Al
interior del escenario pluri-ideológico y heterogéneo del movimiento social por
la educación, y de los movimientos sociales en general que en los últimos años
han alzado sus demandas y se han dado a sí mismos el mejor regalo que todo
cuerpo temático de vocación transformadora puede darse, a saber, la
organización, existen críticas a la actual tesis que el Partido y la Juventud Comunista
de Chile se ha trazado como táctica actual dentro de la estrategia fundamental
de la consecución del Socialismo y el Comunismo. El objetivo de este artículo si
bien no es explicar estrictamente la tesis que para el periodo los comunistas
chilenos hemos construido, sino que, en primer lugar despejar y distinguir las
críticas manifestadas, y en segundo término dar respuesta a ellas, al realizar
tal ejercicio de igual manera se podrá dilucidar la explicación de nuestra
tesis y apuesta presente.
Desde
mi perspectiva existen tres grandes (y entiendo “grandes” por macros y que
dicen relación con la política que se
ha pretendido impulsar) críticas a la actual apuesta del PCCh, que pueden, de
alguna u otra manera, englobar substancialmente todas las críticas que hemos
percibido: La primera a mi juicio esgrimida tanto por sectores “izquierdistas”
como por los grupos que también poseen una vocación institucional que no están
de acuerdo simplemente con la política de alianzas del partido. Tal crítica
dice relación precisamente con la participación del PC en una correlación de
fuerzas que no es decididamente anti-capitalista, sino que posee incluso
sectores neoliberales, al interior de ella. La segunda hecha desde la contienda
“Moral”, o la “Ética Revolucionaria” realizada desde los sectores llamados
“Ultras” o “Izquierdistas” al interior de dichos movimientos, o de “izquierda
revolucionaria” como a sí mismos prefieren llamarse. Finalmente la tercera crítica
desde una perspectiva “Probabilística”, es decir, desde el fundamento de la
imposibilidad de que triunfen nuestros esfuerzos- como PC - al interior de la
Nueva Mayoría por la correlación de fuerzas que se maneja allí dentro,
atendiendo el tensionamiento sistemático que se realizará desde el otro
extremo, liderado por los conservadores y retardatarios del conglomerado, más
los poderes fácticos que operan al interior de la próxima coalición de
gobierno; esta crítica es lanzada principalmente por el colectivo Izquierda
Autónoma.
Primera Crítica: Lo que
respecta particularmente a la correlación de fuerza de la que hoy somos parte:
La Nueva Mayoría.
Estuvimos
como PC, en la historia reciente, 20 años realizando la praxis política de
construir un bloque anti-capitalista que fortaleciera procesos locales y
nacionales, que nos posibilitara a lograr el aglutinamiento de diversos
sectores para resistir y denunciar la avanzada neoliberal en nuestro país, y al
mismo tiempo sortear la posibilidad de combatir y cambiar objetivamente los
pilares y guardianes jurídico-políticos, económicos y psico-culturales que la
dictadura cívico-militar nos legó a punta de sangre, terror e ilegitimidad
jurídica. Lo cierto es que tal apuesta no rindió los frutos que como izquierda
chilena esperábamos. No obstante aquello no podemos renegarla, desconocerla ni
mucho menos desecharla, pues si bien en términos materiales no surtió los
efectos pretendidos, subjetivamente generamos una disputa que aportó a la
reconstrucción de una izquierda amplia, de la organización sindical y del
tejido social pauperizado en Chile tanto por el pinochetismo, como por la
Concertación de Partidos por la Democracia.
Por
lo anterior la tesis de urdir un bloque anti-capitalista no es algo que se invente
ahora para justificar el no compartir la tesis del PC. Durante el tiempo
anterior, la gran mayoría de los que hoy trabajaron por la campaña de Marcel Claude,
no estuvieron en tal proceso. Cuando más difícil fue construir poder popular, y
al mismo tiempo generar correlaciones de fuerza anti-capitalista, muchos
trabajaban cómodamente para la misma Concertación, o bien no se interesaban por
la problemática social, y se preocupaban única y exclusivamente de sus
quehaceres privados.
