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lunes, 9 de diciembre de 2013

ANTE EL CUESTIONAMIENTO DE OTRAS FUERZAS DE IZQUIERDA A LA TESIS DEL PC Y SU ALIANZA CON LA NUEVA MAYORÍA



Por Juan Pablo Ciudad P. [1]


Al interior del escenario pluri-ideológico y heterogéneo del movimiento social por la educación, y de los movimientos sociales en general que en los últimos años han alzado sus demandas y se han dado a sí mismos el mejor regalo que todo cuerpo temático de vocación transformadora puede darse, a saber, la organización, existen críticas a la actual tesis que el Partido y la Juventud Comunista de Chile se ha trazado como táctica actual dentro de la estrategia fundamental de la consecución del Socialismo y el Comunismo. El objetivo de este artículo si bien no es explicar estrictamente la tesis que para el periodo los comunistas chilenos hemos construido, sino que, en primer lugar despejar y distinguir las críticas manifestadas, y en segundo término dar respuesta a ellas, al realizar tal ejercicio de igual manera se podrá dilucidar la explicación de nuestra tesis y apuesta presente.

Desde mi perspectiva existen tres grandes (y entiendo “grandes” por macros y que dicen relación con la política que se ha pretendido impulsar) críticas a la actual apuesta del PCCh, que pueden, de alguna u otra manera, englobar substancialmente todas las críticas que hemos percibido: La primera a mi juicio esgrimida tanto por sectores “izquierdistas” como por los grupos que también poseen una vocación institucional que no están de acuerdo simplemente con la política de alianzas del partido. Tal crítica dice relación precisamente con la participación del PC en una correlación de fuerzas que no es decididamente anti-capitalista, sino que posee incluso sectores neoliberales, al interior de ella. La segunda hecha desde la contienda “Moral”, o la “Ética Revolucionaria” realizada desde los sectores llamados “Ultras” o “Izquierdistas” al interior de dichos movimientos, o de “izquierda revolucionaria” como a sí mismos prefieren llamarse. Finalmente la tercera crítica desde una perspectiva “Probabilística”, es decir, desde el fundamento de la imposibilidad de que triunfen nuestros esfuerzos- como PC - al interior de la Nueva Mayoría por la correlación de fuerzas que se maneja allí dentro, atendiendo el tensionamiento sistemático que se realizará desde el otro extremo, liderado por los conservadores y retardatarios del conglomerado, más los poderes fácticos que operan al interior de la próxima coalición de gobierno; esta crítica es lanzada principalmente por el colectivo Izquierda Autónoma.


Primera Crítica: Lo que respecta particularmente a la correlación de fuerza de la que hoy somos parte: La Nueva Mayoría.


Estuvimos como PC, en la historia reciente, 20 años realizando la praxis política de construir un bloque anti-capitalista que fortaleciera procesos locales y nacionales, que nos posibilitara a lograr el aglutinamiento de diversos sectores para resistir y denunciar la avanzada neoliberal en nuestro país, y al mismo tiempo sortear la posibilidad de combatir y cambiar objetivamente los pilares y guardianes jurídico-políticos, económicos y psico-culturales que la dictadura cívico-militar nos legó a punta de sangre, terror e ilegitimidad jurídica. Lo cierto es que tal apuesta no rindió los frutos que como izquierda chilena esperábamos. No obstante aquello no podemos renegarla, desconocerla ni mucho menos desecharla, pues si bien en términos materiales no surtió los efectos pretendidos, subjetivamente generamos una disputa que aportó a la reconstrucción de una izquierda amplia, de la organización sindical y del tejido social pauperizado en Chile tanto por el pinochetismo, como por la Concertación de Partidos por la Democracia.

