué hablar lo vivido?. Lo que hacemos cuando Con-versamos [1]




Creo son pocas las oportunidades que tenemos para conversar estos temas. Es más, creo que no nos parecen importantes, casi indignos de ser tratados en una plática. Sin embargo, son estos lo momentos que hacen la diferencia y nos instan a la reflexión profunda, abstracta e inasible. Pero, ¿de qué hablaremos hoy?; ¿qué temáticas es posible abordar en nuestra reflexión?; quiero extenderles la invitación: la de abrirnos a conversar de la palabra, su significado, importancia y extensión. 

Cada vez que podemos o queremos versamos. Pero ésta, la cuestión de hoy, nos sugiere algo mas profundo, y es el hablar en inter-relación. El co-hablar, vale decir, la manifestación mas allá de la individualidad. Conectarse y comunicarse, por cierto, con otro. Y en esta situación ser legítimos con nuestras diferencias, respetuosos y tolerantes (entendiendo la tolerancia positivamente, como mas que una mera aceptación, sino una colaboración mas allá de las cuestiones ideológicas y propiamente racionales; o sea, establecer una relación en confianza, por el solo hecho de considerar al otro como un legítimo otro y valorar su dimensión de experiencias e interpretaciones). Esto quiere decir con-versar. 

Para desarrollar este proceso -puesto que conversar es más que un hecho o evento aislado, porque en él yace un andar en que vamos desarrollando esta habilidad, y por tanto nos vamos desarrollando como humanos también- es necesario, antes, erguir una seria de cosas y obviar una serie de trabas que nos condicionan para no tener una con-versación sensata y clara. Así pues, podemos encontrar que en la medida que conjugamos, vamos creando. Esta sentencia ya nos sugiere detenernos. Si aceptamos la consideración de que el ser humano es intrínsecamente un ser que crea, produce y reproduce, entenderemos y confiaremos también en la palabra como expresión artística y correlativamente nos podemos hacer cargo de una expresión hecha por el biólogo chileno Humberto Maturana, quien dice que lo que nos identifica como hombres es la capacidad innata de lenguajear y sensibilizar, y diremos, entonces, que la palabra cumple en su esencia estas dos capacidades innatas, pues comunica a través del lenguaje y manifiesta un estado de sensibilidad en su forma, al mismo tiempo que puede comunicar también la emocionalidad interior. 


Creo que el ser humano realiza dos actividades exteriores globales durante su existencia: la primera es trabajar y la segunda es con-versar (lo que no es sino la manifestación explícita de nuestra naturaleza colectiva). El problema aparece cuando no con-versamos, y en nuestras palabras no participan ni sensibilidades ni visiones de mundo, en consecuencia no se conforma un ámbito de intimidad, sinceridad y reciproca confianza. En este mero hablar, la con-versación que pervive se vuelve un trámite más para desarrollar una actividad de necesidad, o una fútil; o urdir algún asunto que forma parte de la administración o el ajetreo laboral; o se convierte en un tramite y costumbre de "cortesía" pero que no trasciende en ninguno de los participantes de dicha con-versación. Ejemplo claro de lo anterior es la rutinaria frase "cómo estás", frase que ha perdido tanto valor que hoy, como decíamos anteriormente, es un mero tramite para introducir a una con-versación que no sabemos que futuro tendrá, es decir si habrá reciproca manifestación de mundos personales y sencibles, o solo continuará su devenir de tramite. Lo cierto es que no existe atención ni en la pregunta ni mucho menos en la respuesta, es decir, el que pregunta no piensa si quiera si desea saber cómo está la persona a la que se dirige, y por otro lado quien es interrogado o bien no reflexiona qué tal está su estado anímico y vida personal, o bien solo prefiere finalizar luego el tramite balbuceando un simple "bien" o "bien y tú", pues alguna respuesta que no exprese dicha o conformidad abre paso a alguna conversación más íntima que se considera no deseable. Así, la con-versación se enajena de uno de sus pilares esenciales: la sensibilidad y colaboración afectiva. 


Sin embargo, existe otro ámbito de nuestra existencia, es la con-versación pura, legítima y plena, vale decir, el quehacer de la palabra. En ésta el devenir de los interlocutores, o el Dasein, como lo llamaba Martín Heidegger, se vuelve identidad entre entidades. Por tanto prevalece lo subjetivo, ya que cada hablar nos identifica, y cada conversación posee identidad y existencia propia en la búsqueda de una verdad. Pero esta verdad que se busca no es el fin de la conversación, sino que también es un medio para mantener el estado de con-versar; ergo compartir, des-cubrir y crear. así pues,  esta verdad que se busca es un medio para incentivar y continuar la con-vivencia de la palabra y los discursos. Cada cual con su identidad y creación, pero en inter-relación con el otro, de tal manera que se produce un movimiento autopoietico y dialéctico que intercambia experiencias, pensamientos e ideologías; y por tanto no es sino un flujo efectivo de identidades. 