Ante
la crítica a nuestra pertenencia a la Nueva Mayoría, debemos decir con igual
fuerza que todo lo anteriormente dicho que tenemos pleno conocimiento de que
nos encontramos en una alianza pluri-clasista cuyo objetivo programático
evidentemente no es la consecución del socialismo en nuestra patria, sino que
tal como lo hemos dicho se trata de una alianza donde convergen sectores que
hoy poseen como primera confluencia el mejorar cuantitativa y cualitativamente
los estándares democráticos, y construir una ciudadanía más empoderada,
participativa y consciente de sus derechos. Lo que se expresa en el fin al
sistema electoral Binominal; el voto de los chilenos en el extranjero; la
consagración de un mecanismo plebiscitario para promover la participación
directa de la ciudadanía en determinadas decisiones de relevancia; y la
confección de una nueva constitución. La segunda confluencia es el aumento y la
garantización de derechos sociales económicos y culturales. Por consiguiente
establecer su carácter enunciativo (consagración positiva constitucional y
legal), judicial (mecanismos jurídico de garantía o acciones procesales, tal
como el recurso o acción de protección) y prestacional (disposición de recursos
del Estado para la satisfacción de tales derechos). Finalmente, la reducción de
la desigualdad y la discriminación en nuestro país, como el establecimiento de
políticas públicas tendientes al fortalecimiento de un sistema de justicia
social; una reforma tributaria que reduzca las desproporcionadas brechas de
tributación entre ricos y pobres. El fin al principio de Subsidiariedad, que
ata al Estado de participar más activamente en materias económicas, y en el
financiamiento de derecho sociales. El matrimonio igualitario, para ir
erradicando la mentalidad patriarcal que nos sujeta y deforma hace ya siglos. En
suma la consagración de un Estado Social y Democrático de Derecho.[2]
Con un Estado cualitativa y cuantitativamente superior, y un nuevo trato con
los derechos sociales y ciudadanos.
En
definitiva, se trata de un programa que a nuestro juicio puede ir desmantelando
los pilares y guardianes neoliberales que hoy nos atan, claramente no todos,
sino algunos de los más perjudiciales para nuestra población. Lo anterior con
el propósito que en un futuro cercano, esperamos, comencemos la lucha ya no
contra las aberraciones exageradas del modelo, sino derechamente por una
transición hacia el socialismo, y para no partir de menos quince, sino que de
cero.
Vale
la pena resaltar que, como Partido y Juventud Comunista, seguimos apostando por
un bloque anti-capitalista, no hemos claudicado a dicha política, de hecho en
el presente en diversos espacios sociales y locales lo realizamos con trabajo y
construcción comunitaria y disputa subjetiva, pero creemos que la primera meta
hoy es develar la principal característica que hoy expele el sistema: Ser
profundamente antidemocrático y desigual. Para lo anterior, si existen
sectores, que antes estuvieron dentro o fuera de la concertación, que hoy
pretenden avanzar en esto que no es baladí, se avanzará en conjunto con la
convicción plena de que cuando como partido tiremos el tejo corrido, vale
decir, manifestemos nuestro irrefrenable deseo de profundizar los cambios con la perspectiva de
erguir una transición al socialismo, y ya no el sólo desmantelamiento de los
pilares neoliberales que hoy nos atan, otras serán las alianzas a construir y forjar
con los que quieran continuar el camino de las transformaciones que desplacen
al capital, y sus consecuencias opresoras.
Finalmente,
lo que hoy más le llega al pueblo y la ciudadanía es lo antidemocrático del
sistema, que se expresa en lo económico, social, político y cultural; por tanto
no es sino deber de las organizaciones de masas, avanzar en aquello y poseer tal
estrategia, lo que implica que la correlación de fuerzas que debemos hacer debe
ser lo más amplia y mayoritaria posible para facilitar dicho proceso.
Segunda Crítica: Crítica
desde la “moral” (moralista) o la “ética revolucionaria”.