Por lo anterior la tesis de urdir un bloque anti-capitalista no es algo que se invente ahora para justificar el no compartir la tesis del PC. Durante el tiempo anterior, la gran mayoría de los que hoy trabajaron por la campaña de Marcel Claude, no estuvieron en tal proceso. Cuando más difícil fue construir poder popular, y al mismo tiempo generar correlaciones de fuerza anti-capitalista, muchos trabajaban cómodamente para la misma Concertación, o bien no se interesaban por la problemática social, y se preocupaban única y exclusivamente de sus quehaceres privados.

Ante la crítica a nuestra pertenencia a la Nueva Mayoría, debemos decir con igual fuerza que todo lo anteriormente dicho que tenemos pleno conocimiento de que nos encontramos en una alianza pluri-clasista cuyo objetivo programático evidentemente no es la consecución del socialismo en nuestra patria, sino que tal como lo hemos dicho se trata de una alianza donde convergen sectores que hoy poseen como primera confluencia el mejorar cuantitativa y cualitativamente los estándares democráticos, y construir una ciudadanía más empoderada, participativa y consciente de sus derechos. Lo que se expresa en el fin al sistema electoral Binominal; el voto de los chilenos en el extranjero; la consagración de un mecanismo plebiscitario para promover la participación directa de la ciudadanía en determinadas decisiones de relevancia; y la confección de una nueva constitución. La segunda confluencia es el aumento y la garantización de derechos sociales económicos y culturales. Por consiguiente establecer su carácter enunciativo (consagración positiva constitucional y legal), judicial (mecanismos jurídico de garantía o acciones procesales, tal como el recurso o acción de protección) y prestacional (disposición de recursos del Estado para la satisfacción de tales derechos). Finalmente, la reducción de la desigualdad y la discriminación en nuestro país, como el establecimiento de políticas públicas tendientes al fortalecimiento de un sistema de justicia social; una reforma tributaria que reduzca las desproporcionadas brechas de tributación entre ricos y pobres. El fin al principio de Subsidiariedad, que ata al Estado de participar más activamente en materias económicas, y en el financiamiento de derecho sociales. El matrimonio igualitario, para ir erradicando la mentalidad patriarcal que nos sujeta y deforma hace ya siglos. En suma la consagración de un Estado Social y Democrático de Derecho.[2] Con un Estado cualitativa y cuantitativamente superior, y un nuevo trato con los derechos sociales y ciudadanos. 

En definitiva, se trata de un programa que a nuestro juicio puede ir desmantelando los pilares y guardianes neoliberales que hoy nos atan, claramente no todos, sino algunos de los más perjudiciales para nuestra población. Lo anterior con el propósito que en un futuro cercano, esperamos, comencemos la lucha ya no contra las aberraciones exageradas del modelo, sino derechamente por una transición hacia el socialismo, y para no partir de menos quince, sino que de cero.

Vale la pena resaltar que, como Partido y Juventud Comunista, seguimos apostando por un bloque anti-capitalista, no hemos claudicado a dicha política, de hecho en el presente en diversos espacios sociales y locales lo realizamos con trabajo y construcción comunitaria y disputa subjetiva, pero creemos que la primera meta hoy es develar la principal característica que hoy expele el sistema: Ser profundamente antidemocrático y desigual. Para lo anterior, si existen sectores, que antes estuvieron dentro o fuera de la concertación, que hoy pretenden avanzar en esto que no es baladí, se avanzará en conjunto con la convicción plena de que cuando como partido tiremos el tejo corrido, vale decir, manifestemos nuestro irrefrenable deseo de  profundizar los cambios con la perspectiva de erguir una transición al socialismo, y ya no el sólo desmantelamiento de los pilares neoliberales que hoy nos atan,  otras serán las alianzas a construir y forjar con los que quieran continuar el camino de las transformaciones que desplacen al capital, y sus consecuencias opresoras.

Finalmente, lo que hoy más le llega al pueblo y la ciudadanía es lo antidemocrático del sistema, que se expresa en lo económico, social, político y cultural; por tanto no es sino deber de las organizaciones de masas, avanzar en aquello y poseer tal estrategia, lo que implica que la correlación de fuerzas que debemos hacer debe ser lo más amplia y mayoritaria posible para facilitar dicho proceso.


