Y me vi sobre mis pies
Tranco al frente
Paso a paso.
Sentí que era más
angosto
El mundo
Sentí que la oscura
anti-resolana de este entorno
Sería eterna
Y que la muerte se
definía
En caminar.
Tuve tanto miedo que
quise caerme
Por último, para que
los restos de otro
vinieran a
levantarme
pero no podía
el insobornable
agitar de mis talones
era más fuerte,
y seguía tranco en
frente
por aquella
antipática vereda de ultratumba.
¿Cuál sería mi
destino?
¿Habría cabida allí
Para algo así como
el destino?
Me di cuenta que aún
conservaba
De la otra vida el
amuleto
De la fe en la nada.
Sentí que todas las
respuestas
Estaban allí,
Que el insomnio,
padre vigía del
llanto desesperado de juicio,
perdió su tiempo con
nosotros,
o por lo menos
conmigo.
Quise gritarle en la
cara a alguien
Ver sus pupilas
empeq0ueñecerse
por la humillación
sonora de mi ira,
quise morir en la
muerte.
Me sentí un
mentiroso,
Y no solo eso,
Me sentí un hijo de
la mentira
Intentando
sobrevivir en aquel
Ventisquero de sin
sentidos,
En aquel callejón
que era más real y mas
Desmesuradamente
vivo que toda la miseria del mundo.
Me daba tanto miedo
pensar en las noches
Que un día la
conciencia se desactivaría
Porque cesarían las
colisiones electroquímicas
De Eva y Adán,
Y la petulante
finitud del pensamiento
Decidiría de una
buena vez jubilarse.
Era tal el terror
que todas las demás cosas
Me parecían
poderosamente
Más trascendentes.
Era tal el terror en
pensar que ya no pensaría
Que ahora me veo
solo
Solo
Y encarcelado
En la habitación
tenebrosa
De mi más grande
anhelo.
Hoy, no siendo dueño
Ni de mis hinchados
pasos,
No me quedará más que
resignarme
A inventar una larga
historia
Para que la
dictadura de mis ideas
Me haga parecer, por
último
Que habito un
paisaje.