Tal
crítica se fundamenta primordialmente en la imposibilidad de que un partido de
orientación revolucionaria participe del Estado de Derecho burgués, y
conjuntamente realice pactos electorales y programáticos con los partidos de la
ex Concertación, cuando fueron éstos los que, durante su administración de dos
décadas, persiguieron al pueblo mapuche, aplicaron en seis oportunidades la Ley
Antiterrorista, y durante su gestión se asesinaron a comuneros. Ó, por otro
lado, profundizaron el modelo de precarización de los derechos sociales, con
todo lo que ello implica (CAE, etc). Ó simplemente, cuando tuvieron mayorías
parlamentarias no generaron cambios sustanciales para el país, sino que
simplemente se acomodaron al modelo jurídico-político y económico de Guzmán y
compañía.
Ante
este primer cuestionamiento, me tomaré la licencia de responder tanto desde la
perspectiva política, como desde la perspectiva filosófica, pues considero que
es menester para la fundamentación.
En
primer lugar corresponde señalar que como PC durante los cuatro gobiernos de la
Concertación fuimos agudos y claros con las diferentes críticas que le
realizábamos al gobierno, principalmente en materia de derechos laborales y
sindicales, garantización de derechos sociales, materia energética, y el trato
con los pueblos originarios; sosteniendo en la actualidad prácticamente las
mismas demandas que en antaño, y hoy con la posibilidad real de influir en la
materialización de éstas en políticas públicas.
Hoy,
como juventud y partido, no desconocemos, ni retrotraemos, ni desestimamos
nuestras críticas a la gestión de la Concertación en tal periodo, sino que muy
por el contrario, las aseveramos y tenemos más presente que nunca, con el
propósito de no hacer del próximo gobierno un quinto similar al de aquella
coalición, sino que imprimirle un caris distinto, de corte ciudadano,
participativo y representativo de las demandas del mundo social, a fin de
radicalizar las instituciones y acercarlas al pueblo, para que éste mismo se
empodere, y vierta en ellas el contenido emancipador de nuestro objetivo
revolucionario. Así pues, en palabras de Fernando Atria, “La “utopía”, el punto de llegada, no es algo que nos cae del cielo
como una revelación, es algo que se manifiesta desde abajo, ante el hecho
evidente de que nuestras instituciones prometen mucho más de lo que son capaces
de entregar. La conclusión es clara: no se trata de negar esas instituciones,
se trata de realizarlas.”[3]
Lo que decimos al sostener esto, no es de ninguna manera poseer un compromiso
acomodaticio con las instituciones actuales, ¡bajo ningún concepto!, pues
poseemos la convicción de que lo correcto ética y estratégicamente es hacer que
aquellas instituciones cumplan y materialicen su objetivo esencial: la
democracia.
De
eso se trata pues bien la contradicción Neoliberalismos versus Democracia, que
los comunistas hemos construido para el periodo: de desplazar de nuestra
sociedad e instituciones la substancia neoliberal que nos legaron. Para lo
anterior nuestra misión en lo político y social es difundirle por todos lados a
nuestro pueblo que el neoliberalismo es profundamente antidemocrático, y que
deforma las instituciones al abuso, la corrupción, la exclusión, la represión y
la desigualdad, por tanto nuestro objetivo es ir aprehendiendo y empoderándonos
del Estado para profundizar la democracia y ampliar la participación tanto en
lo político, como en lo económico, social y cultural.
De
pasada el mismo autor nos complementa, sentenciando: “La democracia es importante no sólo porque a través de ella será
posible movernos hacia una sociedad más justa. Lo que hace más justa a esa
sociedad hacia la cual la democracia nos permite movernos es algo que
caracteriza ya, aunque deficitariamente, a la democracia.”[4],
y también Moulian al señalar: “el
Socialismo más que un modelo para armar, es un conjunto de luchas por construir
una democracia total”[5].