Segunda Crítica: Crítica desde la “moral” (moralista) o la “ética revolucionaria”.


Tal crítica se fundamenta primordialmente en la imposibilidad de que un partido de orientación revolucionaria participe del Estado de Derecho burgués, y conjuntamente realice pactos electorales y programáticos con los partidos de la ex Concertación, cuando fueron éstos los que, durante su administración de dos décadas, persiguieron al pueblo mapuche, aplicaron en seis oportunidades la Ley Antiterrorista, y durante su gestión se asesinaron a comuneros. Ó, por otro lado, profundizaron el modelo de precarización de los derechos sociales, con todo lo que ello implica (CAE, etc). Ó simplemente, cuando tuvieron mayorías parlamentarias no generaron cambios sustanciales para el país, sino que simplemente se acomodaron al modelo jurídico-político y económico de Guzmán y compañía.

Ante este primer cuestionamiento, me tomaré la licencia de responder tanto desde la perspectiva política, como desde la perspectiva filosófica, pues considero que es menester para la fundamentación.

En primer lugar corresponde señalar que como PC durante los cuatro gobiernos de la Concertación fuimos agudos y claros con las diferentes críticas que le realizábamos al gobierno, principalmente en materia de derechos laborales y sindicales, garantización de derechos sociales, materia energética, y el trato con los pueblos originarios; sosteniendo en la actualidad prácticamente las mismas demandas que en antaño, y hoy con la posibilidad real de influir en la materialización de éstas en políticas públicas.

Hoy, como juventud y partido, no desconocemos, ni retrotraemos, ni desestimamos nuestras críticas a la gestión de la Concertación en tal periodo, sino que muy por el contrario, las aseveramos y tenemos más presente que nunca, con el propósito de no hacer del próximo gobierno un quinto similar al de aquella coalición, sino que imprimirle un caris distinto, de corte ciudadano, participativo y representativo de las demandas del mundo social, a fin de radicalizar las instituciones y acercarlas al pueblo, para que éste mismo se empodere, y vierta en ellas el contenido emancipador de nuestro objetivo revolucionario. Así pues, en palabras de Fernando Atria, “La “utopía”, el punto de llegada, no es algo que nos cae del cielo como una revelación, es algo que se manifiesta desde abajo, ante el hecho evidente de que nuestras instituciones prometen mucho más de lo que son capaces de entregar. La conclusión es clara: no se trata de negar esas instituciones, se trata de realizarlas.”[3] Lo que decimos al sostener esto, no es de ninguna manera poseer un compromiso acomodaticio con las instituciones actuales, ¡bajo ningún concepto!, pues poseemos la convicción de que lo correcto ética y estratégicamente es hacer que aquellas instituciones cumplan y materialicen su objetivo esencial: la democracia.

De eso se trata pues bien la contradicción Neoliberalismos versus Democracia, que los comunistas hemos construido para el periodo: de desplazar de nuestra sociedad e instituciones la substancia neoliberal que nos legaron. Para lo anterior nuestra misión en lo político y social es difundirle por todos lados a nuestro pueblo que el neoliberalismo es profundamente antidemocrático, y que deforma las instituciones al abuso, la corrupción, la exclusión, la represión y la desigualdad, por tanto nuestro objetivo es ir aprehendiendo y empoderándonos del Estado para profundizar la democracia y ampliar la participación tanto en lo político, como en lo económico, social y cultural.