Para el desarrollo de la con-versación en necesaria una primera disposición: escuchar. Ésto es hacer silencio. El silencio que nos invita a oír, el silencio que nos invita, también, a abrirnos al mundo, a nuestro alrededor; a experimentar y des-cubrir. Por ende en este quehacer llamado con-versar estamos llamados a compartir y ser receptores del experenciar del otro y de la realidad del mundo y de lo humano. Vicente Huidobro escribe en "Altazor":





"Silencio. En este lado del mundo

Está naciendo un árbol".





Oír es oír, a través de los versos. Se trata de alcanzar lo que resplandece y que, a la luz de nuestro cotidiano, se nos escapa o permanecía oculto... oír, que es des-cubrir. Des-cubrir como la actividad de educarnos, vale decir, aprender, comprender, comprehender y sensibilizar en función de lo que nos rodea. 

Hasta aquí ya tenemos dos actitudes instadas por la con-versación. Primero crear y segundo descubrir.

Si atendemos un poco una parte de la historia de la filosofía veremos que en la filosofía Presocrática ya la palabra era relevante, no sólo como actividad humana, sino también como actividad política. Es no obstante durante el apogeo sofista que la palabra asume un rol mas importante, aunque bastante deleznable, ya que dntro del concepto de virtud sofista o areté, la palabra era una virtud sólo en la medida en que se utilizaba con aptitudes y capacidades persuasivas. Empero, es la filosofía Ática la que entendía que la palabra poseía irrenunciablemente una condición o valor moralizante (entendiendo lo moralizante como aquella actividad de mostrar lo bueno y lo malo, la verdad y lo falso, del mundo y de lo humano, vale decir el profundo pensar de como se constituye y estructura la vida). Por ejemplo quisiera citar un extracto de u poema del autor chileno Alberto Carrizo en su obra "Los Andenes de la Memoria". Obra que esta dirigida a preservar la memoria y mantener viva la reflexión sobre la matanza de obreros de la salitrera en la escuela Santa María, a inicios del siglo pasado. El autor escribe: 



"Por eso, asómbrate
Criatura de la presente hora, 
Para que nunca olvides
Cuando descubras un nuevo planeta
Que la dignidad ya está habitada".



Aquí hallamos la dimensión moralizadora de la palabra. Aquí hallamos, en las palabras que el autor nos comparte, el como podemos, en la medida que conversamos y transmitimos, pronunciarnos frente a la vida, o bien frente a la muerte. "Por eso, asómbrate / criatura de la presente hora..." . En los versos citeriores, el autor hace un llamado a que atendamos lo que nos rodea, "por eso". Aquí nos invita a que meditemos sobre las situaciones humanas, o más bien inhumanas que acontecen. Pero también ese "por eso" nos insta a la acción, a que después de observar y deliberar nos manifestemos de alguna forma y que no nos desentendamos en el presente y en el futuro de lo que pueda ocurrir. Nos llama a asombrarnos. A que con esta actitud condenemos los hechos inhumanos. También nos extiende ese llamado a todos, a cualquiera y no sólo a quienes alguna cercanía en el tiempo los ata a este hecho, sino que además a los que vivimos en "la presente hora", porque asimismo en nuestra sociedad ocurren estas barbaries. Y finalmente sentencia el autor que en cualquier acto humano y cualquier nuevo planeta que descubramos, por ende, cualquier cosa que aprendamos y conozcamos debemos considerar aquello que a veces s nos olvida y es "Que la dignidad ya está habitada". Ésto se refiere a que la existencia humana y todo nuestro actuar contiene improrrogablemente, antes que todo, este principio. Entonces divisamos, gracias a las palabras del poeta, la función moralizadora de la palabra, su contenido y declaración.


Finalmente podemos concluir, en suma de la exposición anterior, que en la medida que con-versamos vamos desarrollando paralelamente una seria de actos de habla: socializar, crear, des-cubrir y moralizar. Todo esto ocurre cuando con-versamos de lo humano, de su esencia, cuidado y construcción. Todo esto, por supuesto, sobre el cimiento de la hermenéutica particular de cada convivencia discursiva.

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