En otras palabras, lo más importante de transmitir la necesidad de ampliar
la democracia en contra del legado autocrático y explotador neoliberal, es el
fundamento intrínsecamente democratizador del socialismo y el comunismo. A lo
anterior le adherimos la precaución que la participación en el Estado de
Derecho liberal burgués, aunque mediante él y en su seno logremos lo mayores
estándares de igualdad e inclusión social – que en sí mismo es imposible- no es
el horizonte de los marxistas, pues desde el punto de vista de Marx, bajo el
Estado de Derecho burgués la clase dominante llama paz a algo que no es sino la
institucionalización de su violencia,
de tal forma, es deber nuestro debelar, desde la movilización social y popular,
y desde el interior de las propias instituciones del Estado de Derecho, las contradicciones que se esconden en tal
orden político y en el modelo económico, y con ello los intereses mezquinos de
la clase dominante. Todo lo antes dicho, el profesor Carlos Pérez, sintetizando
el ideal hegeliano de emancipación que el Estado de Derecho debe difundir, y la
lucha marxista hacia la sociedad sin clases –vale decir sin explotación, opresión y dominio – lo
resume de manera sumamente esclarecedora y lúcida de la siguiente manera: “La
extrema gravedad de la degradación actual (de la actual institucionalidad), por
un lado, y la profundidad del horizonte comunista, hoy plenamente realizable,
por otro, le dan a la voluntad revolucionaria hoy en día dos niveles, dos
aspectos, que no deben ser concebidos como etapas sino como dos lados de una
misma y única tarea. Por un lado la necesidad de realizar, de hacer efectivo el
horizonte emancipador bajo el cual fue proclamado y construido el Estado de
Derecho moderno; por otro la necesidad de construir condiciones materiales bajo
las cuales la institucionalización del orden social bajo la forma de un Estado
de Derecho deje de ser necesaria”[6].
Abordaremos
ahora la concepción de ética subyacente en esta crítica (de la crítica que hemos presentado en este subtítulo). Esta
concepción, sostenemos, proviene del neokantianismo y el austro-marxismo, donde
se irgue – combatiendo al leninismo – una
ética revolucionaria deontológica cuyo
fundamento de la acción es entonces el deber, pero no el deber en términos de
la necesidad o no de la acción, es decir no justificando un determinado
accionar político desde la improrrogabilidad de sus efectos, sino desde la
perspectiva del deber como imperativo categórico de lo que se preconcibe como
correcto. Así pues Kant, expreso y directo, nos dice que deben existir una
serie de principios a priori, vale decir, antes que las acciones morales puedan
concretarse, que ya estén establecidos y que jamás los separemos de la
práctica, porque estos provienen de nuestra voluntad autónomos, de nuestra
razón práctica y de nuestros sentidos (ámbito cognoscible) y de la libertad,
Dios y –para- la inmortalidad del alma (ámbito incognoscible), que pertenecen
al “orden del cielo estrellado”[7].
Es claramente obvio que no interesa para efectos de la elaboración política
desde la izquierda la presencia de la libertad, de Dios, ni de la inmortalidad
del alma, pero lo que es rescatable en términos de la exposición del
marxismo-kantiano no es sino la metodología
cognoscitiva y política desde la cual
estos grupos – o sujetos – de izquierda realizan su política y sus críticas.
Finalmente Kant nos da el punto completo en esta frase: “Por
tanto, no puede existir ningún conflicto entre la política, como doctrina
práctica del derecho, y la moral, en cuanto también ella es doctrina del
derecho, pero teórica”[8].
Lo
que proponemos es sostener una concepción de ética revolucionaria teleológica,
cuyo fundamento entonces sea la materialización de los objetivos y fines
colectivamente trazados.