De pasada el mismo autor nos complementa, sentenciando: “La democracia es importante no sólo porque a través de ella será posible movernos hacia una sociedad más justa. Lo que hace más justa a esa sociedad hacia la cual la democracia nos permite movernos es algo que caracteriza ya, aunque deficitariamente, a la democracia.”[4], y también Moulian al señalar: “el Socialismo más que un modelo para armar, es un conjunto de luchas por construir una democracia total”[5]. En otras palabras, lo más importante de transmitir la necesidad de ampliar la democracia en contra del legado autocrático y explotador neoliberal, es el fundamento intrínsecamente democratizador del socialismo y el comunismo. A lo anterior le adherimos la precaución que la participación en el Estado de Derecho liberal burgués, aunque mediante él y en su seno logremos lo mayores estándares de igualdad e inclusión social – que en sí mismo es imposible- no es el horizonte de los marxistas, pues desde el punto de vista de Marx, bajo el Estado de Derecho burgués la clase dominante llama paz a algo que no es sino la institucionalización de su violencia, de tal forma, es deber nuestro debelar, desde la movilización social y popular, y desde el interior de las propias instituciones del Estado de Derecho,  las contradicciones que se esconden en tal orden político y en el modelo económico, y con ello los intereses mezquinos de la clase dominante. Todo lo antes dicho, el profesor Carlos Pérez, sintetizando el ideal hegeliano de emancipación que el Estado de Derecho debe difundir, y la lucha marxista hacia la sociedad sin clases –vale  decir sin explotación, opresión y dominio – lo resume de manera sumamente esclarecedora y lúcida de la siguiente manera:  “La extrema gravedad de la degradación actual (de la actual institucionalidad), por un lado, y la profundidad del horizonte comunista, hoy plenamente realizable, por otro, le dan a la voluntad revolucionaria hoy en día dos niveles, dos aspectos, que no deben ser concebidos como etapas sino como dos lados de una misma y única tarea. Por un lado la necesidad de realizar, de hacer efectivo el horizonte emancipador bajo el cual fue proclamado y construido el Estado de Derecho moderno; por otro la necesidad de construir condiciones materiales bajo las cuales la institucionalización del orden social bajo la forma de un Estado de Derecho deje de ser necesaria”[6].

Abordaremos ahora la concepción de ética subyacente en esta crítica (de la crítica que hemos presentado en este subtítulo). Esta concepción, sostenemos, proviene del neokantianismo y el austro-marxismo, donde se irgue – combatiendo  al leninismo – una  ética revolucionaria deontológica cuyo fundamento de la acción es entonces el deber, pero no el deber en términos de la necesidad o no de la acción, es decir no justificando un determinado accionar político desde la improrrogabilidad de sus efectos, sino desde la perspectiva del deber como imperativo categórico de lo que se preconcibe como correcto. Así pues Kant, expreso y directo, nos dice que deben existir una serie de principios a priori, vale decir, antes que las acciones morales puedan concretarse, que ya estén establecidos y que jamás los separemos de la práctica, porque estos provienen de nuestra voluntad autónomos, de nuestra razón práctica y de nuestros sentidos (ámbito cognoscible) y de la libertad, Dios y –para- la inmortalidad del alma (ámbito incognoscible), que pertenecen al “orden del cielo estrellado”[7]. Es claramente obvio que no interesa para efectos de la elaboración política desde la izquierda la presencia de la libertad, de Dios, ni de la inmortalidad del alma, pero lo que es rescatable en términos de la exposición del marxismo-kantiano no es sino la metodología cognoscitiva y política desde la cual estos grupos – o sujetos – de izquierda realizan su política y sus críticas. Finalmente Kant nos da el punto completo en esta frase: Por tanto, no puede existir ningún conflicto entre la política, como doctrina práctica del derecho, y la moral, en cuanto también ella es doctrina del derecho, pero teórica”[8].

Lo que proponemos es sostener una concepción de ética revolucionaria teleológica, cuyo fundamento entonces sea la materialización de los objetivos y fines colectivamente trazados.

