Es incontinente en este momento
El valor de mi resollar
intranquilo.
Las palabras se golpean unas
con otras,
Se escupen la cara:
Te ambicionan.
Espero que la vetusta
ensoñación colérica
De mi enloquecer de domingo
Pueda sobrevivir al deseo
inmanente de arremeterte.
Ten en cuenta que los años
Al igual que las lunas
intersticiales
Se reclaman para sí la
estructuración del clima y de las cienes.
Ten en cuenta que ciudades han
sido devastadas por la ideología de la muerte.
De la muerte que cataliza el
enloquecer de la furia por tu ausencia.
Y ten en cuenta que los poros
vivíparos de la piel de mi pecho
Pueden ser también sometidos
por el estruendo silencioso de la muerte.
Porque cuando los pasos del
líquido de la avenida arteria muscular
Se dispersan raudamente por el
torrente panamericano de mis extremidades
De todas y cada una de ellas,
-De ellas y cada una en el
todo-
La apetencia parece sojuzgar el
cráneo inmaduro y desnutrido que tengo.
Sólo allí, cuando la razón se confunde
con el deseo,
Cuando todo sentido parece ser
veraz,
Y toda percepción es en sí
misma la otredad de lo que en la otra orilla germina,
El camino errante de nuestra
agónica vida se vuelve luz,
Cama y vuelo;
Y la autoproclamada
entronización de la muerte
Desaparece invariablemente
contigo,
Contigo y yo dentro,
Con la canonización líquida de
la inter-subjetiva elevación,
Con la eyección de nuestro
mutuo templo.