Durante
prácticamente todo el siglo XX los marxistas hablaban de la moral únicamente
desde una noción descriptiva de ella, que se recogía de los fundamentos de Marx,
y que por tanto se trataba desde una actitud negativa por su carácter
ideológico, al igual que la religión y el derecho, en otras palabras, por su
posicionamiento en la superestructura dominante cuyo objetivo único y
subterráneo era la reproducción de las relaciones de producción a partir de
figuras psico-simbólicas que aletargaban al trabajador y lo alejaban de su
misión revolucionaria, pues no era sino – la moral- una ficción valórica
meritocrática que conducía a que el trabajador se siéntese mejor persona
cumpliendo tales patrones morales que dictaba Dios o la virtud. Esta abyección
según Marx estaba situada en el plano de la consciencia, pero representando una
falsa imagen de la realidad, mientras que en Althusser sostiene que la
ideología (y por ende la moral) imparte una cierta “representación” de la
realidad, la que hace una “alusión a lo
real en una cierta manera, pero que al mismo tiempo sólo confiere una ilusión
de la realidad”[9],
y que esta relación de reconocimiento-desreconocimiento es una estructura “no tiene nada que ver con la consciencia.”[10]
Lo
que hoy proponemos, de ninguna manera es no comprender ni desechar esta
posición, pues esta teoría descriptiva de la moral es claramente cierta a la
luz del marxismo y la teoría crítica, sin
embargo sostenemos que además debemos poseer una teoría prescriptiva del
fenómeno moral, donde proponemos la anteriormente señalada. Sostenemos que, al
igual que Henri Lefebvre, la ética marxista debe estar librada de la alienación
moral e ideológica, en general; debe negarse a establecer valores fuera de lo
real, y por tanto debe buscar en lo real el fundamento de las valoraciones
morales. Por lo tanto los valores de la clase, y de los individuos de horizonte
emancipador, deben ser: el coraje, el sentido de las responsabilidades, el
entusiasmo y la alegría, la racionalidad de nuestros actos, etc. Por tanto en
lo político los principales valores deben ser la lucidez en la acción y la
comprensión de las situaciones. Lo anterior pues Marx señalaba que no es sino
el idealismo tradicional y las ideologías metafísicas de la alienación humana
las que colocan lo ideal fuera de lo real: en lo abstracto y en el vacío; y con
lo anterior se pretende en el juego político adjudicarnos una supuesta
disonancia entre acción política y discurso, lo que como lo manifiesta Atria “En rigor, esta contradicción es aparente,
desde luego, porque lo que uno hace es lo que, dado lo que uno cree, debe
hacerse en las circunstancias en las que debe actuar” [11].
Esta
proposición de una ética revolucionaria teleológica es también un esfuerzo de
rescatar a Lenin, las normas de organización leninistas y el materialismo
histórico como método de análisis, anteponiendo como objeto principal de toda
acción política la realización de las transformaciones estructurales que
demandan los trabajadores y los movimientos sociales, utilizando las
situaciones reales en la que nos circunscribimos, pues nuestro deber primordial
es darle dignidad y calidad de vida al pueblo y la clase trabajadora; éstos son
los que sufren las aberraciones del modelo económico, y no pueden esperar más,
pero también son éstos, en consecuencia, los únicos que las pueden cambiar.
Finalizamos el desarrollo de esta segunda respuesta con una cita del propio F.
Engels, quien se refiere a los que profesan
el marxismo desde la ética deontológica
como los que creen que “basta su buen
deseo de saltar las etapas intermedias y los compromisos para que la cosa quede
ya arreglada, y que si ‘se arma’ uno de estos días y el poder cae en sus manos
el comunismo estará implantado al día siguiente” [12]
Tercera Crítica: Crítica
“probabilísitica”. Considera como improbable el triunfo de nuestro “tensionamiento”
al interior de la Nueva Mayoría.
El
caris de esta crítica se fundamenta en la operación política que realizarán los
poderes de facto al interior de la Nueva Mayoría, y los políticos conservadores
y retardatarios principalmente de la DC y del lote “Nueva Izquierda” del PS,
liderados por Camilo Escalona.
Esta
crítica nos permite exponer dos cuestiones muy relevantes. La primera de ellas
es que como lo hemos sostenido, a través del Presidente de nuestro partido,
Guillermo Teillier, y la Secretaria General de las JJ.CC, Karol Cariola, ambos diputados,
lo primeros que propugnaremos al interior de la coalición es la unidad de todos
los actores políticos al interior de la NM en torno al programa que lidera
Michelle Bachelet, en consecuencia seremos perspicaces y preocupados en que
todos los sectores voten favorablemente en el parlamento de las medidas que se
han planteado para el país.