Durante prácticamente todo el siglo XX los marxistas hablaban de la moral únicamente desde una noción descriptiva de ella, que se recogía de los fundamentos de Marx, y que por tanto se trataba desde una actitud negativa por su carácter ideológico, al igual que la religión y el derecho, en otras palabras, por su posicionamiento en la superestructura dominante cuyo objetivo único y subterráneo era la reproducción de las relaciones de producción a partir de figuras psico-simbólicas que aletargaban al trabajador y lo alejaban de su misión revolucionaria, pues no era sino – la moral- una ficción valórica meritocrática que conducía a que el trabajador se siéntese mejor persona cumpliendo tales patrones morales que dictaba Dios o la virtud. Esta abyección según Marx estaba situada en el plano de la consciencia, pero representando una falsa imagen de la realidad, mientras que en Althusser sostiene que la ideología (y por ende la moral) imparte una cierta “representación” de la realidad, la que hace una “alusión a lo real en una cierta manera, pero que al mismo tiempo sólo confiere una ilusión de la realidad”[9], y que esta relación de reconocimiento-desreconocimiento es una estructura “no tiene nada que ver con la consciencia.”[10]

Lo que hoy proponemos, de ninguna manera es no comprender ni desechar esta posición, pues esta teoría descriptiva de la moral es claramente cierta a la luz del marxismo y  la teoría crítica, sin embargo sostenemos que además debemos poseer una teoría prescriptiva del fenómeno moral, donde proponemos la anteriormente señalada. Sostenemos que, al igual que Henri Lefebvre, la ética marxista debe estar librada de la alienación moral e ideológica, en general; debe negarse a establecer valores fuera de lo real, y por tanto debe buscar en lo real el fundamento de las valoraciones morales. Por lo tanto los valores de la clase, y de los individuos de horizonte emancipador, deben ser: el coraje, el sentido de las responsabilidades, el entusiasmo y la alegría, la racionalidad de nuestros actos, etc. Por tanto en lo político los principales valores deben ser la lucidez en la acción y la comprensión de las situaciones. Lo anterior pues Marx señalaba que no es sino el idealismo tradicional y las ideologías metafísicas de la alienación humana las que colocan lo ideal fuera de lo real: en lo abstracto y en el vacío; y con lo anterior se pretende en el juego político adjudicarnos una supuesta disonancia entre acción política y discurso, lo que como lo manifiesta Atria “En rigor, esta contradicción es aparente, desde luego, porque lo que uno hace es lo que, dado lo que uno cree, debe hacerse en las circunstancias en las que debe actuar” [11].
Esta proposición de una ética revolucionaria teleológica es también un esfuerzo de rescatar a Lenin, las normas de organización leninistas y el materialismo histórico como método de análisis, anteponiendo como objeto principal de toda acción política la realización de las transformaciones estructurales que demandan los trabajadores y los movimientos sociales, utilizando las situaciones reales en la que nos circunscribimos, pues nuestro deber primordial es darle dignidad y calidad de vida al pueblo y la clase trabajadora; éstos son los que sufren las aberraciones del modelo económico, y no pueden esperar más, pero también son éstos, en consecuencia, los únicos que las pueden cambiar. Finalizamos el desarrollo de esta segunda respuesta con una cita del propio F. Engels, quien se refiere a los que profesan el marxismo desde la ética deontológica como los que creen que “basta su buen deseo de saltar las etapas intermedias y los compromisos para que la cosa quede ya arreglada, y que si ‘se arma’ uno de estos días y el poder cae en sus manos el comunismo estará implantado al día siguiente” [12]      



Tercera Crítica: Crítica “probabilísitica”. Considera como improbable el triunfo de nuestro “tensionamiento” al interior de la Nueva Mayoría.



El caris de esta crítica se fundamenta en la operación política que realizarán los poderes de facto al interior de la Nueva Mayoría, y los políticos conservadores y retardatarios principalmente de la DC y del lote “Nueva Izquierda” del PS, liderados por Camilo Escalona.

Esta crítica nos permite exponer dos cuestiones muy relevantes. La primera de ellas es que como lo hemos sostenido, a través del Presidente de nuestro partido, Guillermo Teillier, y la Secretaria General de las JJ.CC, Karol Cariola, ambos diputados, lo primeros que propugnaremos al interior de la coalición es la unidad de todos los actores políticos al interior de la NM en torno al programa que lidera Michelle Bachelet, en consecuencia seremos perspicaces y preocupados en que todos los sectores voten favorablemente en el parlamento de las medidas que se han planteado para el país.

