Los caminos de los desalojos
Son los tropiezos fugases
De las ventanas y amarguras
Que destierran lo ventajoso.
El camino de las horas torpederas,
Donde la pregunta con que me acosas
Me sigue enloqueciendo,
Es el susurro que me insta a
seguir,
A seguir en silencio,
A seguir alucinando que
tristes son ellos
Que todo les pasa a ellos,
Y que ellos no podrán
entrometerse
Sino hasta que acaricien
El vidrio límpido
De mi rostro blanquecino
En barniz de ultratumba,
bañado.
Quizá hay algo que, del final -o antes de él, siendo preciso- no logro asimilar, aunque sea a un vestigio de cotidianeidad, de coyuntura o desvarío. Tarea para la casa, supongo. Aparece que te echo un poco de menos, weón pesao!
ResponderEliminarYa, mentí: dejémoslo en un poco harto :)
ResponderEliminar:)
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