Lo
segundo relevante es que como comunistas hemos quebrado el paradigma
liberal de la concepción de alianza como
un núcleo homogéneo, concentrado e impermeable. Pues ésta coalición se trata de
un esfuerzo de unidad entre diversos sectores ideológicos y políticos para
lograr metas, algunas acotadas y otras estructurales, bien definidas y
perentorias para el país. Por su puesto no somos los únicos ni los primeros en
realizar esta suerte de plataformas amplias, pues un ejemplo positivo de ésta
táctica en nuestro continente es Uruguay. Recordemos que el “Frente Amplio” del
actual Presidente Uruguayo José “Pepe” Mujica está integrado por los
Montoneros, histórico frente popular uruguayo que propugna la lucha armada,
hasta Democratacristianos y liberales, y recordemos además que antes del actual
presidente constitucional la misma alianza tuvo como presidente en el periodo
anterior a Tabaré Vázquez de ideas
muchísimo más moderadas que el actual. No se trata con esto de señalar que la
democracia chilena es similar a la uruguaya, ni mucho menos que Michelle
Bachelet tiene algún símil con Mujica, sino de esclarecer la posibilidad de
generar un espacio político y social heterogéneo y disputante en su interior. Así pues, no
debemos olvidar los avances que con condiciones similares tuvo Vázquez y
Mujica, gracias al tensionamiento popular e institucional que llevaron a cabo
los comunistas, socialistas y progresistas uruguayos, pero tampoco debemos
olvidar que efectivamente hubo ocasiones donde el Presidente no tuvo los votos
de todo su sector en el congreso para realizar e implementar las medidas
transformadoras que le proponía a dicha institución. Por lo antes dicho es que
el primer esfuerzo es lograr la unidad de todos los sectores en las reformas
básicas que se ha planteado la Nueva Mayoría, y nuestro segundo esfuerzo como
comunistas será el tensionamiento al interior y al exterior de la coalición
para profundizar el detalle del programa acercándolo a lo que los movimientos
sociales han planteado en sus múltiples manifestaciones y demandas. Pero lo
anterior no lo realizaremos solos, sino en conjunto a los demás sectores de
izquierda, como la Izquierda Ciudadana, los compañeros de izquierda del PS y
PR, el MAS, los que al interior del PPD poseen una sintonía con el mundo
social, y los externos que hoy no son parte de esta coalición política pero sí
esperan el cumplimiento de la promesa de éste programa, y su profundización o
detalle, como Revolución Democrática y Gabriel Boric de la Izquierda Autónoma,
en algunas materias.
Corresponde
ahora señalar la tercera y final reflexión en torno a este apartado. Ésta se
relaciona con el profundo carácter humanista de nuestra organización. Digo esto
pues como PC poseemos la profunda convicción de que el ser humano como sujeto
colectivo, por su construcción histórica, posee una inmanente capacidad de
transformación, más aun, los trabajadores por situación económica y social, a
saber, el lugar que ocupan en las relaciones de producción, por lo que no
planteamos jamás los desafíos políticos como tareas únicas y exclusivas de un
grupo iluminado despótico, sino que muy por el contrario, nuestra tesis se
funda y se sostiene indudablemente en la agitación, masividad y organicidad de
la movilización social multi-temática, vale decir, tanto en la perspectiva
educacional, medioambiental, de los derechos laborales y sindicales, por la
asamblea constituyente, la diversidad sexual, la despenalización del aborto,
etc. Movimientos todos en los que posee participación el partido y la juventud
comunista, por lo que reafirmamos nuestro compromiso no de ser voceros
institucionales de tales demandas, y de, en conjunto a la movilización social,
popular y ciudadana, tensionar el futuro bloque gobernante hacia las demandas
del pueblo, subvirtiendo las operaciones que, también estamos seguros,
realizarán los que o bien no quieren cambiar un ápice de nuestra realidad, o
pretender engañar al pueblo disfrazando de cambios el país, para que no se
toquen los pilares fundamentales del modelo. Es hoy la movilización social la
principal prioridad de los que creemos en la necesidad de transformar Chile, y
tal movilización para que nuestros objetivos triunfen necesita de unidad, masividad,
y asertividad política, no de sectarismos, gremialismos, vanguardismos e
infantilismos.