Lo segundo relevante es que como comunistas hemos quebrado el paradigma liberal  de la concepción de alianza como un núcleo homogéneo, concentrado e impermeable. Pues ésta coalición se trata de un esfuerzo de unidad entre diversos sectores ideológicos y políticos para lograr metas, algunas acotadas y otras estructurales, bien definidas y perentorias para el país. Por su puesto no somos los únicos ni los primeros en realizar esta suerte de plataformas amplias, pues un ejemplo positivo de ésta táctica en nuestro continente es Uruguay. Recordemos que el “Frente Amplio” del actual Presidente Uruguayo José “Pepe” Mujica está integrado por los Montoneros, histórico frente popular uruguayo que propugna la lucha armada, hasta Democratacristianos y liberales, y recordemos además que antes del actual presidente constitucional la misma alianza tuvo como presidente en el periodo anterior a Tabaré Vázquez  de ideas muchísimo más moderadas que el actual. No se trata con esto de señalar que la democracia chilena es similar a la uruguaya, ni mucho menos que Michelle Bachelet tiene algún símil con Mujica, sino de esclarecer la posibilidad de generar un espacio político y social heterogéneo  y disputante en su interior. Así pues, no debemos olvidar los avances que con condiciones similares tuvo Vázquez y Mujica, gracias al tensionamiento popular e institucional que llevaron a cabo los comunistas, socialistas y progresistas uruguayos, pero tampoco debemos olvidar que efectivamente hubo ocasiones donde el Presidente no tuvo los votos de todo su sector en el congreso para realizar e implementar las medidas transformadoras que le proponía a dicha institución. Por lo antes dicho es que el primer esfuerzo es lograr la unidad de todos los sectores en las reformas básicas que se ha planteado la Nueva Mayoría, y nuestro segundo esfuerzo como comunistas será el tensionamiento al interior y al exterior de la coalición para profundizar el detalle del programa acercándolo a lo que los movimientos sociales han planteado en sus múltiples manifestaciones y demandas. Pero lo anterior no lo realizaremos solos, sino en conjunto a los demás sectores de izquierda, como la Izquierda Ciudadana, los compañeros de izquierda del PS y PR, el MAS, los que al interior del PPD poseen una sintonía con el mundo social, y los externos que hoy no son parte de esta coalición política pero sí esperan el cumplimiento de la promesa de éste programa, y su profundización o detalle, como Revolución Democrática y Gabriel Boric de la Izquierda Autónoma, en algunas materias.

Corresponde ahora señalar la tercera y final reflexión en torno a este apartado. Ésta se relaciona con el profundo carácter humanista de nuestra organización. Digo esto pues como PC poseemos la profunda convicción de que el ser humano como sujeto colectivo, por su construcción histórica, posee una inmanente capacidad de transformación, más aun, los trabajadores por situación económica y social, a saber, el lugar que ocupan en las relaciones de producción, por lo que no planteamos jamás los desafíos políticos como tareas únicas y exclusivas de un grupo iluminado despótico, sino que muy por el contrario, nuestra tesis se funda y se sostiene indudablemente en la agitación, masividad y organicidad de la movilización social multi-temática, vale decir, tanto en la perspectiva educacional, medioambiental, de los derechos laborales y sindicales, por la asamblea constituyente, la diversidad sexual, la despenalización del aborto, etc. Movimientos todos en los que posee participación el partido y la juventud comunista, por lo que reafirmamos nuestro compromiso no de ser voceros institucionales de tales demandas, y de, en conjunto a la movilización social, popular y ciudadana, tensionar el futuro bloque gobernante hacia las demandas del pueblo, subvirtiendo las operaciones que, también estamos seguros, realizarán los que o bien no quieren cambiar un ápice de nuestra realidad, o pretender engañar al pueblo disfrazando de cambios el país, para que no se toquen los pilares fundamentales del modelo. Es hoy la movilización social la principal prioridad de los que creemos en la necesidad de transformar Chile, y tal movilización para que nuestros objetivos triunfen necesita de unidad, masividad, y asertividad política, no de sectarismos, gremialismos, vanguardismos e infantilismos.