Finalmente
toca decir una cuestión, que efectivamente nuestra tesis, como toda, es una
apuesta. Apuesta que por lo demás ha sido bien fundamentada con los propósitos
que posee y tácticas que requiere para triunfar. Lo que resulta paradójico e
inexplicable es que otros sectores critiquen nuestra tesis, aun con menos argumentos
para sostener las suyas, y el simple fundamento vago de negación a la nuestra,
y/o arguyendo meras consignas que no poseen correlato en la realidad, y muchas
veces tampoco en su trabajo cotidiano. Pues corresponde señalar, entonces, que
si sostienen que nuestra tesis es improbable
de cumplir los objetivos trazados, las suyas menos posibilidades tienen de
llevarnos a la esperanza de cambiar la realidad actual, y menos aun de
construir el socialismo en nuestro país.
Así
pues, es que terminamos con esta explicación y exposición de argumentos,
esperando se haya cumplido de alguna u otra manera el objetivo. Pero por sobre
todo, parafraseando a Carlos Pérez Soto, “permitir
superar las desastrosas y autodestructivas discusiones que se siguen teniendo
entre revolución y reforma.” [13]Por
ser “destructivo, paralizante e inútil,
entender la relación entre ambas como disyuntiva: O revolución o Reforma.”[14].
Y sentencia: “Lo esencial de esta
discusión (casi siempre estéril) no es, ni debe ser, el modo o la rapidez con
que se efectúa el cambio, sino su contenido, y el horizonte hacia el que
apunta.”[15]
¡La
lucha se da en todos los frentes! ¡Venceremos!.
[1] Es estudiante de Derecho de la Universidad de
Chile. Ayudante de las cátedras: Filosofía (de la) Moral, donde dirigió el
seminario “Teoría del Poder y la Ideología: Hobbes, Marx, Foucault” (2012); Derecho
Constitucional; Elementos para una Idea Social del Derecho; e Introducción al
Pensamiento de Georg W. F. Hegel.
[2]
Programa Presidencial Nueva Mayoría, candidata Michelle Bachelet. 2013. P. 33
[3]ATRIA,
Fernando. La Idea de Teología Política.
Revista Derecho y Humanidades.
Santiago, Chile: Universidad de Chile, 2012. P. 113
[4] Ibíd.
[5]
MOULIAN, Tomás. Socialismo del Siglo XXi.
La Quinta Vía. Santiago, Chile: LOM, 2001. P. 171.
[6]
PÉREZ, Carlos. Violencia del Derecho y
derecho a la violencia. Revista Derecho
y Humanidades. Santiago, Chile: Universidad de Chile, 2012. P. 84
[7] PÉREZ,
Carlos. Sobre Hegel. Santiago: Palinodia, 2005. P. 45
[8]
KANT, Immanuel. La paz perpetua (traducción José Loya Mateos). Madrid: Mestas. 2001. P. 63.
[9] ALTHUSSER, Louis. Philosophy and the spontaneous philosophy of
the Scientist, and Other Essays. London, Nueva York: Verso, 1990. P.
29.
[10]
ALTHUSSER, Louis. Para Marx. México: Fondo de Cultura Económica, 2000. P. 231.
[11]
ATRIA, Fernando. Veinte años después Neoliberalismo
con Rostro Humano. Santiago: Catalonia, 2013. P. 61.
[12] ENGELS,
Friedrich. El Programa de los emigrados
blanquistas de la Comuna. Moscú: Editorial Progreso, 1974. P. 63.
[13] PÉREZ,
Carlos. Violencia del Derecho y derecho a
la violencia. Revista Derecho y
Humanidades. Santiago, Chile: Universidad de Chile, 2012. P. 89.
[14] Ibíd.
[15] Ibíd.