Finalmente toca decir una cuestión, que efectivamente nuestra tesis, como toda, es una apuesta. Apuesta que por lo demás ha sido bien fundamentada con los propósitos que posee y tácticas que requiere para triunfar. Lo que resulta paradójico e inexplicable es que otros sectores critiquen nuestra tesis, aun con menos argumentos para sostener las suyas, y el simple fundamento vago de negación a la nuestra, y/o arguyendo meras consignas que no poseen correlato en la realidad, y muchas veces tampoco en su trabajo cotidiano. Pues corresponde señalar, entonces, que si sostienen que nuestra tesis  es improbable de cumplir los objetivos trazados, las suyas menos posibilidades tienen de llevarnos a la esperanza de cambiar la realidad actual, y menos aun de construir el socialismo en nuestro país.

Así pues, es que terminamos con esta explicación y exposición de argumentos, esperando se haya cumplido de alguna u otra manera el objetivo. Pero por sobre todo, parafraseando a Carlos Pérez Soto, “permitir superar las desastrosas y autodestructivas discusiones que se siguen teniendo entre revolución y reforma.” [13]Por ser “destructivo, paralizante e inútil, entender la relación entre ambas como disyuntiva: O revolución o Reforma.”[14]. Y sentencia: “Lo esencial de esta discusión (casi siempre estéril) no es, ni debe ser, el modo o la rapidez con que se efectúa el cambio, sino su contenido, y el horizonte hacia el que apunta.[15]

¡La lucha se da en todos los frentes! ¡Venceremos!.





[1]  Es estudiante de Derecho de la Universidad de Chile. Ayudante de las cátedras: Filosofía (de la) Moral, donde dirigió el seminario “Teoría del Poder y la Ideología: Hobbes, Marx, Foucault” (2012); Derecho Constitucional; Elementos para una Idea Social del Derecho; e Introducción al Pensamiento de Georg W. F. Hegel.
[2] Programa Presidencial Nueva Mayoría, candidata Michelle Bachelet. 2013. P. 33
[3]ATRIA, Fernando. La Idea de Teología Política. Revista Derecho y Humanidades. Santiago, Chile: Universidad de Chile, 2012. P. 113

[4] Ibíd.
[5] MOULIAN, Tomás. Socialismo del Siglo XXi. La Quinta Vía. Santiago, Chile: LOM, 2001. P. 171.
[6] PÉREZ, Carlos. Violencia del Derecho y derecho a la violencia. Revista Derecho y Humanidades. Santiago, Chile: Universidad de Chile, 2012. P. 84
[7] PÉREZ, Carlos. Sobre Hegel. Santiago: Palinodia, 2005. P. 45

[8] KANT, Immanuel. La paz perpetua (traducción José Loya Mateos). Madrid: Mestas. 2001. P. 63.

[9] ALTHUSSER, Louis. Philosophy and the spontaneous philosophy of the Scientist, and Other Essays. London, Nueva York: Verso, 1990. P. 29.
[10] ALTHUSSER, Louis.  Para Marx. México: Fondo de Cultura Económica, 2000. P. 231.
[11] ATRIA, Fernando. Veinte años después Neoliberalismo con Rostro Humano. Santiago: Catalonia, 2013. P. 61.
[12] ENGELS, Friedrich. El Programa de los emigrados blanquistas de la Comuna. Moscú: Editorial Progreso, 1974. P. 63.
[13] PÉREZ, Carlos. Violencia del Derecho y derecho a la violencia. Revista Derecho y Humanidades. Santiago, Chile: Universidad de Chile, 2012. P. 89.

[14] Ibíd.
[15] Ibíd.